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DEBER CUMPLIDO

El coronel Díaz era un hombre normal; de estatura, complexión, y carácter normal. Era alto y bien parecido, totalmente diferente a como lucía aquella mañana de Martes, en la que asistía a una ceremonia en la cual sería condecorado con la medalla al mérito.
Se le veía cansado y a pesar de ser un hombre joven parecía como si el inexorable paso del tiempo lo estuviera castigando con crueldad; tenía el rostro pálido pero su mirada tenía la fuerza de aquel que se aferra a la vida sabiendo que tiene los días contados. Ese día era de gran importancia para él y también para su familia por la distinción de que sería objeto. Todos lo veían ahí pero pocos sabían lo que había detrás de esa escena; pocos sabían de la enfermedad que padecía y que lo tenía al borde de la muerte; pocos sabían que mientras la mayoría de sus compañeros se habían levantado aquella mañana de la cama tibia de sus hogares, él lo había hecho de la cama de un hospital en la que había permanecido los últimos dos meses víctima de un cáncer que lo consumía lentamente.
Pocos sabían que en aquella ocasión estaba sacando las últimas fuerzas que le quedaban para asistir al que tal vez sería su último acto al cual iría luciendo su uniforme, al menos en vida; él lo sabía muy bien y por eso no permitió que le quitaran su medalla al valor que había conseguido tiempo atrás luego de ser uno de los sobrevivientes al ataque que mató a 6 compañeros suyos.
A su lado siempre estaba su esposa, ayudándolo a sostenerse cuando sentía que sus fuerzas lo abandonaban; Había que verla, sonriéndole y animándolo con palabras cariñosas... diciéndole lo bien que se veía en su uniforme mientras le pasaba la mano por el pecho del lado en que van las condecoraciones, siempre animándolo aunque ella misma sentía que se le hundía el piso con cada palabra de aliento que le daba a su esposo. Cuando le correspondió el turno de ser condecorado, una señorita se acercó para ayudarlo; estaba sudando aunque hacía un frío tremendo pero su cuerpo no tenía el calor de otras veces. A pocos metros su esposa aplaudía y lloraba lágrimas de felicidad, ternura y angustia. Aquel día él salió luciendo sus dos medallas incluida la del valor, pues para él mismo era una prueba de valor asistir aquel día a la ceremonia que a la postre sería la última, pues falleció una semana más tarde, luchando y aferrándose a lo único valioso que puede tener una persona en este mundo: La vida.
Datos del Cuento
  • Autor: Argos
  • Código: 1368
  • Fecha: 11-02-2003
  • Categoría: Patrióticos
  • Media: 5.98
  • Votos: 95
  • Envios: 7
  • Lecturas: 7310
  • Valoración:
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