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Cascarrabia, el perro cagón

Al recobrarse mis sentidos del enajenamiento que les causó el lastimero caso de los cuñados, y produjo en mi tanta aflicción, vime rodeado de nuevos tormentos y nuevos atormentados, por dondequiera que dirigía mis pasos y mis miradas. Estoy ya en el tercer círculo, el de la eterna, implacable, fría y pesada lluvia, que cae siempre igual y del mismo modo. Cruza el tenebrosa espacio un turbión de grueso graniso, mezclado con agua negruzca y nieve; hierde la tierra que lo recibe. Cerbero, cruel y monstruosa fiera, ladra con tres bocas, a manera de perro contra los que están sumergidos en el pantano.
La Divina Comedia
Dante


Hace mucho tiempo encontré, entre lo polvorientos papeles que guardaba como tesoro de incalculable valor, un cuento que me contó un anciano muy sabio.

Nunca lo había leído con tanto cuidado y con tanto gusto como esta noche que me zumba la cabeza, como si dentro de ella, cada neurona de mi cerebro hubiera explotado.

¡Coño!, ese viejo sabía más que todos los intelectuales juntos y más que todos los mediocres que creen que han descubiertos nuevos teoremas, que han diseñado la fórmula correcta de la no equivocación.

¡Maldita sea la amdre que parió a este ser tan erudito!... tan eminente, tan profuno, tan lleno de caridad y de amor. Un hombre como aquél jamás debió pasar por la amargura de la muerte, de la humillación de enloquecer por la simpleza de un perro cagón que disfrutaba mientras el viejo quemaba neuronas tratando de descifrar aquel misterio; pero el pobre sabio se fue por el mismo boquete que se van los mortales sabios e ignorantes, justos o injustos, corruptos, virtuosos; se murió sin pena, sin dolor y sin haber podido descifrar cabalmente el misterio del perro Cascarrabia.

Jamás encontró enigma que no lograra comprender, jamás se le escapó la solución de algún problema. El viejo era tan sabio que proclamaba en el mismo centro de la iglesia que Pitágora al lado de él era una mierda de matemático; que Lucifer era afiminado y por eso lo echaron del cielo.

Gritaba con júbilo que había resuelto el Teorema de Fermat; que descubrió las puterías de Sócrate; que la Monalisa no era mona sino un retrato mejorado de una cabra, que Bécquer le escribía sus poemas a un mancebo que le robaba el sueño. Decía que el círculo es el producto del cuadrado de dos semicuadrados que a su vez son rectángulos.

Afirmaba que José Asernio odiaba a los maestros porque la maestra de matemátia le dio F en clase diaria para que no pudiera formar parte del Cuadro de Honor de la clase. Afirmaba que la Ley de los Cuerpos en Caída Libre no eran libres de nada. Simplemente se movían porque Newton los empujaba con una corriente de aire que salía de su nariz.

Desués de aquello el cura no lo quiso más en la iglesia; sus afirmaciones categóricas del fin del mundo, de la divinidad de Cristo y de las mofas que hacía del Santo Padre, agotaron la paciencia del párroco.

Se fue a la plaza a pregonar que por fin había descubierto la hipocrecía del cura que lo había echado fuera de la presencia de Dios cuando Cristo había dicho:

" Venid a mi los cansados y cargados que yo os haré descansar"

Pero lo que lo llevó a la tumba fue su maldito amigo Cascarrabia. ¿Cómo descifrar el misterio de aquel animal que se quedaba dormido dondequiera y comenzaba a soplar brisas perfumadas?Le molestaba la mirada burlona de su perro. A veces pensaba que se trataba del mismo Anticristo encardenado en su "fiel" compañero. Aquel se parecía a su tío Melquiades; aquel ser mezquino que jamás supo dar una limosna para comprar un ramo de flores y despedía de su cuerpo olores a regiones del mismo hade.

Le consumía la ira que surgía de su noble corazón cuando Cascarrabia se relamía de gusto cada vez que disfrutaba de su asqueroso y apetitoso banquete...

Pasó noches enteras, días, semanas y años devorando libros, leyendo págias de revistas, de periódicos locales e internacionales, enciclopedias, estudios, tesis; leía como un adicto en busca de dar respuesta a aquel enigma. Buscó en las páginas de la Biblia, en el Corán, en los Vedas, en las profesías de Nostradamus; buscó hasta en las páginas amarillas de la guía telefónica. Era una agonía, su manía lo llevó hasta consultar a un chorro de malnacidos y charlatanes que se deleitan estafando a los incautos con sus malditos horóscopos y cartas del Tarot.

En una ocasión invitó a un reverendo para que le ayudara a descifrar las profundidades de aquel animal que a veces pensaba como un ser humano.

Sabía,... siempre lo supo,¡Por qué seguir engañándose?¿Por qué no gritar al mundo que aquel animal era la negación filosófica de que el perro es el más fiel amigo del hombre?¡Mentiras del diablo!Aquella fiera no era fiel ni con ella misma. Era tan repugnante y tan hipócrita que jamás pudo entender cómo era posible que viviera tan feliz.

Allí estaba nuevamente el misterio que le había consumido la mejor parte de su vida.

Pensó aliarse con la vecina que lo odiaba a muerte y que le gritaba a cada instante como una loca:

___¡Perro afiminado!¡Sarnoso!¡Callejero!... te voy a meter al cuerpo una bola de veneno para que te acuerdes de mí...¡Ajolá te caiga un rayo encima!¡Permita Dios que el diablo te pudra en las pailas del infierno!

Sin embargo, aquel animal le leyó los pensamientos y amaneció en la casa de su peor enemiga, había que ver lo cariñoso y juguetón que era. Escuchaba las risas y los gritos de la mujer....

___¡Fuera Cascarrabia!¡No lo vas a hacer en la sala!

¡Qué obediencia! Salió corriendo y felizmente depositó su tesoro en el tronco de un árbol!¡Cosa increíble!... pero cierta... lo enterró echándole hojas secas del árbol.

Por la noche, como venganza por los malos pensamientos y los insultos del viejo, se pasó ladrando y quejándose. Luego se acercó a la ventana y dejó un montón de excremento y la noche se llenó de hedor, los insectos nocturnos dejaron de cantar, estaban intoxicados y al erudito le dio un ataque de asma que por poco muera.

Una semana estuvo pensando cómo era posible que aquel animal tan hipócrita podía cambiar de amo tan fácilmente, no lo comprendía. Era imposible todo aquel asunto. ¿Cómo podía estar al lado de aquella mujer tan indigna, mandona, gritona, intransigente e hipócrita que en varias ocasiones trató de matarlo y le gritaba que era un can marica.

Ella era muy fina, de alta sociedad y no podía soportar el olor de aquel animalito; Pero ahora allí estaban los dos. Ella le gritaba al viejo y Cascarrabia dejaba escapar ladridos acompañados de aires olorosos que nuevamente el anciano encorvado tuvo que abandonar la casa por varias horas.

La luna de miel duró muy poco y el perro volvió a la casa del viejo. Volvió triste con el rabo entre las patas, se cumplió el refrán:" el perro volvió a su vómito"...¿Qué le importaba a aquel can maldito? El podía servir a dos señores a la misma vez y vivir feliz con su conciencia limpia.

Por recomendaciones de un amigo llevó al perro a una escuela en la cual todos eran muy analíticos, muy profesionales y perfeccionistas; gentes que podía sanar la tierra y salvarla de la contaminación sembrando pesebres y guindando embelescos en las ramas de los árboles en plena navidad.

El pobre no sabía que lo habían enviado a las mismas pailas del infierno. Sentía que navegaba en el azufre del lago de fuego... Pero siempre Dios tiene a sus escogidos y tuvo la dicha de recibir buenos consejos y excelentes recomendaciones. Cascarrabia estaba tan contento, que como agredecimiento, puso una plasta en la puerta de la oficina y siguió moviendo el rabo como si hubiera hecho una hazaña que valiera la pena contar.

El vegestorio, acabado por los años y el sufrimiento poco a poco fue perdiendo su capacidad de comprensión y de análisi. Una mañana lo encontraron mirando fijamente los ojos de Cascarrabia que se lamía como si hubiera devorado un buen pedazo de chuleta o un exquisito muslo de pollo del "quentoqui" como decía el pobre.

Despertó a los dos días. Cuando abrió sus pequeños y nublados ojos, agrietados por el dolor, se puso la mano en el lado del corazón y gritó desesperado:

___¡Coño, Cascarrabia!, dime, ¿Quién te enseñó a vivir como tú lo haces?, Dime, ¿De dónde sacaste esa sabiduría que los dioses me han negado?

¡ Por Dios!,... perro cabrón, por lo más que tú quieras, dime algo y jamás volveré a hablar mal de ti...

El perro lo miró como si hubiera comprendido la agonía de su amo. Movió el rabo. Se acercó a la cama. Levantó la patita. Salió corriendo dejando al pobre infeliz..." empapado con el zumo del dolor, lo demás humo esfumándose en el cielo"...


Las cuatro paredes del frágil cuarto casi ceden ante la brutal vibración que produjo el grito iracundo de aquella silueta, llamarada de humo, sombra que empezaba a desaparecer...

¡Dios mío!,¿Cómo puede este animal nublar mis pensamientos hasta el punto que ya no quiero vivir ni un segundo más?¿Por qué no me diste el privilegio de morir en el vientre de mi madre?¡Mátame!¡Mátame de una vez por todas y no permita que siga cargando esta pesada cruz!

Allí estaba Cascarrabia de nuevo. Asustado, pensativo, los observaba con malicia. Lo miró con pena a los ojos. Dios siete vueltas alrededor de la mesita de noche como le había enseñado el sabio en sus mejores tiempo y relaciones. Se sentó sobre sus patas trasera. Levantó las orejas... levantó su rabo, cambió de posición, pujó con fuerza... allí estaba su misterio....

El viejo casi moribundo logró sentarse en la cama. Cascarrabia lo miró. Sacó su lengua y en menos de un segundo había consumido su deleitoso plato, su manjar preferido que con tanta delicadeza y pujando con fuerza había depositado sobre la nueva alfombra que su eminencia había comprado.

Luego de terminada su misión, volvió a mirar al ilustre y sacando su lengua dio tres vueltas, como perro afeminado que era y que no había salido del "closeth". Salió corriendo dando saltos y soplando aires a diestra y siniestra.

El frágil pensador se levantó con mucha dificultad. Se movió hacia la ventana y miró a través de la misma; sabía que estaría allí como siempre... lo sabía pero quería verlo de nuevo. Hizo un esfuerzo fenomenal... por fin pudo asomarse.

Allá estaba Cascarrabia disfrutando una vez más sus fechorías debajo del árbol de aguacates.

Una interminable fila de recuerdos pasó por su mente. Veía en aquel animal a los políticos inmorables y deshonestos, a esos hombres... hombres que no tienen moralidad y son hipócritas, a los Judas, que no saben cuando están de un lado o de otro o cuando dicen la verdad.

Lo maldijo una veintena de veces. Aquel perro era un canalla que tarde o temprano pagaría por sus acciones. Recordaba la sentencia bíblíca y esperaba en la justicia divina:

"Pero por cuanto eres tibio y no frío o caliente te vomitaré de mi boca"

El anciano cogió el bastón y trató de caminar haia la puerta... de pronto un pensamiento inicuo, cruel, pasó por su mente... Se dirigió con dificultad hasta la nevera. Sacó un pedazo de carne. Buscó la bolsita que había comprado en su última visita a la ferretería. Con dificultad preparó el pedazo de carne; ese sería el regalo de cumpleaños para aquel engendro, aquel monstruo, sádico y cochino can.

Jamás sintió tanto gozo, tanta alegría, experimentó una sensación muy profunda. Veía al canalla de Cascarrabia acercarse y hacerle falsas caricias para luego hacerle una de tantas maldades a las cuales le tenía acostumbrado. Lo veía venir juguetón y gracioso... lo veía caminando con aquel movimiento de pato callero... lo veía lamerle la mano a su vecinita y luego dejarle una mancha asquerosa en el centro de la sala; recordaba a su nieto cuando leía el periódico al lado del animal... pero ahora lo veía dando traspié, lo bebía echando babas y espuma por la boca... ahora lo llevaría al mismo lugar que él le había empujado.

"Ojo por ojo y diente por diente"
A la muerte repentina, rápida y dolorosa...

El viejo metió la mano en su bolsillo. Respiró con dificultad. Se sintió malo y pervertido por vez primera. Estaba convencido de que la única solución era aquella. Si Cristo murió por los pecadores, este perro hiócrita, desleal debe pagar el precio de todos los canes infieles para que puedan alcanzar el reino de los veletas, de los sometidos, de los inmorales, de los corruptos...

El anciano cogió el bastón. Trató de caminar hacia la puerta. Repiraba entrecortado, aquel ataque de asma le robaba la vida, lo arrinconaba hacia la muerte... Allí sobre la mesa estaba el Proventil... Pero ya no le importaba nada. Había descendido alabismo de la irracionalidad, a la barbarie que tanto combatió, vendería su salvación por aquel momento de delicias. Los bárbaros no deben vivir resoba en su agitado cerebro...Jamás podría descifrar aquel misterio...Nadie podía soportar el olor de aquel perro, nadie podía resistir el olor de aquel excremento.

¿Cómo era posible que aquel perro disfrutara tanto aquella barbaridad?¿Cómo era posible que aquél can hubiera convertido aquel acto en una ceremonial místico?¿Por qué siempre lo hacía con tanto gusto y estilo?

Se escuchó un golpe contundente, un quejido de dolor; allá sobre un montó de hojas secas, debajo del palo de aguacates cayó el anciano; trató de levantarse pero el ataque era desvatador; logró extraer del bolsillo la bolsa y con dificultad sacó el pedazo de carne contaminada.

Cascarrabia olfateó la muerte. Se acercó cabizbajo. Se acercó curioso, con delicadeza... Dejó escapar un ay de dolor. Movió el rabo. Cuando el anciano lo miró sintió las espinas y la lanza sobre su costado...

Allí estaba aquel enjendro del infierno, dócil, triste... se acercó y dio siete vueltas alrededor del cuerpo semifrío de su amo, aquél que sólo le había ofrecido cariño y amor durante quince años.

El animal se retiró del cuerpo. Se sentó sobre sus patas traseras. Sacó la lengua, parecía que pensaba, que tramaba una nueva aventura...

El can dio la espalda y se alejó. Bajo el árbol frondoso de aguacates quedó el cuerpo listo para la entrega final de aquel paladín de la justicia y del conocimiento.

Unos minutos más tarde regresó el animal. Se colocó sobre el pecho del anciano y le dejó su último regalo.

Mientras se alejaba, como si nada pasara, el anciano utilizaba sus últimas calorías para volver al bolsillo aquel pedazo de carne envenenado que se negó a darle al animal en el último minuto de su vida cuando un pensamiento divino se adueñó de su mente... el verdadero veneno lo lleva aquella fiera por dentro...

Logró levantar su cabeza, y con ira, con todas las fuerzas de su ser... le gritó al perro:

___¡Eres una mierda Cascarrabia!¡Cabrón!...Eres un maldito perro cagón.

...Y murió...

Fin
Datos del Cuento
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.8
  • Votos: 49
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Angel F. Félix
invitado-Angel F. Félix 15-05-2003 00:00:00

He leido casi todos sus cuentos, que me gustan mucho. Se nota su calidad de maestro, que le enaltece. En Rincón de poesía tengo publicada una cuarteta, que dice así: Fermat, amén magistrado,/nos dejó embobados,/porqué planteó ecuación/que no tiene solución. Mi felicitación sincera por cuanto lleva escrito.

Diana
invitado-Diana 14-05-2003 00:00:00

Hasta ahora nada... Tu cuento me dejó como cuando alguien pasa y deshace un rompecabezas de mil piezas. Lo voy a releer a ver si despejo dudas. ¡Interesante!

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