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Carta de un asesino a sus hijos

He sido yo

Queridos hijos:

Con la cara cayéndoseme de la vergüenza, el día de hoy he decidido confesaros algo, ustedes se preguntan que pasó con su madre, la mujer que más amé en el mundo la que vivió conmigo días hermosos llenos de amor y felicidad, pues he aquí la respuesta.

Conocí a su madre hace muchos muchos años, y desde ese primer día la amé con toda mi alma y mi corazón, luego vino cada uno de ustedes y nuestro amor creció más aún, a pesar de la pobreza y a veces la falta de trabajo siempre nos mantuvimos juntos, hombro con hombro, paso a paso, tratando de darles a ustedes lo mejor y que nunca os faltase nada.

Pasado un tiempo mi amada cambió conmigo, no era la misma, empezó a llegar tarde y a tratarme con desprecio, nunca mencioné nada, no desconfiaba para nada de ella, mi amor me cegaba increíblemente, y siempre la tuve en un pedestal, era mi reina, mi vida, hasta el día en que mi amigo me dio la fatídica noticia: “Me pareció ver a tu esposa saliendo de un motel en un auto que no es el tuyo, ten cuidado”.

No podía creerlo, no era posible, ella era yo, yo era ella, llegó el día en que ustedes partieron a vacaciones a casa de su abuela, y mi corazón me dijo que debía cerciorarme del amor que ella me tenía, le mentí por primera vez y le dije que iba en un viaje de negocios, que me dolía mucho dejarla sola puesto que ustedes no estarían en casa. No opuso mayor resistencia y el viernes al salir a trabajar, llevaba conmigo dos maletas vacías, partía hacía un viaje inexistente.

La noche del viernes fue horrible, no dormía con la mujer que había dormido desde hacía 9 años, la que siempre me abrazaba y besaba cada madrugada, no podía llamarla puesto que se daría cuenta que no estaba lejos, ya que teníamos el caller ID, me contuve, no llame a mi amada, el sábado siguiente me levanté y me dirigí a nuestra casa, llegué, entrando a hurtadillas descubrí una botella de vino en la mesa de la sala y vi ropa tirada sobre la alfombra, siguiendo el rastro llegué a nuestro cuarto, a nuestra cama, y me encontré a mi amada esposa gimiendo de placer, pidiéndo más.

En ése momento no pude contenerme tome mi revolver, y le apunté, la ira me cegó, descargué el arma y no me detuve hasta darme cuenta que estaba vacía desde hacía un buen rato.

Perdón hijos míos, destruí la vida de ella, de la que tanto amé y también la de ustedes, también terminé de destruir la mía, ya que en éste enclaustro no puedo llamar vida a lo que tengo, quizá algún día lo comprendan.
Datos del Cuento
  • Autor: eac
  • Código: 2419
  • Fecha: 09-05-2003
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.38
  • Votos: 47
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2439
  • Valoración:
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 10-05-2003 00:00:00

Pero muy bien EAC, justo cuando estabas a punto de encasillarte dentro del reinado de los eróticos, apareces con este giro al mundo del delito...o del drama. Felicitaciones.

laura
invitado-laura 09-05-2003 00:00:00

no se porque, pero la verdad, es una buena narración, bien puntuada y prolija.Eres bueno escribiendo, sigue adelante con esto, parece lo tuyo...

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