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El chico inteligente

~~Una vez, en algún lugar de Irán cuyo nombre no se recuerda,  un molinero iba con su burro caminando despacito hacia su molino. El animal llevaba en el lomo dos grandes alforjas repletas de trigo. El camino era largo y pesado, así que el hombre decidió parar en una posada a reponer fuerzas. Dejó al burro atado junto a la puerta y entró. Pidió algo comida, bebió agua fresca, y cuando salió para continuar su trayecto, el burro no estaba.

~~Lo buscó por todas partes pero parecía haberse esfumado. Mientras miraba por la parte de atrás, junto al pozo de agua potable, se encontró con un joven que pasaba por allí. Desesperado, se acercó a él.

– ¡Eh, tú!… ¿Has visto por aquí a mi burro? Llevo un rato buscándolo y no aparece por ningún lado.

El chico le miró a los ojos y no dudó en contestar.

– ¿Es un burro que está ciego del ojo izquierdo, es cojo de la pata derecha y va cargado con sacos de trigo?

El hombre levantó las manos y dio un salto de alegría. Su cara estaba colorada y parecía a punto de explotar a causa de tanta tensión acumulada.

– ¡Sí, sí! ¡Ese es! ¡Menos mal que lo has encontrado! ¿Dónde está mi burro?

– Lo siento señor, siento decirle que yo no he visto a su borrico – dijo el chico con cara de circunstancias.

~~ ¿Qué?… ¿Me estás tomando por idiota? – se enfureció el molinero – ¡Pues te vas a enterar! Ahora mismo vamos a contarle todo esto al alcalde y él hará justicia ¡Te propinará un severo castigo por mentiroso!

El hombre, que era alto y fuerte, cogió al debilucho muchacho por una oreja y le llevó a rastras hasta el hombre más sabio y justo de la ciudad. Le contó la historia del borrico y tras escuchar atentamente todos los detalles, el alcalde se dirigió al chico.

– A ver… Seamos sensatos. Si no has visto al burro de este señor ¿Cómo es que sabes perfectamente cómo era?

El joven se explicó con claridad.

– Yo estaba junto al camino por donde pasó el burro. Me di cuenta de que la huella de su pata derecha era menos profunda que la huella de su pata izquierda, por lo que deduje que el burro cojeaba de esa pata. También vi que había menos hierba en el lado derecho del camino y eso me hizo pensar que estaba ciego del ojo izquierdo y que había comido la hierba sólo en el lado por el que podía ver. Junto a las huellas del burro también había granos de trigo y por lógica imaginé que se le habían caído de las alforjas al caminar.

Los dos oyentes  se quedaron asombrados. Nunca habían visto a un jovencito tan inteligente y  brillante.  El molinero tuvo que pedirle disculpas y salió de la sala avergonzado y dispuesto a seguir buscando a su burro. El alcalde le felicitó y le auguró un buen futuro.

– Me ha sorprendido gratamente tu capacidad de pensamiento – le dijo sonriendo y dándole un pellizco cariñoso en la nariz – ¡Quién sabe!… ¡Quizá seas tú el próximo alcalde!

El joven estalló en carcajadas y se fue por donde había venido.

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