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Causa de Infarto al miocardio

Despierto de un profundo descanso, el timbre violento del teléfono me sustrae de un sueño que no recuerdo, este susto me hace enderezarme de mi posición, analizo la situación y me doy cuenta que estoy en mi cuarto, (el teléfono sigue timbrando) observo el reloj despertador con manecillas fosforescentes (2:39), a lado del reloj está el teléfono con su estridente escándalo, ¿Quién puede llamar a tan altas horas de la madrugada? No vaticino buenas noticias.

Observo el aparato telefónico mientras titubeo en alzar el auricular, lentamente poso mi mano sobre la superficie de este, y lo levanto con suavidad, el timbre escandaloso cesa, llevo con toda calma el auricular hacia mi oreja, puedo sentir su frío plástico tocar mi pabellón, permanecemos mudos tanto receptor como emisor, soy yo la que se anima a romper el incómodo silencio.

-…Hola.

Recibo como respuesta una respiración pausada, espero atenta a que mi saludo sea respondido de cualquier manera vocal posible, y lo que escucho, hela mi sangre, es la voz de mi esposo muerto hace dos semanas y media.

-Voy a subir las escaleras.

Siento una presión sobre el pecho, empiezo a llorar mientras llevo mi mano a la boca para no sollozar desesperadamente, ¿Qué clase de broma macabra es esta? Estoy paralizada, no puedo hablar de la impresión, ahora lo que suena, es más aterrador aun. Los escalones de madera que dan a la primera planta empiezan a chirriar, pasos pesados y lentos comienzan a ascender hacia donde estoy. Mis dudas acerca de la identidad de mi difunto esposo se disipan al escucharlo de nuevo por el auricular.

-No temas amada ojos de luna. Desde aquí puedo oler tu dulce perfume de rosas.

Es la voz de él, no hay duda de eso, siempre me llamó de esa forma cariñosa y amó esa fragancia; al parecer no había muerto, regresaba de no sé dónde, pero acaso ¿Sabrá lo sucedió? Aun mantengo el teléfono apretándome fuertemente a la oreja, el temor no me hizo advertir de la presión que imprimía sobre mi oído.

-Creo que olvidaste arreglar los frenos del coche, de hecho creo que nunca supe que estuvieran rotos.

Era imposible esto, intentaba decir algo pero mis palabras estaban ahogadas en mi cogote, el sonido de las escaleras retorciéndose con el peso de sus pisadas me atormentaba, escalón por escalón el sonido taladraba mis tímpanos, mi corazón golpeaba con terribles mazazos mi pecho.

-¿Sabes? No solo puedo oler tu perfume, también respiro tu miedo.

Lo que venía subiendo, jugaba conmigo, yo estaba pasmada y me sentía imposibilitada de colgar, cuando finalmente escuché que los pasos sobre las escaleras cesaron, comprendí que estaba en mi piso, imaginaba su figura, volteando hacia mi puerta, lo que no podía vislumbrar era como lucía después de tan horrendo percance automovilístico.

Sus pasos se acercaban a mi alcoba, el aire me faltaba, sentí en mi brazo izquierdo diminutas punzadas que subían hasta mi hombro, un entumecimiento envolvía mi extremidad. Sus pasos se acercaron hasta el umbral de la puerta, pude ver la grisácea sombra de sus pies entre la hendidura que se forma entre puerta y piso. El pomo de la puerta se movía con lentitud mientras mi garganta se destapaba con un alarido de muerte, suelto el auricular del teléfono que cuelga del cable en movimiento pendular, mientras los goznes emiten sonidos sepulcrales con su tronar, mi pecho sufre un dolor intenso, siento como si un puño apretara mi corazón, un sudor frío baña mi rostro mientras que los calambres de mi brazo izquierdo se intensifican, el mareo me hará desfallecer, antes de caer de mi cama al suelo, puedo ver la figura que provocó un infarto fulminante.

Un hombre robusto y de gran altura permanece de pie en la puerta, la piel de su cara está hecha girones, cristales de vidrio aun penden de su maltratada piel, el hueso frontal de su cráneo está sumido, una sonrisa obscura escupe sangre sin la existencia de dientes que tape su salivar, sus ropas son harapos impregnados de olor a tierra húmeda, solo cuenta con el brazo derecho, del lado izquierdo, atisbaba prendas desgarradas  en la ausencia de su extremidad.

Muero de manera aterradora, me voy no sin antes escuchar las últimas palabras de mi espectral visita:

-¿Disfrutaste del dinero por mi seguro de muerte, maldita perra?

Datos del Cuento
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