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El misterio de las flores voladoras

El pequeño Nico jugaba alegremente en el jardín. Aunque tenía muchos juguetes, lo que más le gustaba a Nico era ver las plantas y observar a los insectos. A Nico le encantaba ver las flores, acercar la nariz para olerlas y acariciar con cuidado sus suaves pétalos. También le gustaba cazar insectos y cambiarlos de sitios y jugar a despistarlos poniendo obstáculos en su camino.

Un día, Nico se acercó a un macizo de flores que sus padres acaban de plantar. Las flores eran preciosas. Pero, de repente, una flor de varios colores echó a volar. A Nico no le había dado tiempo a llegar hasta ella. Nico empezó a llorar, muy disgustado. 

-La flor se ha ido volando -lloraba el niño mientras su madre le cogía para consolarlo. Ese día Nico no quiso seguir jugando en el jardín y se quedó dentro de casa. 

Al día siguiente, Nico volvió a acercarse a las flores nuevas. Pero antes de llegar, la flor más bonita salió volando. Nico volvió a llorar desconsolado. Esta vez su madre lo acompañó a ver otras flores y le dejó que le ayudara a plantar unas nuevas muy bonitas que habían comprado.

Ya se había olvidado Nico de la flor voladora cuando, de repente, una de esas flores apareció cerca de él. Pero cuando quiso acercarse a acariciar sus pétalos, la flor salió volando. 

-Quiero acariciar los pétalos de las flores voladoras -lloró el pequeño Nico.

Esta vez la mamá de Nico había visto lo que pasó. Cogió al niño y le abrazó muy fuerte.

-Nico, esas no son flores voladoras -dijo su mamá.

-Sí, tienes los pétalos muy bonitos y quiero tocarlos -lloraba Nico-. No voy a romper las flores voladoras. 

-Pero eso no son flores voladoras, Nico -dijo mamá-. Las flores voladoras no existen.

-Entonces, ¿qué son? -preguntó Nico.

-Son mariposas, Nico -dijo mamá-. Son unos insectos con grandes alas de colores que revolotean entre las flores. 

-Quiero una -dijo Nico.

-Tienes muchas, Nico -dijo mamá-. Las tienes aquí, en el jardín. Pero tienes que dejarlas tranquilas si quieres verlas. Si no, se escaparán.

Nico entendió que tenía que dejar tranquilas a las mariposas si quería ver sus bonitas alas. ¡Y resultó ser un juego muy divertido!

Datos del Cuento
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