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Categoría: Metáforas

El Guerrero

Después de la gran batalla, aun quedaban en el aire los mortales ruidos de las espadas, y los ecos del dolor de todos los muertos.
Con el corazón aun despierto latiéndole como un tambor; el respirar del ultimo hombre poco a poco se hacia calmo; como un naufrago al llegar a la orilla desde el fondo del mar.
Respiro profundo y con su espada aun en la mano, la clavo en la tierra; se paro firme y resuelto y…lanzo un grito al cielo:
- ¡Estoy Vivo!
Con la garganta agitada y la voz quebrada, cerró sus ojos solo un momento; levanto sus manos llenas de sangre como si estuviera embarrado de tierra viva. Preocupado comenzó a revisar con sus ojos y sus manos el resto de su cuerpo.
Sus ropas estaban destrozadas, llenas de manchas rojas y barro. Con la calma, despertaron como niños los dolores de su cuerpo…; un hilillo de sangre caía como un río a través de sus piernas, como si fueran la mies de un árbol viejo; hasta llegar como serpientes a la tierra; su cuerpo estaba lagrimeando.
Sentose en la humilde y maternal tierra; fiel testigo de aquella épica batalla, y vio una selva infinita de animales y hombres inanimados, adornados por los colores de la sangre, y el brillo de las espadas; como si en la muerte encontraran el fraternal abrazo de la Paz. Allí estaban todos, unidos, adornando la tierra hasta el horizonte; como si fueran el otoño de un árbol…que deja caer sus secas hojas a la tierra.
De pronto le llegaban los recuerdos: Como fue que llegué?…Como fue que salí?…; se echo y miro al cielo buscando una respuesta que no encontraba; el sol naciente abrazaba su piel herida, y el abanico del viento aquietaban lentamente su mente atormentada.
Sintióse vivo…libre, pero muy solo.
Una ola de pensamientos inundó su mente…inquietándole, haciéndole ponerse en pie sin desearlo. Cogio su espada y entendió que no sabia que hacer, ni adonde ir. Angustiadamente pensó en su Rey…y comenzó a llorar, le necesitaba, pero estaba tan lejos…
Con un aire fresco la voz del Rey llego a resonar los cielos, alucinándole el alma:
- Aun deseas servirme…Guerrero!
Era la voz de su señor! Con los labios trémulos y lágrimas cayéndole de emoción, suspirando le salio una voz que no era de el:
- Mi Señor…mi vida es tu fuego!
Su corazón tan igual a los caballos comenzó a galopar, a latir con furia; y de sus ojos salieron chispas, enmarcando su rostro de los colores amarillo y naranja, sus brazos aun heridos se pusieron erguidos y tensos; el guerrero amaba el fuego…la lucha; allí se sentía vivo.
Hablaba y peleaba solo, contra los vientos y los ruidos que salían de su alucinada mente; veía cientos de fantasmas peleando, gritando. Cuando de pronto con el atardecer cayendo, todo se hizo un total silencio, soberano, como la negra noche,…solo podía escucharse el latir de su corazón y el sudor que chorreaba de su frente.
Con su gran instinto animal, observo el horizonte que aun moribundo iluminaba toda la tierra; a una distancia el guerrero vio un puntito negro que se movía, acercándose. Poco a poco mientras el atardecer se apagaba, el puntito negro se agrandaba; ya no muy lejos se escuchaba claramente el sonido del galopar de un jinete; entendió que era otro guerrero.
Supo que aun debía pelear; se erguio y se puso a esperar, atento. Sus manos mordieron con odio su espada y su puñal; y sintió el sabor de la muerte…
Cuando el jinete llego a estar al frente del guerrero, paro y pregunto:
- Quien eres?
El guerrero miraba al frente y veía: a un hombre con traje de guerra del color de la noche y la muerte, montado en un caballo negro; su rostro estaba cubierto por una mascara de oro, veía que de sus ojos salía una luz blanquísima, y de su boca despedía como el perfume de una rosa.
Sin pensar mucho mas, sintió la erupción del fuego de su oscuro interior; y como un tigre salvaje gruño sonidos del séptimo infierno. Felinamente salto asido de su espada y su puñal sobre el jinete enmascarado, embistiéndole, y haciéndole caer de su caballo negro. Los dos cuerpos rodaron haciéndose uno, agitándose mutuamente por salir del torbellino de miedos y odios; diestramente el guerrero clavaba una y mil puñaladas sobre el cuerpo de su enemigo.
No paro hasta que sus brazos entraban y salían del cuerpo, sacándole las entrañas. Cuando ya cansado y sintiendo que aquel cuerpo yacía vencido sobre la tierra, paro un momento. Vio que sus manos y su cuerpo estaban húmedas por la sangre aun caliente del jinete.
Se aparto del vencido cuerpo y vio que la sangre y las entrañas del enmascarado estaban regadas por todas partes.
Jubiloso por su triunfo acercose al agonizante cuerpo y le quito con ansiedad la mascara de oro, y cuando le miro, mucho se estremeció, y sin creer lo que veía comenzó a reír como un loco. El hombre que estaba muriendo tenía su mismo rostro.
El guerrero, extrañado y muy sorprendido pregúntole al moribundo:
- Quien eres tu!…Yo te mate!
Casi agonizante el hombre de negro suplicole al guerrero que acercara su oído a sus fríos labios; respirando débilmente le dijo:
- …Soy…Tu…Alma…
Al guerrero erizole la piel y sin dudar y masticando la rabia de un tigre; al moribundo le clavo su puñal…en el centro del pecho; no paro hasta que el hombre soltó aquello que lo unía a sus carnes: su último aliento. Con una sonrisa en sus labios le susurro al guerrero:
- Aaaaahhhh…..
El guerrero se paro muy tranquilo y aun con la espada y el puñal en las manos, comenzó sin un rumbo a caminar. Ya era muy tarde y la noche ocultaba la tierra, solo la luna alumbraba. Y un guerrero caminaba solo por el mundo, pues no tenía alma, ni una sombra que le acompañe.
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 651
  • Fecha: 20-11-2002
  • Categoría: Metáforas
  • Media: 5.56
  • Votos: 109
  • Envios: 4
  • Lecturas: 7047
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
francisco duran escobosa
invitado-francisco duran escobosa 24-03-2003 00:00:00

la verdad me faltarían palabras para elogiar este magnifico cuento, muchos saludos y felicitaciones,de lo mejor.....

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