Hola viejo, desde hace mucho tiempo no te veo, la verdad tengo un vago recuerdo de tí, de salir corriendo cuando te veía doblar la esquina y abrazar tus piernas, luego tu me alzabas y me llevabas a casa a caballito, en ese tiempo te creía mejor que Batman o Superman, no había nadie que pudiera compararse a tí, eras el mejor futbolista, el mejor amigo, el mejor chofer, me enseñaste desde travesuras hasta a portarme bien en la iglesia, poco a poco fui creciendo y seprándome un poco de tí, ya no te creía tan sabio, ni tan superhombre. De pronto... un día ya no doblaste la esquina, yo no me percaté hasta que descubrí a mamá llorando en el que fue vuestro cuarto, en ése momento decidí que había perdido mi ídolo de infancia, se derrumbó la estatua de mármol que te había erigido, y te olvidé, al menos eso creía yo. Hoy a mis años me veo como tú, mis hijos corren a recibirme cuando llego a casa, me encanta jugar pelota con ellos, como tú me enseñaste, los regaño cuando debo hacerlo, exactamente igual que tú, imagínate ya peino canas al igual que tú, y a veces al verme al espejo... me parece estarte viendo a ti, con una pequeña diferencia, este adulto que está aquí ha comenzado a extrañarte, me hacen falta tus consejos, me hace falta verte, inclusive me hace falta abrazarte y darte las gracias por el tiempo que estuviste conmigo acompañandome en mis primeros pasos, me haces falta viejo. Sabes? te estuve buscando durante varios meses, quería decirte todo ésto sin embargo creo que no podré hacerlo por el momento, por eso lo escribo en dos copias una que guardaré para mí, y otra... la otra que quedará junto a tu lápida.

Perdon viejo por llegar tarde.