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Categoría: Hechos Reales

El circo

A los diez años, me convertí en empresario circense y como este era un circo pobre, asumí el rol del Sr. Corales, que para el que no lo sabe, es el que cumple todos los roles.
Fui el que lanzó la original idea en el corro de menudos amigos y vecinos una noche estrellada y tibia de verano en un tranquilo pueblo sureño a mediados de los años sesenta. Ahí estábamos unos doce mocosos de entre seis y diez años de ambos sexos, descansando después de haber jugado, como todas las noches, a las escondidas, sentados en la hierba.
- ¡hagamos un circo! - impuse mas que sugerí, entusiasta.
- ¿..?
- ¡mañana!, la función será aquí mismo - indique dictatorial el sitio eriazo frente a nuestras casa, proyecto trunco de una plazuela que nunca se construyó y que a falta de faroles, escaños y árboles frondosos, contaba con una extensión de pasto silvestre y un añoso árbol, que mi ignorancia llamará desde ahora ciprés, que estuvo ahí en una esquina, no gracias a la preocupación del edil, sino a la sabia y errática naturaleza.
- la pista estará al lado del árbol - señalé con índice resuelto a mi demudado auditorio.
- pero... ¿y los artistas? - se cuestionó la Tuti.
- con ellos hablas - respondí desde la altura de mi olimpo.
- ¡yo no quiero ser payaso! - reclamó Carlos Echeverría (archivé mentalmente su molestia).
- ¡yo seré el trapecista! - se precipitó el Salazar grande.
- ¡y yo el mago! - completó el Salazar chico.
- ¡¡¡silencio!!!. Yo soy el dueño del circo.
Luego fui eligiendo a los candidatos mas indicados para la representación e impartiendo las órdenes pertinentes para que todos, sin excepción, el día de mañana a las cinco de la tarde nos reuniéramos con los implementos necesarios para habilitar la pista del circo. Determine, sin objeciones, que la función comenzaría a las ocho de la noche en punto, por lo tanto habría tiempo suficiente para que cada artista desplegara el máximo de iniciativa para desempeñar de la mejor forma posible su personaje. Acepte magnánimo algunas sugerencias aprobando las mas atinadas y rechazando de plano las idioteces o bromas de mal gusto. Después de todo un empresario debe saber cuando ponerse serio.
Cite a toda la comparsa, pues, para el día siguiente, premunidos de los atuendos que cada personaje requería, usando todo el ingenio posible, insistí majadero. A Carlos Echeverría lo llamé para un lado y lo enriquecí con algunas sugerencias para lograr una robusta actuación y le di a elegir su nombre artístico, fue así que se bautizo como el payaso "pirulín". Su nominación se debió ex-profeso por su actitud díscola demostrada anteriormente, que puso en jaque mi autoridad. Asumiendo luego con humildad la designación manifestó que le sacaría una peluca a su mamá y se pondría una pelota de ping-pong de furioso granate en la nariz, además, obviamente, de una vestimenta ad-hoc.
El Salazar grande, en su calidad de trapecista (papel que finalmente consiguió), debía concurrir premunido de un trozo de cuerda, que ataríamos a la rama más alta del ciprés para sus peligrosas evoluciones en el trapecio. La Tuti seria el segundo payaso (no tiene sentido hacer payasadas solo, creímos).
La elección se basó más que nada en que no necesitaría peluca y tenía una simpática cara de tony, argumento, este último, más que válido. Les pedí seriedad a los payasos y que ensayaran alguna rutina graciosa, además desde ese instante deberían hablar con voz de falsete, de esta forma grité histriónico:
- ¡¡¡¡reeespetaaable públicoooo!!!!- fue muy celebrado mi pragmatismo.
Al otro día, después del aseo y preparación de la pista, el Sr. Corales pego un afiche multicolor en el tronco del ciprés, con el dibujo de un payaso, un horrible elefante y un león raquítico, más la siguiente leyenda:
-"hoy en Bulnes. ¡única función! Del gran circo de los hermanos Espinoza. A las ocho de la noche" y en letras mas chicas: "con la actuación espesial de los grasiozos payasos "pirulin" y "Tuti" y en el trapesio de la muerte "Danny Chilean Salazar" y muchas sorpresas mas"
El nombre del circo se debía a la hegemonía de los Espinoza, ya que además del empresario-Sr. Corales, estaban en el grupo de artistas sus dos hermanas menores.
A las siete de la tarde todos nos juntamos bajo la inexistente carpa multicolor del circo, llevando subrepticiamente nuestros atuendos e implementos.
Concordamos que a las siete y treinta daríamos una vuelta por la cuadra vestidos con nuestras galas y toda la parafernalia que anuncia la llegada de un circo, por lo tanto, todos desempeñaríamos también el papel de músicos. Yo como Sr. Corales me pinte con un corcho quemado unos bigotes enroscados y me puse una corbata y los suspensores de papá.
Para mi hermana Ana, la irascible, tenía destinado un papel protagónico. La obligué a meter su vestido dentro de sus calzones rojos (muy convenientes para la ocasión), calzarse unas botas de goma para la lluvia y con un palo de escoba y un gorro de cumpleaños, paso a ser la guaripola que encabezaría el desfile. Le ordené una rápida práctica, debía marchar levantando las rótulas, sonriendo todo el tiempo (fue lo mas difícil), con la mano izquierda en la cintura y moviendo con la diestra y donaire sin par, la guaripola.
Vendrían a continuación los improvisados músicos (era circo asaz pobre). El Pedro con dos tapas de ollas tocaría los platillos, además era el domador de la monachita. Precisamente la Katy, mi hermana menor, haría este último papel, que encontró humillante en un principio, pero la convencí con argumentos prácticos de que la mona era siempre la favorita del público y como era egocéntrica, acepto de buena gana. La vestimos con un pijama de una pieza tipo buzo, pantuflas, una máscara de mono y una cola de trapo, además tenía a su cargo la ejecución de una corneta de cumpleaños. El Salazar chico era el mago y percusionista, llevaba una olla colgada al cuello que redoblaba con dos ramitas. Los otros niños, por su bajo perfil, tenían papeles secundarios y se limitarían a silbar, batir palmas o emitir sonidos apropiados solamente con sus cuerdas vocales, además de constituir el grueso del público.
Toque mi pito de señor Corales, con el que papá dirigía el tránsito, para dar inicio al desfile y recién entonces saque de una bolsa mi instrumento musical : ¡¡una gaita!!.
La había descubierto un rato antes colgada en el baño de casa. Me puse bajo el brazo izquierdo el recipiente blanco enlozado, pase por detrás del cuello el tubo de goma café y comencé a soplar la boquilla, el adminículo de color negro ubicado al otro extremo:
- ¡¡¡tum - tu - tu - tu - tummmmmm!!! - todos me miraban con admiración, reconociéndome como su líder natural.
Mi madre que a esa hora escuchaba su radioteatro, salió a la puerta a ver que significaba toda esa algarabía. Casi se desmaya. Primero vio a la guaripola, dignísima en su papel, con sus calzones rojos (era tarde ya para enmendar el rumbo, mas que sílfide parecía un ganso con pañales), sonriendo emblemática, un oscilante palo de escoba en la diestra y marcando el paso con sus botas de goma. Descubrió luego al mono cuando le grito fuera de contexto y toda disciplina:
- ¡ hola mami ! - (dije antes que era egocéntrica).
Yo muy ufano de mi obra, deje de soplar la gaita por un instante para guiñarle un ojo y ella desorbitó de espanto los suyos cuando reconoció el instrumento. Una vez recuperada de la primera impresión, levanto su mano, no para saludarme sino para amenazarme. Moviéndola paralela a la cara de atrás hacia adelante, como anunciándome: "te las voy a dar..." reconozco empero que fue estoica, noble y pletórica de amor maternal en ese momento, ya que solo recibí la lluvia de coscorrones mas tarde, una vez terminada la función, por haberle sacado del baño el artilugio utilizado para las lavativas estomacales y mas encima por meterme en la boca la parte destinada por la ciencia médica a otro conducto menos gracioso.
Retomemos el hilo conductor de la historia. Dejemos a mi madre al borde del colapso. Después del paseo de rigor frente a nuestras casas, que no causo mayor expectación en los adultos, salvo alguna sonrisa aquiescente y el casi desmayo de mamá, nos dirigimos a nuestro circo en gloria y majestad, conducidos por la guaripola Ana, la irritable. El público estaba constituido básicamente por nosotros mismos mas los artistas secundarios, se habían agregado "pillín" y "cholo" dos perros vagos del barrio.
La banda anuncio el esperado inicio de la función, toqué mi silbato y salté a la pista en medio de los aplausos, saludé al respetable y anuncié de inmediato a los payasos, mi intervención fue muy débil, sin chispa, aprendí que "el que mucho abarca poco aprieta". Los payasos salieron a la pista por detrás del árbol, Carlos Echeverría con una peluca rubia y una nariz ping-pong roja, polera a rayas negras y amarilla, pantalón a cuadros, la Tuti solo con la nariz y boca pintada, el resto era parte de su naturaleza.
Carlos ahora imbuido de su personaje, antes mirado con desdén, gritó exultante:
- ¡¡ reeeespetable pu- (aquí le salio un gallo accidental)-blicooo... !!
Que fue lo que causó una espontánea hilaridad, calentando al público hasta ahora frío. Algo desconcertado, siguió con su rutina. Dirigiéndose a Tuti le preguntó con payasesca voz:
- ¿sabes en que se pareceeeee un genio y un trapecistaaaaa?.
- ¿.......? (la Tuti paralogizada por el pánico escénico comenzaba a llorar).
- ¿sabes? ¿aaah? - algunos rieron creyendo que el payaso Tuti se hacia el taimado a propósito.
- bueno, en que el genio tiene-sesooooos y el trapecista sesos-tiiiene- nadie rió.
El Sr. Corales y el payaso pirulín captando el momento de tensión reinante, se acercaron a Tuti que estaba tiesa y la sacaron de la pista donde dejo como recuerdo una pocita de meados y lloraba ahora histéricamente. Fue una ovación, el público aplaudía de pie, un éxito rotundo, tanto es así que obligue a pirulín a salir a la pista y con una gran reverencia agradeció el bis.
Como el show debe continuar aun en los momentos mas difíciles, anuncié al mago, que andaba vestido de riguroso negro y a falta del sombrero de copa reglamentario, por razones de presupuesto, usaba una chupalla de huaso. Su varita mágica era una rama del árbol. Realizó un numero increíble para los ignorantes de la física: tomo un vaso de agua, lo cubrió con un trozo de papel y lo volcó ¡no cayo ninguna gota de agua!. Como el mago tenia orden de no hablar, solo inclinaba la cabeza para agradecer los efusivos aplausos. Luego se sacó la chupalla, hizo unos pases con su varita mágica, tiro unos polvos imaginarios y extrajo de su interior un conejo de peluche apelmazado. En un tris pasó de héroe a villano. Se retiro, no obstante, con dignidad, a pesar de las pifias generalizadas.
El tercer numero no se realizó debido a la negativa rotunda del mono - Katy - egocéntrico, que estaba en ese momento tratando de consolar al payaso - Tuty - traumatizado. El domador lanzó un suspiro de alivio.
El plato fuerte de la noche era "Buddy Richard Salazar". Me equivoqué al anunciarlo, pero nadie se percató. Emergió por un costado del árbol-trapecio, serio, peinado hacia atrás con jugo de limón, con unas pantys rojas de lana y sobre estas un ajustado pantalón de baño blanco y a modo de capa una multicolor toalla de playa (era la mas triste caricatura de un súper héroe). El trapecio colgaba de la rama más alta del ciprés. El grave y temerario artista se sacó la capa ante la silente expectación del público y la dejó sobre el hombro de la guaripola cascarrabias, que había permanecido durante toda la función a un costado de la pista en actitud estática-sonriente con la mano en la cintura. Pedí a la banda un redoble de tambores (en este caso de ollas). Todo el público estaba con el alma en un hilo. Vimos subir a Pat Henry Salazar con la gravedad de su oficio por las ramas del árbol hasta tomar posesión del trapecio, sentándose en la cuerda. Comenzó a balancearse lentamente hasta alcanzar el impulso necesario para su primera proeza. De pronto en un acto de arrojo inesperado, seguido de gritos de exclamación, que lograron incluso silenciar los sollozos de Tuty y derretir la sonrisa congelada de la pertinaz guaripola, echo de golpe su cuerpo hacia atrás, quedando colgado solo de sus corvas. Afortunadamente los vítores y aplausos no lograron opacar la majestad y el ruido inconfundible del mejor pedo que recuerdo. De esta forma desastrosa e intempestiva debió terminar su actuación que fue lo mas contundente y gracioso que se haya visto (y escuchado naturalmente).
La Tuty, otrora payaso triste, aprendió que "la risa es remedio infalible" y se desternillaba usando este sano y barato recurso en su beneficio como terapia post-traumática, abrazada al mono solidario.
Los aplausos y carcajadas duraron cinco minutos. Peter Rock Salazar se esfumó al igual que su espectacular pedo y no fue visto durante una semana.
El final apoteósico fue abruptamente roto cuando vimos aparecer a un grupo de callamperos, unos pailones que vivían en las ranchas al otro lado del canal, que premunidos de una pelota invadían nuestro territorio para jugar una pichanga. Cuando nos vieron, irrumpieron en crueles mofas, risas sarcásticas y amenazas, luego:
- ¡ya! Se mandaron a cambiar de aquí cabros de mierda...
- lorea el mono - cacha el tony... Ja-ja-ja-ja...
- ¡apurense maricones!
- hay mijita rica - dijo un peluzón chico y ordinario, acosando a la guaripola colérica e intentando darle un pellizco, pero recibió como justo castigo un guaripolazo en las canillas.
Con mas premura que dignidad recogimos toda la infraestructura circense y acongojados emprendimos la retirada expulsados de nuestro paraíso por la supremacía de la fuerza bruta. De esta forma terminaba la única función del circo. Pero al Sr. Corales aun le esperaban en casa los coscorrones por el uso indebido de la gaita.
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
  • Media: 4.37
  • Votos: 38
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