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Categoría: Sueños

Corazón bajo asedio

“Sentado en el sillón me encuentro, el televisor encendido es mi estático compañero. Las luces hace días que permanecen apagadas. Una botella de vino que yace desangrándose sobre la alfombra de dibujos incaicos desvía mi atención: grotesco. Mientras relojeo a mi propia sombra me sumergo entre los distintos tonos de azul que se pintan y despintan frenéticamente sobre las paredes. Me hundo. Nado en recuerdos y, del reciente silencio que habíame invadido, se desprende una animada música de película sordomuda al momento que sobre mi frente comienza a proyectarse mi vida…
Un pequeño bebé entre las manos de su carnosa madre buscando ciegamente un pezón.
Un niño sobre la falda de su padre manejando un tractor; o en un chango, rodeado de bolsas: sonrisa. Y del triciclo pasa a la bicicleta; del petiso al caballo, como de la niñez a la adolescencia.
De pronto las imágenes comienzan a alternarse. Se superponen: arritmia. Los colores se vuelven súbitamente profundos. Vivos. Danzantes comienzan a batallar entre sí. El adolescente sufre y ve. Los ve trabajar, moviendo sus manitos mecánicamente. Al girar una cabeza ve su inmóvil figura reflejada en esos ojos negros; y por un segundo tienen un sentimiento en común: Impotencia con el áspero aderezo del pudor. Y nota que el niño, cual si fuera coleccionista, acumula estas imágenes en su retina. Siempre. Tiene la inocente esperanza de llenar algún día el álbum y recibir el premio de la libertad. Los ideales desvirgaron su mente. La barba pobló su rostro sin que ofreciera resistencia. Creyó comprender el mundo, pero el mundo no lo comprendió a él. La impotencia lo fue adormeciendo bajo el ritmo de las olas que lo iban meciendo: Naufragio gris.
De joven se apuñaló a sí mismo, calló sus pensamientos, se emprolijó, se trasformó: trabajó y triunfó. Fue llenando el vacío con títulos e hijos, con amistades y champanes, y logró silenciar así su insatisfacción.
Adulto: se esfumó del mundo. Se enterró en trabajo y negó su misma existencia. Como un cuadro fresco sobre el cual cae el vaso del desequilibrado pintor, comenzaron a dibujarse arrugas en su frente mientras se iban desdibujando sus razones para seguir viviendo. Pero también esto negaba, y sumergido en su patética rutina seguía. Se volvió autómata. Y seguía. Comenzó a perder los sentidos, y terminó por perder su trabajo. El temblor hizo caer por la borda su brújula. Quedó a la deriva. Quedó solo. Quedó al desnudo. Y las cicatrices en su espalda se hicieron evidentes.
Y vuelven los azules tonos de mi habitación con el final de la programación, la pantalla ahora no muestra mas que tres esferas y la hor[a].”
Una ácida punzada sintió en el costado al momento terminaba de volver en sí. Y ahí lo notó: Su traición era tiempo de pagar. Otra puntada de lanza y se dejo sumergir sin dejar ya rastro alguno en aquel mar indiferente.
Datos del Cuento
  • Autor: Icaro
  • Código: 17565
  • Fecha: 06-11-2006
  • Categoría: Sueños
  • Media: 4.75
  • Votos: 73
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3449
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