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Ángeles Urbanos III

Ángeles Urbanos III
Por Lady Shadow

Sentí como si me hubiesen arrojado una piedra, no podía, estaba destrozada, ¿y que podía hacer para evitar lo inevitable? Comencé a llorar, pero en medio de mi agonía y la soledad que desplegaba la carretera, pude ver unas luces acercarse, pensé que sería mi fin, me descubrirían e iría presa, no podría volver a ver a Zay Made ni al pequeño Jake, nuevamente, lo que más me dolía, era no poder rescatar a mi linda Jeanne, desde hacia ya tres meses que ella era mi vida.

Sin darme cuenta ya las luces estaban muy cerca, tanto que pronto se encontrarían justo frente a mí, algo me llamo la atención, se veían las luces del frente, pero no las de atrás, supuse que serían motos. Me asusté aún más, ¿motocicletas?, estaba prohibido usarlas en las carreteras, quienes las usaran probablemente deberían ser criminales. No, no quería morir. No sin haber salvado a mi dulce Jeanne, de nuevo sólo pensaba en ella.

Se detuvieron, y unos hombres musculosos y con una gran cantidad de tatuajes en sus descubiertos brazos se situaron frente a mí. Cerré los ojos, ellos me miraron detenidamente, pero en seguida me dijeron:

- ¿Se encuentra bien?
- No…-conteste con voz temblorosa y dudando, ¿por qué me preguntaban si me encontraba bien?
- Y…-se miraron entre sí los tres motociclistas- ¿podemos ayudarla en algo?
- No lo sé…-contesté de nuevo dudando-, estoy mal.
- Pero queremos ayudarla.-insistió uno de ellos en tono amable. El que parecía más joven- Tenemos herramientas para reparar su motocicleta. Y, además somos varios, podremos levantar la moto para que pueda sacar la pierna.
- ¿En serio?-pregunté entusiasmada, pero luego pregunté con recelo- ¿Qué debo darles a cambio?

Los hombres se miraron confundidos, me di cuenta de que había dicho algo indebido. Entonces, el que parecía el líder comenzó a reír y dijo:
- No nos debe dar nada, sólo queremos ayudarla.
- Pero, ¿por qué?
- Por las veces que a nosotros nos han ayudado. Cuando te ayudan debes pagar ese favor ayudando a otra persona que también necesite que la ayuden.
- Yo, voy a ayudar a mi sobrinita. ¿Podrían ayudarme? Es que tengo prisa.

Empezaron a trabajar, y en menos de diez minutos ya estaba todo listo, pero les hice una última pregunta:

- ¿A dónde van?
- A Sian Bull.
- ¿A Sian Bull? Pero, ¡si ustedes parecían venir de Sian Bull!
- Es que venimos de Sian Bull, y vamos a Sian Bull. Sólo habíamos venido a ayudarla. Y recuerde: Corpus Cristo. – me arrojaron un pergamino que decía exactamente esto:

“”

¡Pero que complicado! ¿Cómo iba a saber yo que decía allí? No importaba, ya estaba conduciendo a toda velocidad por la carretera, se me estaba agotando el tiempo.

Ya al rato conduciendo veo a una mujer alzando un pañuelo frente a una gran construcción y me detengo a verla, ¡era Isabel! Bajé desesperada de la motocicleta y le di un fuerte abrazo a mi hermana. Estábamos llorando. Mi hermana podía ser amargada pero me quería.

Había llegado justo a tiempo. Me despedí de Paul y tomé en mis brazos a mi pequeña. Al ver su carita angelical y sus mejillas rosadas me di cuenta de que todo había valido la pena. Acaricie sus finos cabellos rubios, y empecé a llorar nuevamente. Jeanne se despertó y me miro con sus ojitos caribbean, no podía seguir llorando, estaba muy contenta, le di un fuerte abrazo y me dispuse a regresar a casa. Y a pensar que explicación le daría a Zay Made.
Datos del Cuento
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