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De Magia

- Te propongo que salgamos lo más temprano posible. Se escuchó la voz de Norsi dirigiéndose a Cristy que en ese momento se encontraba preparando el equipaje para su ya pronto viaje del que escasamente esperaban partir en unas cinco o seis horas a lo máximo.

Cristy y Norsi habían planeado este viaje por varias semanas y hasta el momento no se les escapaba ningún detalle por pequeño que este pareciese.

Cristy asintió con la cabeza a la propuesta de Norsi pero no esbozo ni el más mínimo murmullo. No era de extrañarse ya que cuando se concentraba en algún asunto no había poder humana y tal vez no tan humano que pudiese sacarla de sus cavilaciones. Tal era el grado de atención que ponía en sus actividades que ni el mas estruendoso ruido podría sacarla del mundo en que se sumergía. Siempre tan analítica, tan pensadora, tan calculadora que no escapaba a sus planes cualquier detalle por insignificante que este pareciese.

En esta ocasión el plan de viaje giraba alrededor de una intensa búsqueda y en su caso la más completa definición entre las fuerzas del bien y las del mal es decir, la búsqueda de la frontera de la magia blanca y la magia negra.

En esta ocasión tanto Norsi como ella concordaban en sus puntos de vista al respecto ya que ninguno de los dos creían en una o en otra y no tan solo fue la curiosidad del tema si no que también influyó el hecho de que las últimas investigaciones del Instituto en el que prestaban sus servicios se desviaron precisamente al infra-mundo de lo desconocido y misterioso.

Tal vez nos estábamos adentrando en mundo de lo prohibido pero eso nunca ha sido obstáculo para cumplir con nuestras investigaciones, mismas que han girado alrededor de lo desconocido, de lo improbable de lo que va mas allá de lo dogmático, de la fe, de lo creíble y aún más, de lo increíble.

En esta ocasión deberíamos de investigar los testimonios de personas que hubieron de haber tenido la experiencia de establecer contacto con fenómenos fuera de cualquier explicación.

En realidad los legajos al respecto eran mucho más voluminosos que nuestro propio equipaje y que decir de los aparatos científicos que consideramos como adecuados para el caso de los estudios encomendados por el Instituto, ya que nuestro inventario se reducía a un compás o brújula y una lente de aumento aunque por supuesto contábamos con nuestros respectivos cronómetros como parte esencial de nuestros relojes de pulso.

Nuestra misión era meramente científica sin caer en charlatanerías o amarillismos editorialísticos y sin dejarnos influenciar por creencias propias, nuestros veredictos eran siempre fundamentados en circunstancias enmarcadas en la probabilística con bases científicas, comprobables y en su caso demostrables aún al grado matemático.

Habíamos recibido reportes de occidente del país en el sentido de haber habido varios testimonios de personas con criterios diferentes y aún más con diferentes grados de educación, abarcando prácticamente todas las esferas socio-económicas del ámbito vecinal en dicha región.

Nos llamó mucho la atención el relato que sobre el tema nos hizo llegar una dama avecindada en los alrededores de Zapopán, en el estado de Jalisco, el cual transcribo al pie de la letra sin aumentar, ni recortar, ni corregir.

La dama en cuestión nos envió el siguiente relato con su nombre directamente ya que como nos explicaba no quiso usar seudónimo alguno ya que más que un simple testimonio lo que requería era ayuda para definir y ordenar todas las ideas que bullían en su mente y que durante un buen tiempo la habían atormentado al grado de ser necesario explayar sus sentimientos con alguien que no estuviera ligado ni sentimental ni afectivamente, alguien que analizara su “problema” desde otro punto de vista desde el frío enfoque de la ciencia.

A continuación el relato:

- Me llamo Janet Araceli y lo que transcribo juro por lo más querido que es verdad y que a mí me sucedió y que espero que sirva de algo para esclarecer de una vez por todas los fenómenos que se nos presentan casi a diario y a la mayoría de las personas.

Desde hace dos años vivo solo con la compañía de mi hijo, Jacobo de diez años, ya que el que era mi esposo, circunstancialmente se ha separado de mi vida siendo que hemos tomado rumbos diferentes. Las habilidades naturales en él lo han encaminado hacía la política siendo este un mundo en el que yo no tengo cabida y es que mi carácter no se acopla a las diferentes circunstancias que se presentan durante el desarrollo de la vida de mi comunidad, de mi estado, de mi país y es que el vuelo del que fue mi pareja por casi nueve años, es de un alcance tal que considero que su limitante será el que él mismo se fije y yo no estoy para jugar el papel de primera dama a cualquier nivel. Y es que sus ideas y su comportamiento son tales que encuadran en los más altos pensamientos de los idealistas preclaros del siglo que acaba de pasar.

Pero, ese no es el asunto que me lleva a contar mi historia si no el que esta relacionado con las artes malas o buenas de la magia.

Un poco después de la separación de mi ex-esposo empezaron a suceder hechos un cuanto raros o mejor dicho bastante diferentes a los que se pueden esperar en el desarrollo de la vida cotideanea, al menos en mi vida.

La casa que habitamos Jacobo y yo es de dos niveles y a no ser en ciertos momentos nos reunimos en la misma habitación ya sea en la sala de televisión o en el comedor en la parte baja o en el cuarto de computadora en la parte alta y aunque las recámaras están en el nivel alto cada uno de nosotros duerme en su respectiva recámara ya que si lo acostumbramos desde que Jacobo cumplió tres años. Una vez que hubimos de dormir cada uno en su habitación empecé a escuchar y a notar cosas extrañas y aunque a esa edad ya caminaba bastante bien no lo creí capaz de saltar el barandal de su todavía cuna. A pesar de estas circunstancia me parecía escuchar como claramente el baúl de juguetes se vaciaba y en cuanto entraba a la habitación de Jacobo, todo estaba en perfecto orden, él dormido en su cuna, los juguetes en su lugar y todo, todo, absolutamente todo en un perfecto orden, bueno como el que puede esperarse en la recámara de un niño sano e inquieto como todos lo de sus edad.

Empecé a pensar que el ajetreo del día y los quehaceres propios de la casa sobre todo los de la cocina que es, entre otras una de mis aficiones preferidas, me estarían jugando una mala pasada. Fue entonces cuando mis largas noches de insomnio empezaron aunque no todas las noches era lo mismo pero sí se acentuaban en los fines de semana no si que esto pudiese haber sucedido en cualquier otro día. Me acostumbré tanto a esta situación y a los ruidos que deje de notarlos o de sobresaltarme cuando llegaba a escucharlos.

Hasta que un día al salir a depositar la basura en el recipiente ex profeso para ello note que sobre la secadora estaba sentado una persona, no era muy grande de edad ni de talla mas bien diría que era un niño, hasta creí que Jacobo me estaba jugando una broma porque inclusive me sonrió, me volteé hacía el encendedor de la lámpara y cuando esta entró en funciones y regrese la vista a al secadora, había desaparecido. No saqué las bolsas de basura y entrando de nuevo por la cocina le pegué tremendo grito a mi hijo. - ¡Jacobo!, ¿Dónde estas?, ¡Ven acá! ... Al momento que agarrando un limpiador de la cocina subí la escalera y al abrir la puerta de la recámara y casi para soltar un grito de los que acostumbro darle a Jacobo cuando hace o esta haciendo una travesura, me di cuenta que estaba dormido dentro de sus cobijas. Salí tratando de hacer el menor ruido posible y con un sentimiento entre miedo, temor, culpa y vergüenza, todo a la vez, evite salir de nuevo al traspatio para terminar lo que minutos antes había empezado.

Esa noche medio dormí entre sobresaltos y fueron no menos de una docena de veces las que un cuanto miedosa traté de asomarme hacía la parte posterior de la casa pero, no logré siquiera llegar a la ventana. Fueron dos, tres, cuatro, no sé cuantos cigarros los que fume aún en contra de mi costumbre de no hacerlo en mi recámara.

Esto no pasó desapercibido para Jacobo ya que al ir a despertarme con el matutino beso lo primero que expresó cuando entró a mi recámara fue una exclamación entre repudio y asco por el penetrante olor a tabaco quemado durante la noche.

Pasaron varios días para que sucedieran dos cosas, una que desapareciera por completo el olor a tabaco con que se había impregnado mi recámara y dos, olvidar o simplemente no recordar lo sucedido durante aquella noche en el cuarto de lavado.

Un día lavando la ropa de la semana, de pronto saltó por detrás de la secadora un tremendo gato persa que había hecho su habitual refugio precisamente en el cuarto de lavado.

Pasaron varias semanas hasta que al estar viendo un programa en la televisión escuché un fuerte golpe en la planta alta.

- ¿Qué pasó hijo?, ¿Qué se cayó?

- No fue acá se te cayó a ti. Respondió Jacobo

- ¿?

Subí la escalera que estaba adornada con festones tricolores ya que estábamos en el mes patrio y acostumbro adornar la casa de acuerdo a la temporada del año.

Efectivamente cuando entré a la sala de computación encontré a Jacobo enfrente a la pantalla contestando seguramente alguno de los mail’s que se cruzaban entre sus compañeros del Colegio y claro seguramente con una que otra chica. Sin despegar literalmente la mirada del monitor me preguntó.

- ¿Qué te pasó mamita?, ¿Qué se te cayó?.

No le contesté nada y solo fingí interés en sus comunicaciones.

- ¿A quién le escribes?

- A Pamela, ya pronto será su cumpleaños y le voy a enviar una tarjeta.

- Iiiiiiuuuuu. Fue mi cometario, mismo que hizo sonrojar algo las blancas mejillas de Jacobo que solo acertó a decir. – Ya mamí, Pame es mi amiga.

- Claro que es tu amiga, solo es tu amiga, ¿Qué esperabas que creyera a esta edad?, ¿Qué fueran novios?. Están muy chiquitos.

- Ya no soy un niño ya pronto cumpliré once.

- Ah si es cierto ya mi hijo empieza a ser un adolescente.

Nos abrazamos y reímos los dos aunque no pude dejar de pensar en el extraño ruido que los dos escuchamos y que a pesar de estar en plantas diferentes los escuchamos en eso, en plantas diferentes.

Al otro día cuando Jacobo me pidió una toalla fui al closet de blancos que se encuentra en el descanso medio de la escalera y cuál no sería mi sorpresa que al abrir la puerta se me vinieron encima varias cajas de zapatos generando un ruido semejante al que habíamos escuchado Jacobo y yo la noche anterior.

La temporada de lluvias estaba en su apogeo así que las mismas nos obligaba a permanecer en casa y prescindir de nuestra cotidanea y vespertina visita al parque donde Jacobo se daba vuelo con los juegos, ya fuera el volantín, jueguito este que nunca fue de mi agrado ya que siempre recordaba la ocasión en que mis hermanas me animaron a ser elevada con toda la fuerza de que le pudieron imprimir el jalón de otras cuatro niñas sobre la cadena que habían enrollado la de mi volantín, fueron interminables segundos que el pánico me llenó de una interminable espera a que cesara los giros y entre risas de mis hermanas y mis compañeras de juego y mis sollozos me jure en mis adentros no volver a subirme al dichoso volantín, ahora al ver a Jacobo elevarse ya sea solo o con compañeros siento aquella sensación en bajo vientre que me recuerda aquellos malos momentos, también se mecía en el columpio impulsándose por encima del tubo horizontal que servía de soporte, bueno de este juego si que tengo gratos recuerdos a no ser por la vez aquella que salí volando para aterrizar con mi aún entonces pequeña humanidad, que bueno que la madre naturaleza nos va ubicando adecuadamente en relación a nuestra edad y con las actividades que podemos o debemos hacer ya que si eso hubiera pasado en este tiempo cuando mi gordura o robustez sobre pasa ligeramente lo razonable, no quiero ni pensar en lo que le habría pasado a mi un poquito voluminosos sistema muscular sin contar las repercusiones sobre mi estructura ósea.

El preludio de la tormenta que se avecinaba fueron sendos relámpagos seguidos de sus respectivos truenos que hicieron que todo mundo en el parque tomara las correspondientes providencias para agarrar camino hacía sus respectivos hogares. La mamá de Juanito, la de Lucero y las de otros dos amiguitos de Jacobo emprendieron la inmediata huida hacia el refugio que representaba cada domicilio que por cierto no se encontraba lejano del parque ya que todos éramos vecinos. Jacobo y yo hicimos lo propio y despidiéndonos de nuestros compañeros de juego, iniciamos la veloz carrera hacia La Castellana nombre del fraccionamiento en donde vivíamos.

La claridad de la tarde pronto desapareció y el ambiente se torno lúgubre, tétrico y oscuro. Nos dimos prisa y casi corrimos unas dos cuadras cuando al voltear la esquina más próxima a la casa, de pronto un relámpago iluminó los árboles que marcaban el comienzo del jardín del conjunto habitacional, en lo alto de una de las ramas, encaramado un enorme y horrible cuervo graznó y en el momento que pasábamos Jacobo y yo, abrió sus enormes alas como si se dispusiese a volar. Sentí que me estaba viendo con una mirada penetrante, con el reflejo de sus enormes pupilas iluminadas en ese instante por la luz del relámpago que quebró encima de parque donde instantes anteriores habíamos estado jugando.

Cuando al fin llegamos a casa ya con la ropa hecha una real y verdadera sopa mi estado de nerviosismo fue ocultado por el frío de la lluvia que me hacía tiritar aunque en realidad los incondicionados movimientos eran motivados por el miedo que imprimió en mi mente el incidente del cuervo, mismo que cada día que iniciaba a llover indiscutiblemente se me aparecía.

En un principio pensé que era solo una alucinación propia del régimen alimenticio al que me había sometido para tratar de recuperar la esbeltez perdida por el paso de los años y más que nada por los ejercicios; por un lado lo aeróbicos que dejaba de hacer y por otro el que hacía sistemáticamente con las mandíbulas, pero a la tercera ocasión en que se aparecía el cuervo, en esta ocasión en el traspatio de casa, Jacobo me comentó haberlo visto y eso que estaba, como de costumbre en la planta alta mientras yo me encontraba en la cocina tratando de evitar voltear al traspatio. Recuerdo que en esa ocasión me encontraba preparando un flan napolitano para celebrar ... no sé que cosa, no recuerdo cual era el pretexto para celebrar y a la vez tener un motivo para romper la dieta.

A la hora de la merienda fue cuando Jacobo me comentó sobre el cuervo que se encontraba parado sobre una rama del viejo árbol que engalanaba el traspatio. Fingiendo una inexistente valentía le contesté a mi hijo que no se preocupara que solo se trataba de un ave en busca de refugio ya que la tormenta le impedía volar.

Por la noche y cuando la lluvia hubo de haber amainado me pareció visualizar una cintilante lucecilla por la ventana del comedor.

Al día siguiente encontré la causa de la luz, una vela multicolor que alguien había utilizado para alumbrarse y dejó olvidada cerca del repisón de la ventana.

Ese día me armé de valor y mientras Jacobo se encontraba en el colegio, conseguí una escalera de esas de aluminio y que se abren con o si fuera una jirafa bebiendo agua y me encaramé hasta donde se aparecía el cuervo. Al pasar mi mano para asirme y así ayudarme a salvar la distancia de diferencia entre el último peldaño y la rama en cuestión.

Mi mano quedó embarrada de una sustancia entre granulienta y pegajosa. Resultó ser miel que escurría desde una rama más alta del cual pendía un panal que era ocultado por el follaje de las ramas. Esa era más que nada el verdadero motivo de la “aparición” del cuervo que por un lado y motivado por lo dulce de la miel volaba hacía un sitio en busca de refugio que para mi siempre resultaba coincidentemente con el inicio de una lluvia, el abrir de sus alas era motivado precisamente por el ruido ensordecedor de relámpago y el resplandor de sus ojos no era mas que un fenómeno natural que iniciaba cuando movido por tanta curiosidad como temor mío al animal volteaba a verme causándole tanto o más miedo que el influía en mí.

El tiempo pasaba inexorable y ya nos encontrábamos en el tiempo de pascua cuando una noche al regresar de la penúltima función de cine al entrar a casa y antes de encender la luz de la sala escuché un fuerte ruido que provenía de la ventana que da a la entrada del estacionamiento. De nuevo mis temores se incrementaron al grado que opte por no encender la luz y dirigirme inmediatamente a mi recámara, acción que no extrañó en lo más mínimo a Jacobo ya que entre palomitas y refresco había de haber sido más que suficiente como para pensar en merendar, sin embargo la tentación en esta ocasión pudo más que mi miedo y al filo de la media noche me animé a bajar y examinar la ventana de donde había procedido el ruido. A la luz de la tenue y pálida luna vi con horror que en los vidrios estaban escurriendo los restos de un huevo que cubrían en diagonal todo la altura de la ventana. Me pareció ver en el repisón exterior los restos del cascaron que contuvo el huevo y que en pedazos de color rojo, ¿rojo? Si, rojo, que descansaban en precario equilibrio.

La mañana siguiente fue llena de un temor implacable que no me permitía mirar hacía la ventana y fue hasta que Jacobo entro a la cocina proveniente de la sala cuando involuntariamente tiró la aspiradora que yo había recargado en el paso entre el sofá y el vano de entrada. En ese momento volteé y directamente miré a la ventana y para mi aumento de temor los cascarones no estaban en donde los había visto la noche anterior aunque tanto la clara como la yema habían casi desaparecido, aunque más tarde me percate que la acción de la gravedad hubo de haber jugado su más elemental hipótesis, es decir se limpió o casi, durante la noche y solo quedaban restos de lo que para mí fue una enorme mancha.

Al salir a dejar a Jacobo al colegio, involuntariamente esquivé el paso por la cochera y si más explicaciones lo animé para que nos fuéramos caminando ya que además de solo quedar a escasas cuatro cuadras de casa, en realidad teníamos suficiente tiempo para irnos caminando.

A Jacobo le pareció buena idea y no se opuso en lo más mínimo. Durante el trayecto al colegio me fue platicando una y mil cosas que debo confesar no le puse atención debido a mi ya manifiesto miedo.

- Mami, creo que no me estas poniendo atención ya van tres veces que me preguntas lo mismo.

- ¿?

- ¿Eh?, Discúlpame es que es que hoy tengo cita con el doctor y estoy un poco nerviosa.

- Por cierto, que te tengo una sorpresa, no vayas a subir al la jaula de tender, ¿eh?

- ¿Por qué?

- Porque te digo que es una sorpresa.

- Esta bien, no voy a subir.

Ya de regreso a casa lo que no quería era entrar siquiera a la casa, si embargo, no había de otra, tenía que entrar cuando menos a preparar la comida, bueno además a terminar los quehaceres propios de cada día.

Nuevamente la curiosidad venció a la prudencia y lo primero que hice al llegar a casa fue ir inmediatamente a la ventana y de ahí me dirigía ala jaula de tender ... ahí de los cordones donde acostumbraba colgar la ropa que no alcanzaba a secarse, colgaban aún dos huevos de un hilo que cuidadosamente los abrazaba, colgarían mas o menos unos sesenta centímetros, uno pintado de verde y el otro de azul, ambos con dibujos variados de motivos mayas.

Seguramente el viento fue aflojando poco a poco el nudo que Jacobo le había hecho y el vaivén jugó con la casualidad y al romperse el hilo soporte, el huevo fue a estrellarse contra la ventana.

No quise comentar con persona alguna mi experiencia, mi ridícula experiencia y menos cuando de pronto la casa empezó a tener un nauseabundo olor parecido, entonces ya no soporté y fue cuando le platiqué a Rosario mi mejor amiga y madrina de bautizo de Jacobo y aunque ya tenía conocimiento que es medio fanática sobre todo en cuestiones esotéricas y lo relacionado con magia blanca y magia negra, a pesar de todo eso me atreví a platicar con ella.

- Déjate de andar con especulaciones comadre. Me dijo.

- Lo que tu y tu casa necesitan es un trabajo de limpieza.

- Hay comadre pero si la casa relumbra de limpia

- Hay comadre no seas ... me refiero a otra clase de limpieza. Mira seguramente alguien a empezado ya varias veces un trabajo de brujería negra y no lo ha terminado.

- ¿Qué es eso de que no lo ha terminado?

- Pues que siempre que han empezado tu le has encontrado una justificación lógica y eso no los deja continuar además de que con eso también lo haces molestarse más, enojarse más y cada vez será mayor la dirección que le darán al trabajo iniciado.

- ¿Quieres decir que alguien me o nos quiere hacer daño?

- Seguramente.

- Pero, ¿Quién puede ser?

- Hay comadre tu no sabes pero, ... “Sí la envidia fuera tiña ... “

- Pues no sé, Y Tu, ¿Qué me aconsejas?

- Olvídate que yo conozco a alguien que nos puede hacer que el trabajo no tenga ningún efecto sobre esta casa ni sobre los que en ella moran.

Juro que al principio estuve más temerosa que antes pero fueron tan convincentes las palabras de mi comadre Chayo que accedí a que se hiciera ese “Trabajo de Limpieza” en la casa.

La comadre Chayo se encargó de establecer todos los contactos y fue precisamente ella la que fue a buscar a la persona que practicaba Magia Blanca allá por el mercado de San Juan de Dios.

Al día anterior a que se realizara el trabajo de limpieza en casa recibí una llamada de mi comadre. Me decía que deberíamos estar tanto Jacobo como yo vestidos de blanco, ¿Por qué o para qué?, Pues no supe y ni me atreví a preguntarle así que simplemente nos vestimos de blanco.

El día de la limpieza mi comadre llegó acompañando a dos personas la mayor una dama regordeta con múltiples colgijes en el cuello y que decir de los anillos, pienso que le faltaban dedos para todos los que traía. Desde luego que su vestimenta era todo un muestrario de vivos colores que contrastaban con el moreno de su piel dando un cierto realce a su presencia y en verdad que imponía con su sola aparición.

Comenzó por sentarnos en circulo en el ante-comedor y nos pidió que nos agarrásemos de las manos y así entrelazados empezó a balbucear no recuerdo que tantas cosas hasta que nos solicitó sostener un huevo con las dos manos cubriéndolo con ambas palmas a modo de nido.

Después de formar un ramo con ciertas yerbas que le pidió a su ayudante, asistente, secretaria o como se llame, me “ordenó” que me parase a su derecha junto a ella. Empezó el rito que después supe se le conoce como limpia. También me ordenó que no soltase el huevo y lo mantuviera acurrucado entre las palmas de mis manos. Una vez que terminó todo su rito y después de una interminable letanía de palabras inentendibles, tomó el huevo y rompiéndolo lo depósito en un vaso con agua a la mitad que preparó sin mayor preámbulo que el colocarlo encima de la mesa.

A mi sorpresa con una cara de entre triste y amargado y casi al punto de las llamas y después de ver el huevo estrellado que había depositado en el vaso, se volteó hacía mi y se me quedó mirando incrédula ... y sin más ni más se levantó echando la silla hacia atrás y salió de la casa sin decir palabra alguna.

Pensé que esa sería la mecánica del exorcismo, o limpia, o como se llame.

Tras de ella salió en estampida su palera, ya que para esas alturas me había percatado de que no era otra cosa que eso.

Mi comadre tras de ellas y entre reclamos y dudas casi le gritaba; que qué pasaba, qué cuánto se le debía, interrogantes que nunca recibieron respuesta. Nunca entendí lo que pasaba y me dispuse a limpiar los estropicios que había causado su incomprensible huída. Tuve de retirar el refrigerador de la pared y fue cuando descubrí el origen de las emanaciones con fuerte olor a huevo, estas provenían de un par de huevos que habían caído detrás del refrigerador los que deben de haber caído cuando Jacobo me ayudo a acomodar la despensa del lunes pasado y que después de cinco días, estrellados y expuestos al calor del condensador del refrigerador se habían podrido de forma natural y habían iniciado su descomposición.

Cuando mi comadre regresó le comenté mi descubrimiento y las dos reímos junto con Jacobo que solo acertaba a decir;

- Hay Mamí, y tu que creías que la casa estaba embrujada.

Con este relato quiero expresarles que lo que se dice acerca de la brujería ya sea negra o blanca son meras coincidencias y que todo tiene una explicación lógica y que no tienen porque malgastar sus recursos, tiempo o dinero en investigar algo que siempre tendrá una explicación.

- ¿Qué te parece Norsi?

-Bastante convincente.

-¿Seguimos con la investigación?

-Bueno un viaje a Guadalajara no nos vendrá mal, ¿No crees?

- Estoy de acuerdo, ¡Vamos!

Al salir de la habitación no nos dimos cuenta de que la brújula empezó a girar como impulsada por un invisible motor ...
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