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Categoría: Terror

EL PARAGUAS DE BERTA

El paraguas es un verdadero martirio para Berta, siempre olvidado y siempre nesecitado en los lugares y ocasiones más inoportunas o oportunas, según se mire. Ocurrió el desastre, aquel 13 de diciembre por culpa del paraguas.

Amanecía un día en verdad primaveral, así es que Berta dejó el paraguas junto al chubasquero, bien dispuesto, para otra ocasión, en el perchero de la entradita.
Berta es más bien fea, pero, la adorna y distingue un porte, lánguido y romántico que le presta la esplendorosa melena, que le alcanza los tobillos exíguos, que sostienen dos piernas largas, muy delgadas de rodillas nudosa, siempre ocultas por faldones imposibles de describir.

El cielo, de camino al trabajo, comienza a encapotarse de limbos amenazantes, no tarda en sembrarse la calzada de gotas como eras. Berta malhumorada se dice encarando la frente al cielo: "Llueve cuanto quieras, no volveré por el maldito paraguas".

Cuando llega al trabajo, está literalmente hecha una sopa. Allí entre los enmohecidos muros del complejo industrial, que data de la revolución francesa, comparte techo con el amor de sus amore, Julio, el encargado de personalm, maduro padre de familia numerosa, sin más gracias que las desgracias de una mosculatura violenta de cargador de muelle.
Julio, la ve pasar por frente a su despacho en dirección a los roperos, enternecido por la impronta de la chorreante figura, la invita a entrar.

-Seque la ropa al calor de la estufa, mientras esperaré fuera.
-Gracias, señor. No tiene porque salir...

El hombre, que anda ya de buena mañana achispado, se complace ante el panorama de huesos, que Berta no tiene reparos en airear. Como no encuentra resistencia de modo o palabra, hace lo que piensa se espera de un "macho ibérico". Como una brizna de paja, terminado el asunto, Julio se sacude de su cuerpo, las manos ansiosas de la enamorada Berta.

-¡Vístete, zorrita calentona! -Insulta, ahora inquieto.
-Pero... -tartamudea, la infeliz.
-¡Al tajo! -resopla el otro.
-Tenemos que hablar...
-¿De qué? ¡No intentes buscarme problemas! ¡largo!
-Julio, te quiero...
-¡Fuera, valiente loca!
-Esto no quedará así -amenaza, Berta, con voz ronca.
-"Esto" te lo has buscado tú, acosádome, ofreciéndote como un putón. Agradece que no se lo cuente al gerente.

-

Todo ha cambiado en la pequeña casa de Berta que parece tocada por un hálito a sentina. las paredes se alargan mientras los techos quieren aplastar la torturada cabeza.
-¡La culpa es del paraguas..., y el será el vengador de mi amor ultrajado! -habla a su osito de peluche "Cuquiro".
-Claro -le contesta el osito-, bien dicho y mejor hecho, si te atreves a llevar a termino tus amenazas, querida.

Como la casa es una sacristía de bien organizada, pronto encuentra Berta; guantes de goma; botas de agua cuatro veces su número, recuerdo de un amor olvidado, y una afilada hacha carnicera. Toma del artillo un macuto militar de otro amor en desgracia, con el todo a la espalda se encamina se encamina a la puerta del piso. "Cuquito" le recuerda momentos antes de salir:
-¡El paraguas!
-Gracias, Cuquito.
-Suerte...

Como esperaba, allí está el hombre, repasando papeles en su cubil. Sin mediar palabra, inca la punta del paraguas en un ojo del desprevenido Julio, que ni tiempo tiene de exhalar un ¡ay! de auxilio.

Despedaza con precisión el cuerpo, sin saña ni odio, muerta de todo sentimiento. Limpia hasta la última gota de sangre; quema los libros de entrada del personal. Botas, hacha y los trocitos del asesinado los arroja a la caldera que ruge como un león hambriento ante el inesperado festín.

Después de consultar el relog, sin prisas se dirige a su puesto en la línea. Gasta bromas y ríe con aspereza, cualquier chiste. Desayuna un bocadillo de carne a medio hacer, olvidada de ascos culpables. Terminadas las ocho horas de trabajo sin noticias del asesinado, hace su rcreso a casa con paso reposado, aceptando agradecida que la brisa del medio día, mece la pesada cabellera negra, como un torrente de golondrinas.

-¡Ola, Cuquito!
-¿Todo bien, Berta?
-Terminado el trabajo, con menos faena que me dió el soldado. No hay móvil, ni huellas, ni testigos. No te preocupes, querido.

La noche se cierra tranquila. Llega una madrugada limpia para dar paso a un nuevo día lluvioso y triste.
Se acícala, Berta, más que otras veces. Piensa: "Seguro que el primer turno de la tarde, le echaría en falta. Devieron pasar unas cuantas horas para que decidieran buscarle..., llamar a su casa..., a la policía.

Un timbrazo enzordece los oídos de Berta. Tres policias, uno de paisano, le dan los buenos días.

-Por favor acompañenos, señorita, es puro tramite -añade, el de paisano, con distraimiento estudiado-. hemos encontrado el que parece ser su paraguas, manchado de sangre junto a la boca de la caldera.
Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
  • Media: 5.69
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
lorenzo
invitado-lorenzo 13-05-2003 00:00:00

me encantan este tipo de cuentos,la autora describe habilmente la situacion para llevarnos a un desenlace sorprendente

Mabel
invitado-Mabel 05-05-2003 00:00:00

A mí no me ha parecido en absoluto largo. Un cuento con final inesperado, de esos en los que piensas un buen rato después de haberlos leído. Personalmente, me ha gustado, sobretodo la protagonista del cuento, un tanto trastornada y obsesa, que se toma muy en serio el desplante del "macho ibérico". Para que los "machos" se atrevan... ¡Ah! Y no he podido votar. La ventana no me lo permite, pero seguiré intentándolo.

Ana Maria
invitado-Ana Maria 17-04-2003 00:00:00

Sory el cuento puede ser barbaro pero aburre lo largo que es . Sory pero pienso que es demasiado largo.

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