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El curioso ladrón de guante sucio

La ciudad de Bella City estaba conmocionada. En una ciudad en la que no había delitos de ningún tipo, un simple robo suponía un gran drama. Pero cuando los robos se empezaron a repetir noche tras noche, el drama alcanzó las proporciones de catástrofe. 

En realidad, no faltaba nada. Entonces, ¿qué terrible delito podía alterar así la paz de Bella City? Lo que el ladrón robaba era el bien más preciado de los bellacitenses.

-Capitán Williams, el ladrón ha vuelto a atacar esta noche -informó el agente Johnson-. Esta vez el lugar afectado ha sido el museo de arte contemporáneo.

-Ayer el museo de arte moderno, antes de ayer el museo de antiguo, el día anterior el parque BellaNatura… -murmuraba el Capitán Williams.

-Los daños son aterradores, capitán -insistió el agente Johnson-. Los ciudadanos están aterrados. No saben qué hacer. Cada vez hay más desmayos y las urgencias están desbordadas con personas con ataques de ansiedad, incluso con ataques de pánico.

-¿Otra vez lo mismo, agente? -preguntó el Capitán Williams-. ¿Los mismos daños, las mismas pérdidas?

-Cada vez va a peor, Capitán -dijo el agente-. 

-Cuéntame otra vez lo que ocurre, agente Johnson -pidió el Capitán Williams-. Hay algo que se nos escapa.

-El ladrón en cuestión, Capitán, se pasea por los lugares más bellos de nuestra bella ciudad, robando lo que más preciamos sus habitantes: la belleza -informó el agente Johnson-. El ladrón se dedican a tocar con sus guantes todas las cosas hermosas de nuestra ciudad, dejando manchas en todo lo que toca.

-Por eso le habéis puesto ese nombre, ladrón de guante sucio, ¿no? -dijo el Capitán Williams.

-Sí, señor, así es -respondió el agente Johnson.

-Y la cosa va cada vez a peor porque el ladrón tiene los guantes cada vez más sucios, ¿cierto? -dijo el capitán Williams.

-Cierto -dijo el agente.

-Entonces, ¿estáis seguros de que lleva guantes? -preguntó el Capitán Williams.

-Bueno, mi capitán, nadie sería capaz de aguantar tanta suciedad en las manos -dijo el agente Johnson-, por eso hemos llegado a la conclusión de que…

-¡¿Cómo?! -interrumpió el Capitán Williams-. ¿No habéis comprobado si hay huellas dactilares en las manchas o restos de ADN?

El agente Johnson se quedó petrificado. Con lo limpios y pulcros que eran en aquella ciudad, la idea de que alguien pudiera ser tan cochino como para no lavarse las manos en semanas era inconcebible.

Sin mediar palabras, el agente Johnson salió corriendo a recoger muestras en las escenas de los crímenes. En pocos días dieron con el ladrón de guante sucio, que era un importante ladrón buscado por la Interpol que, admirado por la belleza de Bella City, no había sido capaz de llevarse nada y que lo había tocado todo como si así lo pudiera disfrutar más.

-Tengo curiosidad, señor -dijo el Capitán Williams al ladrón-. ¿Por qué no se lava usted las manos?

-Pensé así conservaría más tiempo el recuerdo de tanta belleza-dijo el ladrón.

-Jamás oí excusa más absurda -dijo el Capitán Williams-. Es usted un cochino. Y si no se lava ahora mismo voy a encerrar en una bañera hasta el juicio.

Poco a poco Bella City se recuperó del susto, a medida que valientes voluntario limpiaban los lugares atacados para que volvieran a ser los de antes.

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