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El pescador...

El sol del tercer dia se levanto sin la pereza reincidente de los dias precedentes. El horizonte desplegaba una silueta de mujer con las curvas demasiadas exageradas, y los arboles hacian que la luz infante tiritara muy breve con la mansedumbre con que la canoa se dejaba llevar por la leve corriente del rio. Era habitual para Pepe despertarse bajo el cielo desnudo; cuando habria los ojos y se encontraba clausurado por las cuatro paredes de su cuarto, su alma se sentia enjaulada y mas de una ocasion amanecio a la interperie adjunto a la puerta de su casa con la brisa como puente para que los cantos gallipavos llegasen a sus oidos. En esta ocasion estaba en su canoa pescando. El agua estaba mansa y cristalina con un sendero de luz clara que al seguir con la mirada concluia animante en direccion al sol. No era epoca de lluvia y el cielo estaba azul sin contagiar su textura con forma alguna dandole el atributo simulado de eternidad. De la orilla se escuchaban los gritos sin musica de los pajaros que volaban con una naturalidad mas propia que la de un atleta erudito corriendo. No parecian tener una direccion predestinada, mas bien, no sabian donde dirigirse pero en un segundo llegavan a su feliz e improvisado destino . Siguio la canoa como flotando sobre el agua sin unirse a ella, sin dejar rastro ni olas diminutas en el transcurso. Pareciera que se negaba a dejar huellas de su existencia, por mas leves en tiempo que sean estas en el inmarcable y libre de graffitti cuerpo de agua. Lo unico que se divisaba como pequenos archipielagos eran las balsas flotando en donde la red desplegada cuan bandera sumergida se sostenia para no terminar en el fondo del rio. Hoy sacaria su manta para recoger los pescados instigados por la corriente dentro de la red. A tres metros de la rustica embarcacion los camarones parecian haberse despertado y depronto empezo una fiesta de circulos crecientes como fuegos pirotecnicos en el agua. Daba la impresion de que alguien estaba tirando diminutas piedras, sincronizadas, y despojadas de sonido. Pepe no se dio cuenta siquiera del espectaculo que la naturaleza ponia solo para el, en cambio se dejo llevar por su mente y volvio a pensar en lo mismo que ocupo su cabeza antes de sucumbir al cansancio y de cerrar los ojos. Su Juana, huy su Juana. Como pudo pasar semejante atropello? Si tan solo pudiera encontrar al desalmado que le vendio ese refrigerador de gasolina que al final le desfiguro la cara a su Juana en esos sucesos que por su atiborracion de desamparo conocemos como accidentes. Ya nada se podia hacer. La apetesedora idea de conservar la comida fresca en su casa como lo hace el mundo entero le cego por esa unica vez el miedo a la tecnologia, y para que? Para que esa gasolina le saltara a picarle la cara en llamas a su Juana, la pobre que recien habia dado vida a su cria hace una semana. Su Juana era de madera buena, de las que ya no se encuentran, tronco firme y justiciero, que sin tomar descanso, sola, desde la hora misma que pario, siguio llevando la rienda de su casucha en su campo. Mas le valia haber seguido enfriando sus pescados como siempre lo hacia entre acerrin y ristas sobrepuestas y anarquicas de cubos de hielos. Nomas tenia que hacer el viaje a la ciudad cada dos dias para abastecerse de hielo, no era gran trajin, no tenia que haber comprado ese desfigurador de tez suave, pensaba. Lo que mas le estropeaba su corazon era que ahora, despues de apenas una semana ese mismo dia, habia dejado a su Juana sola con su cria y con sus vendas amarillas a ver quien cuida a quien. Por la necesitad, se consolaba gemiendo. El sol empezo a calentar la canoa y en un par de horas tomo fuerza para despedir en vapor el agua que mojaba sus atarraya y el resto de sus utensilios flotando igual que el. Era tiempo de probar su suerte. Se enderezo dando registro a un calambre en su pierna izquierda que ingnoro por completo, y se acerco a la red. Empezo por recoger el cabo mas sumergido haciendo que la red se folde de tal manera que los pescados no hallaran opcion de escape si es que estaban aun alli pescados toda esa noche o desde las noches anteriores. Despues de 180 minutos de ese tedioso trabajo, y con cinco corvinas, tres bagres y cuatro jaibas, se cercioro de librar la red de basura, y la destino a reanudarse erguida oblicua al horizonte y submergida en el rio. Su estomago se rindio ante el reiterado fracaso de pedir comida y ni demandaba los ingredientes para hacer su trabajo, y su cuerpo empezando a sufrir los estragos de esa dieta de sufriemiento cadente de nutrientes de ya casi una semana mostraba una figura escualida y sin color. Se paro con intensiones de estirar las piernas en calambre tendido, y se presipito a sentarse a la fuerza por un mareo brusco que casi voltea su canoa. Reincidio a esperar con la angustia en el torzo, y se abandono en un desmayo que confundio con sueño. En eso se derramo en el cielo una turba de nubes con gama de colores endrinos y sopladas por un viento frio, y seco, con lo que el sol se escondio sin lucha. Pepe siguio impavido e inmovil. Abrio los ojos y ya no estaba solo en la canoa. Solo habia un bulto oscuro dandole la espalda, concentrado en el horizonte ahora opaco. Pepe enmudecio obligado por el panico, sintio un taco de saliba en la garganta, y las manos asperas y callosas se le turnaron mas frias que el ambiente. Su acompanante improvisado abatio la mirada y se agacho protegiendo del frio su pecho y susurro palabras que no llegaron a los oidos de Pepe. Los pajaros que antes alegraban las orillas despidieron un grito unanime y aturdidos volaron en direccion vertical hasta que se perdieron en las nubes, como si buscaran la luna inaccesible a la vista escondida detras los algodones negros. Todo se oscurecio y el mundo se limito a lo que habia en su canoa. Intento ver su propia mano en vano, lo unico visible era ese tumulto aun agasapado frente a el que florecia en una tenue luz propia. Se levanto lentamente, en lo que parecio un limbo inacabable donde se suspendieron los minutos mientras el tiempo debatia si era prudente seguir moviendo la canoa en su lentitud. Una vez parado, Pepe ya no tuvo calambres, ni miedo, ni frio, ni dolor, ni odio hacia el que le vendio la refrigeladora de sus angustias, no sintio nada. Se acerco y se sento junto al bulto que ahora mostraba a un infante en sus brazos y vio su cara mas clara que nunca y sin las cicatrices de los mordiscos de las llamas: era su Juana amamantando a su cria. Se tomaron de la mano, se sentaron yuxtapuestos, aguaitaron el horizonte y su destino que exponia una luna blanca y calida a lo lejos, y los tres se extraviaron en la corriente de donde nunca se vuelve.
Datos del Cuento
  • Autor: Baldomero
  • Código: 2319
  • Fecha: 02-05-2003
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.31
  • Votos: 52
  • Envios: 0
  • Lecturas: 4937
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
cecilia
invitado-cecilia 03-05-2003 00:00:00

BALDOMERO, TU CUENTO ME PARECIO ENTRETENIDO, PERO ¿SABES? INTENTA CUIDAR MUCHO MAS TU ORTOGRAFIA YA QUE SON VARIAS FALTAS Y SE NOTAN DEMASIADO.

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