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Dufy

Había una vez un modesto granjero llamado Don Fortunato. Éste vivía en una pequeña granja a las afueras de un pueblo con la única compañía de su perro Dufy. Pero Dufy era un fiel compañero y no solo se encargaba de defenderlo mientras su dueño dormía, sino que además ayudaba mucho a Don Fortunato en las tareas de la granja. 

Un día Don Fortunato tuvo que ir al pueblo a comprar alimentos y le pidió a Dufy que cuidara de la granja. El perro asintió con un ladrido y un fuerte movimiento de cola y su dueño se marchó tranquilo. 

Pero cuando Don Fortunato salió de allí, un hambriento zorro que llevaba días vigilando la granja, esperó el mejor momento para entrar a robar algunas gallinas.

- Eso perrito, ve dentro a beber agua… - dijo el zorro entre dientes- ¡Este es el momento perfecto!

El zorro entró en la granja y al verlo las gallinas comenzaron a cacarear asustadas, lo que alertó a Dufy, que salió al patio corriendo hacia él y ladró tan fuerte que logró ahuyentarlo justo antes de que lograra atrapar a una gallina.

Dufy se quedó preocupado. ¿Y si el zorro hubiese conseguido su objetivo? ¿Qué le iba a contar a Don Fortunato? Se hubiera llevado un gran disgusto, con lo bueno que era con él…

Cuando Don Fortunato volvió encontró la granja en orden, tal y como la había dejado. Pero sin embargo Dufy tenía algo de preocupación en su mirada.

- ¿Estás bien Dufy?
- ¡Guau! - dijo Dufy asintiendo tratando de no preocupar a su dueño.

Esa noche los dos fueron a dormir sin saber que el zorro aguardaba fuera dispuesto a conseguir su objetivo. Esta vez ya conocía el terreno, de modo que entró mucho más rápido hasta el lugar donde dormían las gallinas y pudo elegir a la más grande de todas. 

En cuanto la primera gallina se despertó, todas comenzaron a cacarear muy fuerte pidiendo auxilio. Dufy y Don Fortunato oyeron el escándalo de las gallinas y salieron corriendo al patio. Dufy corrió y corrió todo lo que sus patitas le permitieron para atrapar al zorro, pero fue imposible y finalmente el zorro escapó con una gallina entre sus dientes. 

Dufy regresó muy triste hacia Don Fortunato sabiendo que no había cumplido con su obligación y dispuesto a asumir su castigo. Pero para su sorpresa, no fue así. 

- ¡Gracias amigo! No importa que hayamos perdido a una gallina. Has demostrado ser el perro más valiente del mundo, y te estoy igual de agradecido que si la hubieses logrado recuperar. 

Dufy asintió con un fuerte ladrido. Sin duda tenía el mejor dueño que un perro pudiese imaginar.

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