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De Lunes a Viernes.

Bueno es dificil contar lo que voy a escribir, pero me parece que es divertido, no se lo que pueda pensar, pero me sigue sucediendo así. En una mañana tempranera, me encaminaba para ir al trabajo, y como todos los días antes de cerras las rejas de la casa miraba a mi alrededor, como repasando hasta el último detalle antes de partir. En esta ocasión me percaté que solo tenia puesto como vestimenta los zapatos, por lo demás no tenia ropa, estaba encuero, ni calzoncillo, ni camiseta, en pelotas, como hacia muchisimo tiempo había venido al mundo. Cual seria mi sorpresa, estaba enseñando lo que la naturaleza me había dado, en realidad no me ha ido mal pero a mi parecer no era para estar exhibiendo pantorrillas y abdomen, que ya no eran de una persona joven, pensé en virar y vestirme, solo a un loco se le ocurriría ir al trabajo desnudo. Es cierto que podía caer preso por depravado o un padre o marido ultrajado por mi descaro, entrarme a golpes en la calle, esto me obligó a detenerme y pensar, estaré soñando o el mundo esta de locos, tengo dos hijas grandes y se avergonzarían si su padre es detenido por andar desnudo, que me estaba pasado... Cuando estaba ensimismado en mis cavilaciones, sorprendido me quedé, delante de la salida de mi casa, pasaba una señora de unos cincuenta y tantos años también desnuda. Aquella mujer me estaba enseñando sus grandes senos caídos, su abdomen flácido, su abundante celulitis, bueno para que contar, ella por el contrario ni se inmuto conmigo, mis manos se aferraban a mis testículos y era difícil esconderme así, pero no tenia otra opción. Decidí continuar la marcha, esto seguro seria un sueño y en algún momento tendría que despertar, en la esquina me tropecé con un viejito este también estaba encuero y así pasaron niños, jóvenes, mujeres muy bonitas y un verdadero carnaval de gente desnuda.

 

La realidad era mucha gente distinta a la que conocia, y razonaba apresurado, demasiada verdad al descubierto. Ya no miraba las piernas, ni los rostros de las mujeres, nada había que ocultar y nada era prohibido a mi asombrada persona.

 

Pronto me acostumbré al ambiente, el mundo se presentaba más crudo y real, ya mis vecinos no tendrían que cerrar la ventana, ni el esposo de mi vecina mirarme con mala cara cuando sin querer miraba a su pareja mientras tendía ropa en el patio, nadie tenia secretos corporales, esto era parte del paraíso o mejor, del infierno terrenal, quedaba poco a la imaginación y eso es bueno y malo en algunos casos.

 

Como hasta la fecha soy un trabajador puntual seguí mi camino para el trabajo y en todo el trayecto tropecé con gentes desnudas, todos sin ninguna pena por su situación, acongojadas y a punto de la desesperación pero por otros problemas que no tenían que ver con el desnudo.

 

Como esto no es el fin del mundo, algo positivo tendrá, seguro los expertos en sicología y otras ciencias del carácter humano encontraran numerosas explicaciones, lados buenos y malos pensaba mientras caminaba. Esto es parecido a una histeria colectiva y lo mejor es seguir adelante, esto lo he oído en algunas películas gentes que todas se creen una situación y no es real.

 

Un tiempo después sentado cómodamente en mi casa recordaba la situación y no dejaba de sorprenderme, todavía a esta fecha, en la casa de descanso donde ahora paso mis semanas siguen pasando personas desnudas, solo que yo estoy de pase en mi casa, por eso el desfile de los desnudos es solamente de Lunes a Viernes

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