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El misterio de las flores desaparecidas del jardín

Milena cuidaba con mucho mimo las flores de su jardín. Había plantado flores de todos los colores y las había colocado para formar bonitos dibujos que podían verse de la ventana de su habitación.

Todas las mañanas, antes de irse a la escuela, Milena regaba sus plantas, eliminaba las malas hierbas que crecían a su alrededor y quitaba las hojas que se secaban o se estropeaban.

Una mañana, cuando se asomó a su ventana para disfrutar de la vista del jardín antes de desayunar, Milena descubrió con horror que faltaban varias flores del centro.

Milena salió corriendo a la calle a ver si descubría al ladrón. Pero era tan temprano que todavía no había salido nadie de casa.

Al día siguiente, cuando volvió a asomarse para ver el jardín, la niña descubrió que faltaban más flores, esta vez del lado derecho del jardín.

Muy enfadada, Milena decidió tomar medidas.

-Esta noche me quedaré en el jardín, montando guardia -pensó la niña.

Y así lo hizo. Pero enseguida se quedó dormida. Y, cuando despertó, Milena descubrió que faltaban varias flores más.

Muy disgustada, Milena no pudo más y empezó a llorar desconsolada. Su amigo y vecino Roberto la vio desde su casa y bajó a consolarla.

-Yo te ayudaré a descubrir al ladrón. Esta noche me quedaré contigo y le esperaremos juntos.

Esa noche, Roberto y Milena acamparon en el jardín juntos. A ellos se unieron varios vecinos más. Si había un ladrón en el barrio había que atraparlo.

Entre todos organizaron turnos para patrullar el jardín y descubrir al ladrón. Acordaron permanecer escondidos y quietos para sorprenderlo y no asustarlo para poder cogerlo.

A las pocas horas todos vieron con estupor cómo varias flores empezaban a desaparecer. Pero no hacia arriba, como pasaría si las arrancaba alguien. Las flores eran engullidas por la tierra.

-¡El ladrón está escondido aquí debajo! -gritó Roberto.

Todos se lanzaron hacia allí, pero el ladrón había desaparecido. Pero varias flores alrededor empezaban a desaparecer de la misma manera.

-¡Encendamos las linternas para verlos mejor! -dijo Milena. 

Al encender las linternas los niños descubrieron que había muchos agujeros pequeños en el jardín. 
-¿Cómo es posible que por ahí quepa una persona? -dijo Milena-. A mí no me cabe casi ni la mano.

-No es una persona lo que sale por ahí -dijo el padre de Milena, que salía en ese momento de la casa.

-¿Qué es entonces? -preguntó la niña-. ¿Una avanzado sistema de robo con robots teledirigidos? ¿Un extraterrestre? ¿Inteligencia artificial? ¿Un fantasma?

-Nada de eso, pequeña. Lo que sale por ahí es un topo hambriento.

-¿Qué podemos hacer para que se vayan? ¿No tendremos que poner veneno ni nada por el estilo?

-No. Ellos solo hacen lo que tienen que hacer. Mañana compraré unos ahuyentadores especiales que se clavan en la tierra, en los mismos agujeros por donde han salido los topos. Eso los mantendrá alejados.

-Pero eso estropeará la gracia de mi jardín.

-No necesariamente, Milena. Simplemente tendrás que pensar en diseñarlo de una manera diferente. Seguro que se te ocurre una buena idea.

A Milena no le quedó otra opción que rediseñar su jardín. Aunque le gustaba más antes, ha hecho un buen trabajo. Y los topos no han vuelto a pasar por allí.

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