Elefante Trombón tenía el jardín más bonito de todo el pueblo. Cada día regaba las flores usando su enorme trompa. ¡Bien! –decía a su amigo el perrito Perry-, así me ahorro la mangueras, ¿ves? Trombón cansado de cuidar su jardín, entró en su casa para leer un libro de cuentos que le gustaba mucho. De repente vio con espanto como unos ratones se comían sus libros. ¡Fuera de aquí! –Les gritó a los ratoncitos-.¡Ahora no podré leer mi libro de cuentos! Trombón cansado de que los ratones se comieran todos sus libros, los atrapó y los ató a un enorme cohete rojo. -¡Bien! –dijo -. Os voy a mandar a las nubes. Ya no volveréis a comeros mis libros. Pero un ratoncito muy travieso que había logrado escapar cortó la cuerda sin que lo viera el elefante y la ató a la pata de Trombón. ¡Adiós ratoncitos golosos! ¡Ya no me molestareis más! –dijo Trombón. Pero al salir disparado el cohete, no fueron los ratoncitos los que volaron por el aire sino el enorme elefante. ¡Socorro! ¡Socorro! –gritó -. ¿Qué es lo que ha pasado? Los ratoncitos miraban divertidos como el elefante subía cada vez más alto. ¡Ahora nos comeremos todo tus libros! –dijeron los ratoncitos. Habiéndose librado del pobre elefante, los ratoncitos se dispusieron a comerse todos los libros. ¡Viva! ¡Viva! –gritó el más travieso Pero los golosos ladronzuelos encontraron pronto su castigo. Terminada la fuerza del cohete, Trombón, dejó de subir y cayó encima de ellos. ¡Ay! ¡Ay! ¡Socorro! –Gritaron los ratoncitos-. Eso nos pasa por malos. El elefante que era muy bueno, perdonó a los ratoncitos y estos le prometieron portarse bien. Trombón les regaló unos buenos pedazos de queso y les dijo: Es mejor que seamos amigos, ¿no? ¡Si! ¡Si! –contestaron los ratoncitos.