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Circe, el elefante bailarín

El elefante Circe había hecho un viaje muy muy largo para llegar desde Brasil al Zoo de Londres. No estaba contento, porque él quería estar en la selva. Pero la verdad es que cuando llegó al zoo había hecho grandes amigos. Ahora, al cerrar el zoo, había tenido que separarse de todos ellos y pensaba que no iba a estar bien en ningún sitio. Cuando el pájaro loco le había informado de que iba a ir a Londres sólo pensó en que no quería estar solo. 

Nada más llegar a Londres sintió que una lluvia muy fuerte y fría caía sobre él. Lo pusieron en un lado del zoo donde se fijó al pasar que tenía cerca a los rinocerontes, las jirafas y los osos. 

Pasaron dos días y Circe se encontraba cómodo pero todavía no había tenido la oportunidad de hablar con sus compañeros. La verdad es que no parecía que pudiera hacerse mucho allí dentro más que dormir, comer, rebozarse en el barro y saludar a los visitantes. 

Un día Circe decidió enseñar al resto de animales algo que había aprendido en el zoo de Brasil y que era divertido, o al menos para él. ¡Bailar!

Se hizo una falda recogiendo hierbas que tenía alrededor y pasó un día entero entretejiéndolas para que le sujetaran su barriga de elefante. Después se hizo un cucurucho de color rojo con el papel de la comida que le traían los cuidadores y se lo puso en la cabeza. 

Al día siguiente llegó la hora de la siesta y, mientras los cuidadores se iban a comer dentro del edificio, Circe esperó que se fueran todos para empezar con su show. Supervisó que estaban solos y levantó su trompa:

-Truuuuuuuu Tururu Truuuuuuuuuu Turururu. Ale todos. Vamos a bailar una danza de mi país. 

Los osos se pusieron de pie, los rinocerontes levantaron sus orejas, las jirafas sus cabezas y se quedaron mirando a nuestro elefante al verlo vestido con esa falda y ese cucurucho.

El elefante Circe comenzó a levantar las patas, un dos, tirirí, tirirí, levantó sus dos patas delanteras y empezó a mover la cintura, Chaca Chaca, samba, samba. Tal era su ritmo que todos los animales empezaron a aplaudir. Los osos se desternillaban de risa ante la sorpresa del baile, los rinocerontes aplaudían divertidos y las jirafas movían sus cabezas al ritmo que cantaba el elefante. ¡Que diversión en el circo! Cuando Circe acabó de bailar la Rinoceronte Rosita le dijo: 

-Circe. Bienvenido entre nosotros. Es genial tu baile brasileño. Si no te importa me gustaría aprenderlo y bailar contigo por las tardes.

-¡Qué bien oír eso Rosita! Claro que te enseño.

Los animales volvieron a aplaudir y a partir de ahí, cada vez que los cuidadores se iban a comer, los animales bailaban al son brasileño del elefante Circe.

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