Cuando un amigo se va…

Otra vez en este bosque lleno de oscuridad, de niebla.
Miro hacia arriba… no hay estrellas ni luna. Cielo nublado.
Vine con un amigo, discutimos, nos separamos.
Este bosque no es igual para mí.
¿Dónde estará mi amigo?
¿Se encontrará bien?
¿Habrá encontrado el camino?

Él era como una gema… se me cayó a la grama.
Tendré que esperar a que aclare, a que brille.

Hay una canción de un autor argentino llamado Alberto Cortéz que reza así…

Cuando un amigo se va
queda un espacio vacío
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo.

Cuando un amigo se va
queda un tizón encendido
que no se puede apagar
ni con las aguas de un río.

Cuando un amigo se va
una estrella se ha perdido
la que ilumina el lugar
donde hay un niño dormido.

Cuando un amigo se va
se detienen los caminos
y se empieza a revelar
el duende manso del vino.

Cuando un amigo se va
queda un terreno baldío
que quiere el tiempo llenar
con las piedras del hastío.

Cuando un amigo se va
se queda un árbol caído
que ya no vuelve a brotar
porque el viento lo ha vencido.

Cuando un amigo se va
queda un espacio vacío
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo.
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Escuché la canción… lloré.
Nunca perdí un amigo… es la primera vez.
Es triste… muy triste… duele.
El me hirió… yo me enfurecí y también lo herí.
Hoy hubiera preferido no haber respondido… aclarar las cosas.
No tenía conciencia del cariño, del aprecio que le tenía... hasta ahora que lo perdí.
Perder un amigo es como tener una daga clavada en el pecho sin poder uno quitársela.

Seguiré caminando…

Al rato…
¿Una cabaña?... ¡Sí!... eso parece.
Iré hasta allá.
Toco la puerta y atiende un campesino…
El campesino – ¡Buenas noches!... ¿qué se le ofrece?
Joaquín – Señor, Vea señor… yo iba con un amigo. Llevaba una chaqueta… bla… bla… bla.
El campesino – Lo siento… no lo he visto. Pero pase, puede pasar la noche aquí y compartir con mi familia.

Me quedo un rato.
Compartimos la cena…
El campesino – Podemos hacerle un lugar delante de la chimenea si gusta… Afuera hace frío.
Joaquín – Gracias señor… pero mi amigo está en alguna parte allá afuera.
- Pasaré la noche en la intemperie… tal vez lo encuentre.
El campesino – Este bosque es demasiado grande, se llama “Incomprensión” y él puede estar perdido allí.
Joaquín – Es mi culpa que esté aquí… yo lo traje.
- ¡Gracias señor!... pero encenderé una fogata en aquella loma. Tal vez mi amigo la vea y encuentre el camino para volver a reunirnos.
El campesino – No quiero desalentarlo pero en la “Incomprensión”, la gente que se pierde no encuentra el camino. Es probable que más nunca vuelva a ver a su amigo.
Joaquín – Bueno señor, gracias por su hospitalidad. Iré a encender la fogata...

Me voy a la loma y enciendo mi fogata… de los leños se desprenden chispas y las llamas iluminan mi rostro y el entorno más próximo.

¡Por cierto!... mi fogata tiene un nombre… Se llama “Esperanza” y la hice grande para que tarde en apagarse…

- ¿Creen que mi amigo la vea?
- ¡Vaya!... ya me entró humo en los ojos…

Tal vez sea mejor recoger mi mochila y salir de este bosque... quizas a esas montañas que a lo lejos se ven...


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Fondo Musical: Ángel para un final