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El espectro de la puerta de Tierra

Mamá Rita era una viejecita que, durante años, había vendido antojitos a los parroquianos frente a la Puerta de Tierra, bajo el portal que existía en esa barriada. El portal estaba acondicionado como mesón rústico, y sus mesas casi siempre las ocupaban viajeros o negociantes.

Rondaba la media noche, quedaban pocos clientes en el mesón y ya no andaba nadie por la calle. El vigilante cabeceaba sentado sobre un madero. Un par de amigos platicaban mientras esperaban a un tercero que venía de lejos, uno de ellos expresó preocupación, diciendo: – Es que por el mismo camino vi una vez una lucecita. Pensé que era un espanto; porque dicen que se tiembla cuando se aparece un alma. Cuando llegué a la lucecita había un hombre todo vestido de negro, acurrucado junto a la lucecita, al querer bajarme para ver en que podía ayudarlo, él alzó la cabeza para mirarme, y sus ojos eran como las brasas de un fogón, echaban chispas. ¡Era el demonio!, no me podía mover! Solamente pude decir: ¡Jesucristo! ¡Y vi cómo el Malo retrocedió tapándose la cara, como si alguien lo estuviese golpeando! –

El compañero que había escuchado con atención, para corresponder a la confianza le dijo: – Ahora yo le voy a contar lo que mí me sucedió. Mi mamacita murió hace ya varios años, una noche fui despertado por alguien que me llamaba. Me desperté y mi esposa estaba bien dormida. Cuando ya volvía yo a mi sueño, oí de nuevo que me llamaban. Miré hacia el rincón de donde salía la voz. ¡Y le juro por Dios, que allí estaba mi madre!. Se dirigió el fantasma a donde yo me encontraba, me dijo que no olvidara ofrecerle tres misas y así no se volvería a aparecer. Y se esfumó. Mi mujer no quiso darle las misas. Pero una noche Eduviges me despertó con gritos y, señalando al rincón, tartamudeaba: ¡Allí, allí! Y, efectivamente, era otra vez la difunta. Así que fue mi misma esposa la que ordenó las misas para mi mamacita. Y nunca más he vuelto a verla en el rincón de la casa.

Tras las confesiones de los dos, vino el silencio al voltear y darse cuenta de que estaban solos en el portal, con una oscuridad en la que apenas se veían las caras, los alertó un ruido que provenía del lado oriental de la calle. Pusieron atención y oyeron pasos, alguien se acercaba. Y súbitamente surgió ante ellos una figura cadavérica que portaba un féretro sobre sus hombros, el macabro personaje desfiló frente a ellos, que no salían de su asombro. El enviado del inframundo se deslizó junto al guardia que dormía plácidamente y se perdió rumbo al castillo de San Juan.

Los dos hombres huyeron despavoridos. Contando a todos después la razón por la cual no visitaban más el lugar, se creó La leyenda del Espectro de la Puerta de Tierra que, según ellos, rondaba noche a noche por las calles de la muralla.

Pero estos no se percataron del verdadero hecho y es que una media hora más tarde volvió a pasar por la Puerta de Tierra, ahora de occidente a oriente, el cadáver con su féretro a cuestas. Pero no era ningún fantasma. Simplemente se trataba de Chang, un chino carpintero que había llevado un ataúd de regalo a un compatriota suyo pero como este dormía, el carpintero volvió cargando el féretro.

Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
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