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Chucheritis

Mumablue y Sara son dos hermanos a los que les encanta jugar juntos. Se lo pasan fenomenal dejando volar su imaginación, inventando juegos y protagonizando historias divertidísimas.

Un día, mientras paseaban por el parque, vieron una tienda de golosinas. A través del escaparate contemplaron la variedad de chucherías más alucinante que habían visto jamás. Sara le pidió a Mumablue algo de dinero para entrar y comprar.
Jo, no tengo nada, ni una moneda…

De pronto, pasó a su lado una ardilla disfrazada de superhéroe cuya capa era nada más y nada menos que un billete: ¡era dinero! Mumablue y Sara observaron cómo el curioso roedor se lanzaba una y otra vez desde lo alto de una cornisa intentando volar sin ningún éxito.

Sara y Mumablue se miraron. Ambos habían tenido la misma idea: convencer a la ardilla para que les entregara el billete y así poder entrar en la tienda y comprar un montón de caramelos.

– Hola, somos Mumablue y Sara. ¿Cómo te llamas?
– Me llamo Li y soy una superheroína.

– Si de verdad quieres ser una superheroína, nosotros podemos ayudarte -dijo Mumablue.
– ¿Cómo?
– Con el billete que tienes por capa podemos comprar muchas nueces para que las repartas entre todos tus amigos: ¡eso sí te convertirá en una superheroína de verdad! -añadió Sara.

La intrépida ardilla tenía tantas ganas de ser una superheroína que la idea de las nueces le pareció fantástica. Así que entregó su capa a Sara y a Mumablue.

Una vez tuvieron el billete en sus manos, Sara y Mumablue entraron en la tienda a toda velocidad. Se les hacía la boca agua con tantos dulces por todas partes.

Comenzaron a pedir chucherías de todos los colores, sabores y formas, mientras Madame Sugary iba sumando en su caja registradora. Cuando se dieron cuenta, se habían gastado todo el dinero que tenían. Salieron de la tienda entusiasmados con su gran botín.

De vuelta en el parque, corrieron a sentarse en un banco para admirar todos los tesoros azucarados que habían adquirido. Mientras se llevaban una chuchería tras otra a la boca y las tragaban sin apenas masticarlas, les interrumpió la ardilla.
¿Dónde están mis nueces?

Mumablue y Sara habían olvidado por completo las nueces de la ardilla Li. Estaban tan embriagados por las suculentas gominolas, que no cumplieron su promesa.
Para compensar a Li por semejante faena, le ofrecieron parte del botín; pero como las ardillas no comen dulces, Li rechazó la oferta.

Li se alejó muy triste, abandonando su idea de convertirse en una superheroína. Sara y Mumablue continuaron atiborrándose de golosinas sin prestar atención a la tristeza de la ardilla.

Y entonces sucedió algo muy extraño. Alrededor de los hermanos todo empezó a ser cada vez más y más grande… ¿o eran ellos los que empequeñecían? ¡Se habían vuelto diminutos!

Mumablue y Sara estaban asustadísimos. Ahora el césped del parque era gigantesco y parecían hallarse en mitad de la jungla. En ese momento vieron cómo se acercaba una araña del tamaño de un caballo.

– ¡Socorrooo! -gritaban los niños.

Li, que tenía un oído de ardilla muy fino, los escuchó y acudió rápidamente en su ayuda. Sorprendida al ver lo diminutos que eran, les invitó a subir a su lomo y así consiguieron alejarse de la araña. Sara y Mumablue respiraron muy aliviados.

Mumablue estaba seguro de que la culpa había sido de las chucherías, así que Sara propuso ir a ver a Madame Sugary. Pero cuando llegaron a la tienda, ya había cerrado. Repararon en un cartel en el escaparate que les daba una pista sobre qué hacer.

La consulta del doctor no se encontraba muy lejos. Para llegar lo antes posible, Li decidió corretear por techos, toldos y cornisas, evitando así el tráfico de coches y los pisotones de los peatones. Sara y Mumablue tragaron saliva, ¡Li corría veloz como un rayo!

Una vez llegaron y saltaron desde el lomo para entrar por el hueco de la puerta, una red atrapó a la ardilla. Era Zamper, dueño de una tienda de mascotas, que quería a Li para encerrarla en una jaula y colocarla en su escaparate. Mumablue y Sara no pudieron hacer nada, ¡eran muy pequeños! Debían recuperar su tamaño cuanto antes.

Junto a la puerta había un enorme botón rojo y un cartel que invitaba a llamar al timbre. Lo hicieron y, súbitamente, apareció un doctor con una lupa, los colocó en la palma de su mano y los subió a su mesa de diagnósticos.

– Está clarísimo: ¡otro caso agudo de chucheritis desenfrenada! -diagnosticó el doctor -Debéis tomar una gota de este jarabe.

Tragaron el jarabe y recuperaron su tamaño original. Sara y Mumablue tuvieron una idea para liberar a su nueva amiga Li. Regresaron al parque y, con lo que quedaba del botín de golosinas, montaron un pequeño puesto de venta de dulces. Con el dinero que consiguieron, corrieron a la tienda de mascotas de Zamper.

Li se puso contentísima cuando los vio llegar. Mumablue y Sara pagaron su rescate y le hicieron entrega de la sorpresa que habían preparado para ella: un saco repleto de nueces.
Y con Sara, Mumablue y Li felices y contentos, Mumablue se despide hasta el próximo cuento.

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