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Categoría: Románticos

EN LA ROCA SOLITARIA

ALLÁ ESTABA ELLA, HERMOSA,
TENTADORA, INMÓVIL,FRÍA,
SEDUCTORA, EXQUISITA...
APASIONADA...¡MUERTA!

Apolo castigaba la extensa llanura sin látigo, sin fuete, con ira,enloquecido, la naturaleza completa sentía los látigazos de aquel dios vengativo, cruel, sádico... morían las hierbas, secas, muertas por la sed, las hojas quemadas en los árboles, el suelo cubierto por una alfombra de hojas secas... el calor era sofocante... allá, sobre la ladera de la montaña, el humo, una lengua de fuego arrzaba con todo...

Los pájaros huían atemorizados, los animales escapaban hacia la charca cuya piel cada vez era más caliente... era un infierno, algo incomparable, un ambiente pesado... ni las nubes
se atrevían a salir, un silencio profundo en medio
de la llanura y sobre la gran piedra solitaria, se veía la figura de un hombre mirándose en las aguas cristalinas de la la profunda charca que ya había empezado a perder profundidad por aquella ola de calor...

Allí estaba Alberto, llevaba horas mirando el fondo de la charca, con una flor seca en su mano derecha, arrancando los pétalos, murmurando, tirándolos al agua y verlos perderse entre las aguas del remolino...

Allí, en medio de ella,de aquella embrujada charca, que se alimentaba de las lágrimas de los amantes traicionados por el amor, por la vida, por las amantes que habían escogido aquella piedra para inmolarse en nombre del amor, aquella piedra grande y solitaria bajo el enorme árbol de jobillo que había sido testigo de tantas tragedias, estaba la imagen de Elizabeth, su novia de muchos años, la sirena de sus fantasías, la mujer que le había robado su corazón.

Por ella lo dejó todo, su esposa, sus hijos, sus riquezas, sus tierras, casas, autos, joyas... todo lo dejó, solo un libro de poemas llevaba consigo... Y aquella rosa roja, hermosa que había arrancado del jardín de la escuela...

Ella, su niña como la llamaba, su ninfa, su princesa, su todo, su nada, la razón de ser de su vida había convertido su corazón de piebra en uno sensible, de carne, de uno capaz de amar hasta el suplicio...

El sol azotaba con fuerza su frente, secaba su sudor que corría salando sus mejillas, estaba semi desnudo, sentía los látigazos en su espalda cual Cristo que se dirigía por la senda hacia el calvario... pero seguía lanzando los pétalos de su ya malchita rosa...

Allí estaba ella, bajo las aguas cristalinas, flotando, nadando, riendo... su traje de seda transparente, pegado, sellado a sus senos que se veían espléndidos, llenos de vida, con sus pezones erectos... su pelo negro, largo, su cuerpo se movía como una linda sirena...

Las lágrimas corrían por la mejilla, aguas turbulentas brotaban de aquellos dos ojos casi muertos, insensibles, las lágrimas corrían por su pecho, se deslizan sobre la enorme roca, caían suicida hacia la charca, penetraban la superficie de la charca y bañaban a Elizabeth, quien sorprendida miraba hacia arriba descubriendo la figura de su amado que ya deshojaba el último pelo, lo besaba y lo lanzaba con un suspiro entremecedor...

Y ella se movía hacia el remolino de la charca, y desaparecía de la mirada de Alberto...

Pero las horas se quemaban, el viento soplaba más fresco, las aguas de la charca estaban cristalinas, cantaba un pájaro en la copa de un árbol, las nubes se vestían de gala...

Alberto miró de nuevo, secó sus lágrimas, tomó un jobillo que había caído sobre la piedra, lo llevó a su boca, sintió el agrio sabor... una sonrisa adornó sus labios, sintió el peso de la noche que entraba en silencio y se metía bajo las aguas que ya no se veían cristalinas...

Escuchó el murmullo de las almas en penas que de noche se reunían a consolarse, a mirarse en las aguas desde la gran roca... sintió cuando se sentaban cerca de él, no los veía, pero sabía que estaban, que lo venían a buscar...

Se levantó, tomó su camisa... y lentamente bajó de la roca... hubo un silencio profundo... solo el silencio del silencio se escuchaba... comenzó a caminar por la senda que conducía a la casa grande... pasó por la escuela, tomó una rosa blanca... tocó a la puerta... allí estaba su esposa... que extraño lo esperaba... y aquella dulce voz sonó en sus oídos como una linda melodía...

__¿Regresaste amor?¡Qué bueno!... pero ya es tarde... amo a otro...

Y volvió a caminar, pensativo, sin odios, sin celos, sin reproche... y caminó toda la noche deshojando flores y dejando que la luna lo amará, que las estrellas lo iluminarán y desapreció en las sombra de las sombras, entre risas, carcajadas...
FIN
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 4.23
  • Votos: 48
  • Envios: 1
  • Lecturas: 4612
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Amanecer
invitado-Amanecer 15-08-2004 00:00:00

No tengo palabras. Sublime descripción del sentimiento. Un pequeño mundo de emociones. Allí en el lago mirando sereno la amada que no volverá. En esta historia no hay rencores, no hay reproches, simplemente una dulce realidad. Este es el mensaje que mas tiempo me ha tomado, esa apacible calma (como dijo Llorens Torres) con la cual relata, me ha dejado muda, quieta ...

Angel F. Félix
invitado-Angel F. Félix 28-10-2003 00:00:00

José Luis, romántico y poeta, nos muestra a un Alberto anacoreta de Elizabeth, simple quimera, enamorado, para acabar en saber, esposa le abandonado. ("En la roca solitaria", de José Luis Sánchez)

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