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El erizo y el globo

Había una vez un erizo que vivía solo en el bosque. Nadie quería estar con él, porque su púas pinchaban mucho.

Un día, cerca del agujero donde vivía el erizo, apareció un globo rojo sobre un charco de barro. El cordón estaba enredado en algo parecido a una rama y el globo no podía subir.

- ¿Qué haces ahí, globo? -preguntó el erizo.
- Me he quedado atrapado -respondió el globo-. El niño que me llevaba no ha querido mancharse las botas y me ha dejado abandonado.
- Yo te ayudaré -dijo el erizo.
- ¡Espera! Con esas púas tan puntiagudas me pincharás, y no quiero deshincharme.
- Tranquilo, globo. Confía en mí -dijo el erizo-. Cortaré el cordón pinchándolo con mis púas.

El erizo se metió en el charco para cortar el cordón con sus púas y dejar al globo libre. Pero…

- ¡Oh, no! -gritó el erizo-. ¡Son arenas movedizas!

El erizo empezó a hundirse en el barro poco a poco. No sabía qué hacer. ¿Quién salvaría ahora al globo? ¿Y quién le sacaría a él de las arenas movedizas?

- Tranquilo erizo, yo te ayudaré -dijo el globo.
- Pero, ¿cómo? -preguntó el erizo.
- Tienes el cordón junto a ti -dijo el globo-. Cógelo con la boca y corta el extremo con tus púas.
- Tengo miedo -dijo el erizo.
- Tranquilo, amigo. Confía en mí -contestó el globo.

El erizo cogió el cordón con la boca y pinchó el extremo que quedaba libre hasta que lo liberó de la rama. El globo ya podía subir, pero el erizo pesaba mucho. Sin embargo, el globo se esforzó para conseguirlo. No podía defraudar a su nuevo amigo.
Tranquilo, no te dejaré caer -dijo el globo.

El erizo no pudo contestar, porque tenía el cordón en la boca. Sin embargo, se movía intentando salir, pero no podía.

-¡No te muevas! -le dijo el globo-. Será más fácil para mí subir si estás quieto. ¡Confía en mí!

El erizo no entendió muy bien por qué tenía que estar quieto, pero decidió confiar en el globo. 

Finalmente el globo logró despegar con su amigo picudo colgado en su cordón.

-Gracias amigo -dijo el erizo cuando lograron aterrizar-. Te daría un abrazo pero…

Los dos amigos rieron como nunca antes lo había hecho. Y así fue como el erizo y el globo se hicieron amigos.

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