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El niño que se quedó sin amigos

Rafa era un niño muy travieso. Se pasaba el día gastando bromas pesadas a sus compañeros y haciendo travesuras que molestaban a la gente y que solo le hacían gracia a él. 

Un día, en el parque, Rafa dejó caer una cáscara de plátano delante de un niño pequeño. El niño se cayó y se hizo mucho daño. 

Otro día, Rafa puso pegamento en los bancos del parque, y la gente que se sentó en él se quedó pegada sin poderse levantar de su asiento. 

Rafa se partía de risa con sus travesuras, pero a nadie le hacían gracia. Y, poco a poco, la gente empezó a alejarse de él en cuanto le veían, por si acaso tenía alguna de sus bromas pesadas preparada. 

Y así, poco a poco, Rafa se fue quedando sin amigos, y más solo que la una. Nadie quería jugar con él, ni siquiera estar cerca. Ni siquiera las palomas se posaban cerca de él.

Un día, mientras Rafa estaba en el parque solo y aburrido, se acercó una niña pequeña y le saludó.

- Hola, soy Alba. ¿Estás solo? -dijo la niña.
- Hola, yo soy Rafa -contestó él-, y nadie quiere jugar conmigo.
- ¿Por qué? -preguntó Alba.
- Soy muy travieso y no puedo evitar gastar bromas pesadas -dijo Rafa. Deberías irte antes de que te pegue un chicle en el pelo.
- Y, ¿por qué ibas a hacer eso? -preguntó Alba-. Yo no te he hecho nada.
- No sé, No puedo evitarlo -dijo Rafa.
- Eso no es verdad. Seguro que si quieres sí que puedes -dijo la niña.
- ¡Pero es que si no hago travesuras me aburro! -dijo el niño.
- Yo sé muchos juegos divertidos. Te puedo enseñar alguno -dijo Alba-. Pero tienes que portarte bien.
- Vale.

Rafa y Alba jugaron a muchos juegos, y se lo pasaron muy bien. 

Al día siguiente, cuando Rafa llegó al parque, Alba estaba jugando con otros niños. 

- ¿Quieres jugar con nosotros Rafa? -preguntó Alba.
- ¡Ah, no! -dijo uno de los niños-. Yo con este no juego.
- Ni yo -dijo otro.
- Yo tampoco - dijo otro más.

Nadie quería jugar con Rafa. El niño se fue muy triste corriendo y, cuando llegó hasta el otro lado del parque, se sentó en el suelo y se echó a llorar.

Alba llegó después:
- ¿Por qué no pruebas a pedirles perdón? Si lo haces y te portas bien seguro que se les pasa el enfado.

A Rafa le pareció bien, y fue a pedirles perdón a los niños.
- ¿Seguro que no nos vas a gastar más bromas de las tuyas? -le preguntaron.
- Sí, seguro. Es más divertido jugar juntos -dijo Rafa.

Rafa tuvo que disculparse con todos los niños del colegio, pero poco a poco recuperó la confianza de los demás y pudo volver a tener amigos.

Todavía hace alguna travesura y gasta algunas bromas, pero ahora son bromas divertidas que ni molestan ni ofenden a los demás.

Datos del Cuento
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