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Categoría: Metáforas

EL PAJARO SOÑADOR

El pequeño pájaro, estaba muy quieto aquella tarde. En sus ojos se adivinaba un pensamiento lejano y triste.
Su hermoso plumaje brillaba al sol y le devolvía una maravillosa gama de colores en destellos de luz.
- ¡Qué pena de pajarito! ¡ Es tan hermoso! - Exclamaba todo el que lo veía.
Era cierto, daba pena por lo bonito que era. Cuando algo es bello y sin embargo tiene algún defecto, despierta la compasión de los demás. Si no es bonito, lo que inspira es el desprecio; pero este no era el caso de nuestro amigo.
El pájaro en apariencia, era perfecto. Tenía la cabeza de color amarillo, el cuello y la parte de abajo del pico, era violeta; el pecho blanco y toda la capa roja; en las alas, brillaba el verde claro y en la cola, sus plumas eran azules de añil; pero no podía volar. Sus alas de tan hermoso plumaje, no tenían fuerza para batirse y emprender el vuelo.
- ¿Qué es un pájaro que no puede volar? – Se preguntaba una y otra vez mientras de sus ojos brotaban lágrimas que empapaban las plumas pequeñas y brillantes de su cabeza.
Vivía en una jaula grande donde nunca le faltaba comida y agua. Colgado de un balcón, podía ver el paisaje y recibir el agradable calor del sol.
- ¡Que suerte tienes! – Le decían otros pájaros que se detenían en su vuelo para saludarle.
- ¿Por qué decís que tengo suerte? – Les preguntaba.
- ¡Claro que la tienes y mucha! Tú no te preocupas de buscar la comida, ni el agua durante todo el día como nosotros. – Le decía uno, con toda la razón.
- Tú no tienes miedo al frío, ni a la lluvia; nosotros en cambio, debemos encontrar refugio cada noche para no morir de frío en las heladas madrugadas del invierno. – Le dijo otro.
- No sé de qué te quejas, tienes quien te cuide y quien te quiera. – Parecía que las razones de los demás pájaros eran muy lógicas sin embargo, las suyas también lo eran.
- Sí, tenéis razón; pero yo estoy triste por que no puedo volar. – Los otros se miraron en silencio asintiendo con sus cabezas luego, remontaron el vuelo dejándole solo con sus pensamientos.
- ¿Por qué he nacido pájaro? Si fuera otro animal, no tendría esta desgracia. Los perros, los gatos, los caballos...y in sin fin de animales más, no tienen alas. ¿Por qué yo sí las tengo si no me sirven para nada? ¡Qué injusticia! Mi corazón ansía cruzar los cielos y atravesar las blancas nubes. ¡Que maravilloso sería dejarse llevar por las corrientes y...¡Volar, volar, volar!...
Esta era su constante pena; todo lo demás no significaba nada para él.
Estaba agradecido a su dueño por que lo había recogido del suelo cuando, al abandonar el nido, comprobó que sus alas no le servían. Si no hubiera sido por él, algún animal se lo habría comido.
Le tenía un gran cariño y se lo demostraba saltando de un palo a otro de su jaula cuando se le acercaba y le decía algo en el extraño lenguaje de los humanos.
Sus días, eran todos iguales. Siempre mirando el mismo paisaje: Las montañas, de tan lejanas se fundían con el cielo azules como él. Solo cambiaban las formas de las nubes. ¡Cuantas distintas! Contemplándolas pasaba horas y horas. Se imaginaba que eran otros seres de formas increíbles, animales desconocidos. A veces, eran iguales a los que estaba acostumbrado a ver: un perro, aquella tenía la misma cara que el hombre de la tienda de enfrente, esta otra se estaba transformando en la cabeza de un gran pájaro de pico parecido al de las terribles águilas.
En los atardeceres, el cielo era un inmenso espectáculo de colores; las nubes iban cambiando del violeta al azul, luego eran rosas, para ir tornándose en naranja, cada vez más oscuro, hasta volverse completamente rojo mezclándose con otras ya grises, hasta que, en un extremo, aparecía grande y luminoso el sol color naranja brillante, al que ya se podía mirar sin miedo y que se perdía lentamente, como si se escondiera detrás de la tierra. Muchas veces contemplando los atardeceres, el pájaro pensaba que el cielo era tan cambiante y tan fantástico que, si algún pintor lo pusiera así en uno de sus cuadros, muchos llegarían a pensar que no era real..
Lo que más le gustaba a nuestro pequeño amigo, era ver el amanecer. Cada mañana de verano, cuando su dueño le dejaba dormir en el balcón, miraba salir el sol por de tras de las lejanas montañas que había a la izquierda.
Era un momento muy hermoso cuando el cielo, cada vez más y lentamente, se iba iluminando. Luego, se volvía de un suave color rosa y se recortaba el contorno de las montañas con un halo de luz dorada. El cielo se iba poniendo más azul y por un pico, se empezaba a ver el disco rojo del sol cada vez más brillante, más dorado, hasta que no se podía mirar de tan luminoso. Entonces, el cielo era azul intenso.
Sus hermanos se despertaban con la luz del recién estrenado cielo y con su constante ir y venir entre los árboles, llenaban la mañana con sus cantos. ¡Cuánto les envidiaba! ¡Qué pena de pajarito tan triste! Solo podía saltar de un lado a otro de su jaula.
Una mañana, cuando el sol saliente se volvía más brillante, uno de sus rayos llegó hasta él y le iluminó de tal manera, que pudo ver en su interior.
Se quedó muy sorprendido al contemplar todo lo bueno y hermoso que tenía dentro de él mismo. Comprendió que los colores que adornaban su plumaje, eran el reflejo de lo que llevaba dentro. Allí todo era paz y armonía.
- Si tengo todo esto dentro de mí, ¿Por qué no soy feliz? –
Entonces, sin proponérselo, de su garganta surgió un trino tan ligero y melodioso que al escucharlo se sintió emocionado. Lo repitió y cada vez era más hermoso; su espíritu, empezó a flotar enganchado de las notas de su nuevo canto y fue alejándose cada vez más y cuando abrió los ojos, vio que estaba volando. Su sorpresa fue tan grande que dejó de cantar. Entonces, se dio cuenta, de que no se había movido de su jaula, que seguía en el balcón; pero todavía tenía en su corazón la emoción de su primer vuelo.
- ¡Por fin he aprendido a volar! – Se dijo muy feliz.
- Lo tenía dentro de mí y no me había dado cuenta. Si no puedo volar con mis alas, lo haré con mi canto.
Así fue como en aquel balcón, se escuchaba cada amanecer el más bello canto de todos los que llenaban la mañana. Sus trinos hacían que todo el que pasaba por allí, se detuviera para mirar al pequeño pájaro y sonriendo, se sentían felices por un momento por que aquel maravilloso canto les hacía olvidar sus tristezas, aunque solo fuera por unos instantes.
Cada mañana, cuando miraba el amanecer, cantaba su mejor canción agradeciéndole al sol aquel rayo que le iluminó y le ayudó a encontrar dentro de él lo más hermoso..
Su imaginación, no tenía límites; pero, ocurrió algo en su vida real, que nunca había imaginado, mientras cantaba y volaba.
Un día, vio a alguien extraño en casa de su dueño. No sabía quien era aquella mujer, que se había ido a vivir con su amo. El hombre se veía muy feliz y le hablaba con mucho cariño; siempre la acariciaba y sus ojos se volvieron muy lánguidos de tanto mirarla.
- Debe de ser la hora de que mi amo tenga una pareja. Si es feliz, me alegro por él por que yo nunca la tendré. –
Todo iba muy bien, hasta que una noche, en que el otoño se estaba acabando, a su dueño se le olvidó meterle dentro de la casa y se quedó en el balcón helado de frío. El pobrecito tiritaba y de nada le servía esponjar sus plumas y meter la cabeza entre las alas. Hasta que el sol salió, no pudo entrar en calor. Creyó que aquella noche sería la última de su vida.
Otra noche, su dueño se dio cuenta del frío que le estaba haciendo pasar y lo metió en casa.
- Pobrecito, ¿Has tenido mucho frío? Ya no te dejaré más en la calle. - Al escuchar las palabras de arrepentimiento y cariño; todo el rencor que había sentido por él durante la fría noche, se le pasó. En agradecimiento se puso a saltar y a cantar.
- No se cómo puedes aguantar a ese pájaro siempre con ese piar, yo no lo soporto. –
- Es un canto muy bonito y alegre, ¿Por qué no te gusta? – Dijo su amo, extrañado.
- Me molesta ese constante piar tan estridente, además no nos va a dejar dormir. – Sin decir nada más, cogió un trapo negro y tapó la jaula.
Para el pobre pájaro, se hizo de noche en un instante; asustado dejó de cantar y de saltar. Después de unos minutos de total oscuridad, el pájaro empezó a pensar serenamente.
A pesar de que no veía nada con sus ojos, en su mente se hizo la luz y vio la realidad de su vida tal como era.
- ¡Qué tonto he sido! Creía que podía volar y salir de la rutina de esta jaula. He visto países y gentes y he creído que era cierto, pero, todo eran imaginaciones; la única verdad de mi vida son mis limitaciones y este encierro. Soy un pájaro inútil que se cree que es normal por que vuela con su imaginación.
Soy un pobre e insignificante pajarillo que se ha creído que su canto es hermoso y no es más que un piar al que hay que poner fin tapando la jaula.-
El pobre pájaro lloró en silencio; procurando que sus sollozos no se escucharan para no causar más molestias a su amo.
De nuevo amaneció y el sol iluminó la mañana. Como todo los días, su dueño sacó la jaula al balcón hablándole con cariño.
- Ven, mi pequeño amigo, te pondré aquí para que el sol te alegre y cantes como solo tú sabes hacerlo. – Su amo lo miró extrañado por la quietud del animalito. Ese día no saltaba de un palo a otro de su jaula como siempre que veía la luz de la mañana.
- ¿Qué te pasa, bonito? ¿Por qué estas tan triste? – El pájaro pensó: ¿Cómo, con qué palabras le podía explicar a un ser humano todo lo que él sentía? ¡Era imposible! Jamás le entendería; así que haciendo un gran esfuerzo, empezó a cantar. Quería que su dueño pensara que todo iba bien, pero su corazón estaba herido por la verdad y ya nunca más se curaría.
- Cuando el sol me iluminó, creí que era algo hermoso y especial y fue entonces cuando aprendí a cantar y a volar con la imaginación. Ahora, la oscuridad me ha devuelto a la realidad. Me ha enseñado como soy sin fantasías. Ya mi canto no es alegre, ni me transporta a otros lugares, ¿Cuál es la verdad? ¿Lo que soñamos ó lo que vivimos? Puede que sea una mezcla de las dos cosas. Soñando soy feliz por que puedo hacer lo que en la realidad no es posible. Luego, me despierto y todo se desvanece y vuelvo a ser muy desgraciado, pero las dos formas de vida están dentro de mí. ¿La realidad será una parte de sueños y otra de despertar? Sí, seguramente será así. Por que la felicidad y la tristeza se mezclan igual que la fantasía con la realidad, lo bueno con lo malo, la noche con el día y el frío con el calor.
A nuestro querido pájaro, en su eterna lucha por conocer y analizar lo que sentía; se le fue gastando la vida. Cuando supo que estaba llegando su final, la conclusión de todas sus meditaciones fue esta: - “De nada sirve vivir. He pasado por el mundo y no he hecho lo que ansiaba, no he conocido a quien me hubiera gustado, no he aprendido nada de lo que me interesaba. Lo he deseado todo y no he conseguido nada. Cuándo me haya convertido en polvo ¿Habrá servido para algo mi paso por la vida?
Todo seguirá igual y los que alguna vez me amaron, continuaran con sus alegrías y sus tristezas. ¿Para qué he pasado por todo esto si no he cambiado nada? En la inmensidad del universo, un pequeño pájaro es menos que una mota de polvo. ¿Qué sentido tiene todo esto?”-
Con este pensamiento, sus ojos se cerraron y su corazón se paró para siempre.
Al día siguiente, cuando su dueño se disponía a sacarlo al balcón, vio que el pájaro se había muerto.
- ¡Pobrecito, se murió esta noche y no me he dado cuenta! – Lo cogió por una patita y lo tiró a la basura.
A los pocos días, había otro pájaro saltando y cantando en la misma jaula. Las gentes que pasaban todos los días por debajo del balcón, no se dieron cuenta de que aquel pájaro no era el mismo de siempre.
Al final, parece que nuestro pequeño amigo tenía razón cuando pensaba que nada es lo que uno se imagina. Que no sirven de nada los sufrimientos, ni las ilusiones.
Pasamos los mejores años de nuestra vida intentando saber por qué estamos aquí. Luchamos por tener cultura y poder que al final, no es nada.
Todos acabamos como nuestro pajarito: Muertos en la oscuridad y sustituidos por otro al día siguiente.
A nuestra mente le cuesta mucho asimilar que no somos lo que nuestro orgullo y vanidad nos dice; nos creemos tan importantes e imprescindibles que nos damos por ofendidos en nuestra dignidad cuando pensamos que nos han faltado al respeto; que a pesar de todos nuestro esfuerzos por ser mejor que los demás, por saber más y tener más poder; seguimos siendo unas pequeñas motas de polvo en la inmensidad del universo.



FIN
Datos del Cuento
  • Categoría: Metáforas
  • Media: 5.2
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Alexandra
invitado-Alexandra 08-08-2004 00:00:00

En verdad, considero que lo que expresaste en tu metáfora es ,en gran parte, cierto. Muchos de nosotros gastamos gran parte de nuestra vida en tratar de encontrar respuesta a los enigmas con los que venimos al mundo, renegando de lo que tenemos e intentando cambiar aspectos de nosotros que en realidad son de agradeser y de disfrutar. Debo añadir también, que no todos acabamos en "la basura" y "sustituídos" al momento de dejar de habitar el mundo. Cuando en verdad uno es apreciado, aunque deje de vivir entre nosotros, se queda aferrado al corazón y a la memoria de sus seres cercanos. ¡Te felicito por tu expreción!

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