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Categoría: Terror

Crónica de una pesadilla segundo acto

Cómo me hubiera gustado gritar en aquellos momentos, pero el inmenso terror que sentía se había llevado mi voz, un terror que vomitaba en mi mente imágenes de lo que podía ocurrirle a aquel chiquillo si los salvajes lo atrapaban.
Así que sólo corrí, galopé por aquel yermo de polvorienta tierra hacia la fantasmal sombra de las colinas de cristal y acero, con un ojo puesto en el pequeño y otro en la bandada de hombres y mujeres que se acercaban aún confusos de lo que estaba pasando.
El pecho me temblaba de emoción, y las piernas apenas me respondían, pero no paré de correr, y al final, después de unos instantes que me resultaron eternos, lo alcancé. Tenía el cuerpo helado y tembloroso, pero ya no lloraba, por lo menos.
Lo cogí en brazos y eché a correr hacia la carretera, creyendo que en cualquier momento los salvajes empezarían a correr detrás nuestro.
Pero parecía que aún no habían reaccionado. Llegué al asfalfo y sin mirar atrás seguí corriendo, como si fuera un atleta que se jugaba una medalla olímpica. Al cabo de un rato me detuve, pues ya no oía nada.
Extrañado, me di la vuelta, y para mi asombro descubrí que ya no estaban. Se habían esfumado por completo. Aquello si que era raro, esa gente contaminada por no se qué bacteriológico que se había mezclado accidentalmente con el agua del pueblo no dejaría que nadie sano escapara de esa manera, así tan de repente...
Iba a volverme hacia la lejana gasolinera cuando el corazón me dio un vuelco,...¡estaban en las lomas, junto a la cuneta!.
No recuerdo que me pasó por la cabeza en aquel momento, sólo sé que en ningún momento desde que la infección se propagó había estado tan cerca de los salvajes, pero sin dejar pasar un segundo me adentré en el oscuro bosque que había detrás mío.

Todo a mi alrededor eran sombras que parecían respirar y moverse, y rumores extraños que el viento acarreaba de un lado a otro, pero ya todo me daba igual, tan sólo quería llegar a las cuevas indias para escondernos hasta que llegase el día.
Pero mis deseos se truncaron repentinamente, no por los salvajes, que cada vez quedaban más atrás, sino por un traicionero terraplén que me derribó de un sólo golpe. Luego sólo sentí dolor, y me quedé inconsciente.
Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
  • Media: 5.78
  • Votos: 89
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