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Categoría: Terror

EL EXPERIMENTO

Cada día despertaba sintiendo que estaba en un laberinto, el cual conocía su inicio y su final.

Mis padres pensaban que yo, no era un ser normal. No terminé mis estudios, ni quise trabajar ni acopiar amistades... Yo sabía que todo era un laberinto del cual me había cansado de jugar...

Un tío, hermano de mamá, tenía una interesante tienda de animales. Un día por curiosidad decidí conocer su negocio. Cuando llegué, me recibió y atendió muy bien. Aquel ambiente lleno perros, gatos, ratas, monos, aves, peces, me impresionó... Verlos enjaulados me pareció injusto, cruel. Privarlos de su libertad era como arrancarles el alma como chorrito de caño malogrado… Sentí el impulso por liberarlos... Me fijé bien que nadie me viera y le abrí la jaula a uno de ellos, pero asombrosamente no quiso escapar... Parecía que lo único que esperaba, aparte de su alimento, fuera la libertad de la muerte...

A la distancia mi tío me observaba, atentamente. De pronto, escuché su voz:

- Allí está la diferencia entre el animal y el ser humano: el animal se da por vencido cuando agota todas sus fuerzas; la esperanza, es sólo humana...

Me dio unas cálidas palmadas en la espalda y me entregó un obsequió: una rata blanca. Le agradecí con gran alegría, y lo llevé a mi casa, pero no quise liberarlo. Mientras llegaba a mi hogar pensé en realizar un plan, un experimento…

Papá se puso muy contento al verme ocupado en aquella extraña empresa. Un día, me preguntó:

- ¿Qué estás haciendo, hijo?

- Es un experimento, papá - respondí.

Dentro de mí, pensaba que un animal, o un ser humano no podrían renunciar a su libertad. Sólo necesitaban conocer su propia naturaleza, y encontrar su ambiente…

Tuve una amiga que había encontrado un pequeño nido con dos colibríes recién nacidos. Los cuidó hasta que crecieran, para después liberarlos. Cuando llegó el momento, los pajarillos se negaron a abandonarla... Fue entonces en que pensó en llevarlos a su ambiente natural, el bosque… Y fue allí en que los dos colibríes escucharon el llamado de la libertad...

Mis pensamientos no eran tan diferentes a los de mi amiga, pues yo quería saber el por qué las personas no se escapan de sus jaulas mentales, de sus costumbres impuestas, de sus metas plásticas... Trabajan, comen, descansan... pero, no encuentran su verdadera naturaleza, su contento, su libertad... Pareciera que buscaran laberintos más complicados, reconocimientos por logros personales, el efímero momento de la alegría y el poder adentro de sus laberintos... Si les dieran su libertad, sólo la aceptarían cuando ya han agotado sus fuerzas, sus sueños, sus vidas… pues, antes de esto, no sabrían qué hacer con élla... pues, no reconocen su ambiente y no pueden escuchar el llamado de su propia naturaleza...

No descansé hasta terminar siete laberintos. Todos diferentes. Unos más complicados que otros y pintados de colores diferentes. Hechos con material de madera, de vidrio, con ventanillas, con caminos anchos, con caminos cortos... Así como el gran laberinto de las ciudades.

Cuando todo estuvo listo, coloqué a la rata dentro del laberinto. Cogí un trozo de queso y se lo di, el otro pedazo lo coloqué en la salida. Utilicé el más simple, y la rata, a quien bauticé con el nombre de Sócrates, encontró rápidamente la salida... Demostró ser un roedor inteligente e intuitivo.

A medida que pasaba las pruebas, Sócrates tuvo mayor disposición en jugar. Cada vez, terminaba el juego con mayor celeridad. Tuve que construir laberintos más complicados, pero la rata parecía anticiparme, encontrando la salida casi sin esfuerzo. En ese momento lo sentí superior a mí, como si se estuviera burlando mudamente de mi experimento.

Comencé a pensar en las personas, lo hábiles que son cuando gozan de gran inteligencia o tienen algún don que satisface el servicio a la civilización. En mi familia, comenzaron a engreírlo como una mascota. Lo cargaban a sus cuartos, le daban buena comida y hasta pensaban encontrarle una pareja... Me di cuenta que éllos se identificaban con Sócrates, estaban en el mismo juego, en el mismo laberinto, en la misma espera... Quise liberarlo y lo llevé a los basurales, pero fue inútil... Él, sólo quería continuar jugando. No tenía esperanza, no era humano; y quizás muchos de los bípedos sin pelos, no son humanos...

Cambié de actitud. Cerré las salidas a todos los laberintos. Bajo aquellas condiciones deseaba conocer la respuesta de Sócrates... Cuando lo veía agotado, echado por el ir y venir de un lado a otro, le tiraba un trozo de queso cerca de él. No lo regresaba a su jaula, ni deseaba que tuviera contacto familiar; sólo lo cambiaba de laberinto en laberinto, sin dejarlo ver otra cosa. De cuando en vez le abría la puerta de salida, pero no siempre le dejaba alimento, de tal manera que el encuentro con su comida fuera imprevisible… Quería aturdirlo, quería maximizar su intuición... Sócrates comenzó a perder motivación, sus movimientos se volvieron recelosos, como queriendo morir, hastiado de todo... Tuve que cambiarle su dieta de queso y leche por carne cruda, pero carne de rata. Llegó a acostumbrarse a su nueva dieta y la rata comenzó a metamorfosearse. Sócrates, se volvió agresivo y nervioso, sus uñas y dientecillos le crecieron tanto que parecía que tuviera navajas en sus píes y agujas en su boca, pues todas las paredes de los laberintos comenzaron a deteriorarse. Le quité la carne y le empecé a echar sobre el piso chorritos de sangre coagulada… Sócrates, asombrosamente, aprendió a consumirlo... No se imaginan el cambió que ocurrió con su aspecto, ya no era aquella dulce ratita blanca de ojos rojizos… Ahora era una rata larga y huesuda de escasos pelos grises y ojos violetas, dando la imagen de un engendro de murciélago...

Quise averiguar sus impulsos cuando, con un pequeñisimo bisturí, le empecé a pinchar haciéndole sangrar levemente. Sus ganas de luchar en contra de mí eran impresionantes… Sus brillantes y saltones ojos violetas destilaban un odio atroz, ni un instante me soltaba la mirada. Se le veía tan maligno, tan conspirador, tan peligroso...

Una noche soñé que Sócrates comenzó a crecer tanto que salió de su infierno y se lanzó a devorarme, chillándome: "¡¡Tu serás mi experimento!!"… Desperté abruptamente e inmediatamente reforcé las paredes de los laberintos y, aún asustado por la pesadilla, decidí dejarlo sin comer ni beber durante tres días... Cuando volví a verlo, no pude dar fe al horror… Sócrates, se había tragado su propia cola, se había rasgado sus escasos pelos de su huesudo cuerpo y se estaba comiendo sus genitales... Por más queso, agua, dulces que le daba, él seguía comiéndose a sí mismo, hasta morirse desangrado... Con aquel nefasto espectáculo, concluí mi experimento…

Ya muerto Sócrates, lo eché al tacho de basura. Mientras regresaba a mi hogar, pensé en realizar un experimento más ambicioso… Decidí estudiar Diplomacia... Mientras me volcaba de lleno en mis estudios, ante la alegría de toda mi familia, soñaba en construir una ciudad, igual a un gran laberinto, pero esta vez, tendría que escoger otro "animal", y allí comencé a pensar en casarme...


Joe 18/01/04
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 6672
  • Fecha: 21-01-2004
  • Categoría: Terror
  • Media: 5.38
  • Votos: 65
  • Envios: 5
  • Lecturas: 3458
  • Valoración:
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Comentarios


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4 comentarios. Página 1 de 1
mafalda
invitado-mafalda 07-12-2012 00:00:00

PEAZO DE FINAL! CASARME!WOW JAAJA EXCELENTE,POBRE SOCRATES !! XD

Celedonio de la Higuera
invitado-Celedonio de la Higuera 04-02-2004 00:00:00

porque lo considero completamente original. Está lleno de filosofía y consigues que nos paremos a pensar sobre nuestras propias jaulas. Es una historia que consigue atrapar al lector y a medida que avanza se va haciendo más interesante. El final es verdaderamente inquietante y se queda abierto para que nos paremos a pensar en serio sobre nuestra propia vida. Creo que has conseguido mucho con un relato de terror. Mi más sincera enhorabuena. Saludos.

Constantin Velásquez
invitado-Constantin Velásquez 31-01-2004 00:00:00

Llegué a este hosts con la esperanza de encontrar algo bueno, pero sin embargo, me encontré con pura basura inefable e indigna de ser leída. Esta parece una flor entre el estiércol, muy bien relatado, una narrativa y poder de redacción excelente, un tema envolvente, un desarrollo atrapante, y un final relamente sorprendente.

Alberto Vázquez Salas
invitado-Alberto Vázquez Salas 23-01-2004 00:00:00

te felicito por lo bien detallado que esta tu cuento, pues explicas las cosas de una forma tan concreta que te hace sentirte sino el protagonista, por lo menos un testigo silencioso. Intuyo que tipo de animal utilisara el protagonista para su proximo experimento, pero prefiero no mencionarlo y dejarlo al criterio de cada quien.

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