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Categoría: Ciencia Ficción

El despertar

Despertar, observar, sentir. ¿Qué es eso que veo? Hace un momento me encontraba… ¿Dónde? ¿Me habré desmayado? No lo sé, pero ahora me encuentro solo en este pequeño cuarto con paredes claras con extraños diseños que mi débil vista no me permite distinguir. Mis manos están frías, me cuesta moverlas para ponerlas en mis mejillas. Luego de un ardo labor de subidas y bajadas, consigo tocar mi rostro desconocido. El silencio abunda a mí alrededor, como si me encontrara en el abismo, acompañado sólo por el lúgubre silencio. Todo a mí alrededor en estático. Todo.
Disfruto por algunos momentos como mi cabeza oscila de lado a lado, mientras yo con mis débiles manos trato de mantenerlas en una sola posición, es difícil. Me rindo. 
Estoy cansado; creo que prefiero recostarme de vuelta a mi cálida almohada que por cierto, se me hace muy familiar; como si hubiera pasado mis siete vidas de gato apoyado en ella. Aunque si estoy vivo, es porque no me muerto. Según recuerdo los humanos vivimos solo una vez. Luego todo se acaba. No hay más, por lo tanto comprobando mi hipótesis antes planteada no he muerto, al parecer.
A mi derecha hay un mueble metálico, que sobre este, en su espalda lleva unos cuantos frascos, un termómetro, pastillas, entre otros objetos extraños que desconozco. En la pared sobre la mesa hay un cardumen de botones de distintos colores, que le dan un pequeño toque de alegría a este frio cuarto 4x4 con aspecto de mausoleo. También hay un teléfono, me gusta verlo, es perfecto. Tiene sus curvas, un cable blanco que da vueltas y vueltas. Es chistoso. Y tiene sobre sus botones, estos extraños símbolos que no recuerdo como se llaman, ah sí, Números. Uno, dos… ¿Qué viene ahora? Lo he olvidado. Quizás lo recuerde luego, creo que tengo una serie de vacíos mentales. No recuerdo porqué, pero me cansaría mucho pensando en el hecho que me produjo eso y me trajo hasta aquí. ¡Tres! Ya lo recuerdo. Era el tres, el número que venía después del dos.
A mi izquierda hay una cortina azul, que deja pasar un poco de luz y que me revela su color oscuro. Al costado se logra ver la punta de una tímida ventana, por la cual unos débiles rayos pasan triunfantes, acabando tristemente su rumbo desde el sol, a los pies de mi cama.
Luego me acordé de varias cosas que antes no tenía en mi mente y me volvieron a la memoria: la gente, mi familia. ¿Dónde estaban? ¿Qué ha pasado con ellos? Cada vez que sentía que recobraba más la energía y con ello, las ganas de volar para irme a la vida. Luego de estar mucho rato recostado, me senté en la cama, y por algunos segundos me entretuve mirando mis pies descalzos y peludos.
Disfruté examinando mis dedos, y como los movía. Cuando los tocaba con mi otro pie, me daban cosquillas es algo que sentí muy extraño, pero placentero; como si fuera una sensación que tenía olvidada. Algo que hace tiempo que no existía.
Apreté mis puños y me decidí a poner los pies sobre el piso, que estaba aproximadamente 30 cm bajo mis pies. En un momento me sentí listo, y salté. Cuál fue mi sorpresa cuando sentí como mis pies tocaban el piso y fuertemente yo caía sobre mis rodillas como peso muerto. Me desplomé y vi en cámara lenta como mis brazos débilmente se extendían para evitar que mi cabeza se estrellara contra la baldosa gris. Mis brazos también estaban débiles y ahora era todo mi pecho, mi cabeza y mi cuello cayendo con todo su peso sobre mis abatidos codos. Me estrellé contra el suelo, como si yo fuera un grano de arena, que cae al suelo desde una roca alta.
Me sentí abatido y fue más cómodo descansar yaciendo en el piso que intentar hacer un inútil esfuerzo por subir a la cama. Sentí como en dolor trepaba por mis rodillas hasta llegar a mi boca. Grité. Fue un desahogo pero igualmente el dolor mordía todo mi cuerpo. Ahora me doy cuenta el disfraz que estoy usando. Un ridículo traje de fina tela celeste, que revela la extraña forma de mis piernas y mis delgados brazos. 
El piso esta frío, lo sentía con mi mejilla izquierda. Observaba las cosas y aparatos extraños que habían del lado derecho de mi cama, objetos que antes no pude ver porque se encontraban en el piso. Mientras alucinaba cosas, y se me empezaban a cerrar los ojos, escuché un ruido. Me estaba quedando dormido, cuando una sombra se acercó a mí.

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