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El clóset II

Hace unos doce años sucedió lo que a continuación les platico. Vivia en Guaymas una persona de nombre Manuel García cuyo apodo era “Triboli” y cuya profesión era la de ser patrón de barco.

En sus años de bonanza, fue cooperativista de una importante firma guaymense. Siempre tuvo bastante dinero.

Sus cuentas en los bancos podrían contarse en poco más de diez. Una para cada institución bancaria, porque según decía el propio Manuel, era para proteger su dinero.

Su vida transcurría en las continuas parrandas y siempre presumía de su inmensa fortuna.

Un día, unos pillos que nunca sobran, lo estuvieron espiando mientras parrandeaba y cuando Manuel se dispuso a salir del bar “El Gambrinus”, afuera lo esperaban tres tipos mal encarados.

Uno era Jesús Castro Nápoles, apodado el Brujo; otro Francisco Romero mejor conocido como “el canguro” (dicen que porque era abogado) y el tercero era Marquitos Tinajas.

Cuando Manuel abandonó el lugar de mala muerte, fue tomado y subido a la fuerza a una carreta jalada por un par de mulas y un burro -el nombre de las mulas eran Marthita de Fox y Vicente y el burro se llamaba Felipe Calderón-, de inmediato enfilaron rumbo al cerro del Vigía.

La carreta con los cuatro tipos (los tres secuestradores y el Manuel) apenas avanzaba por el enorme peso.

Cuando doblaron por la Serdán para pasar por el monumento a Juárez, en la subida, el pesado cuerpo de Manuel que iba completamente ebrio, se les cayó.

Como pudieron lo subieron de nuevo a la carreta jalada por el par de mulas y el burro ya mencionadas y en eso Manuel despertó furioso por no saber donde estaba.

En un tono poco entendible preguntó: -”¿On toy?...” y cuando apenas terminó la frase, Jesús, el Brujo, le propinó tremendo garrotazo entre frente y ojos y lo puso a dormir el sueño jarocho, para que no diera la lata y se calmara un poco.

Cuando llegaron al lugar que tenían designado para mantener secuestrado a Manuel, aún iba dormido por el fuerte cabronazo propinado horas antes.

Lo metieron a un clóset y lo encerraron con llave. Para esas horas su amigo y confidente Santiago Tinajero, había dado parte a la Policía de la desaparición de su amigo.

Los gendarmes los buscaron por mar y tierra pero Manuel no aparecía. Sólo dentro del clóset se escuchaba un leve quejido que decía: “!Ay, ando crudo, denme alcohol...¡”

Y para no contrariarlo, le pusieron un embudo en la boca y le metieron dos litros de alcohol con agua. Y le cerraron la puerta al clóset. De nuevo a dormir la borrachera.

En eso estabn cuando llegó la Policía y atrapó a los secuestradores. De tanto ir y venir, y por el mero alboroto se les olvidó Manuel encerrado en el clóset.

A los cinco días que despertó de la borrachera solo y adentro con su encierro dijo con voz lastimera: “! ey, ey, quien sea, pónganme el embudo otra vez...¡”

Pasaron otros cinco días y Manuel continuaba encerrado. Cuando por fin lo rescataron estaba tan entumido y crudo que no pudo caminar en un mes y tuvo que acudir a rehabilitación. Pero sus captores estaban conmpungidos y desde la cárcel le mandaron dos litros de alcohol con agua para que se la curara. Desde entonces se le quitó lo presumido a Manuel.
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