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Alfonsina

Pálida y sombría como todas las noches en el rincón de su alcoba la triste Alfonsina oraba, sin saber que pedir, ni porque estaba viva, tan vacía, tan simple tan sola. Que vida le había tocado vivir?, y ahora sin su madre su única compañera. ¡ Pero realmente fue una compañera o fue su carcelera!. Con estos pensamientos se quedó dormida hasta que un brillo de luz entró por la fría alcoba de su cuarto, su cuarto que olor, alcanfor y vejez, toda su ropa olía a esa sustancia que se había vuelto parte de su cuerpo mismo, pues ella mismo tenía impregnado en su cuerpo este aroma.

Como todas las mañanas, Alfonsina se dirigió a la iglesia a confesar pecados que no tenía, a escuchar sermones que no merecía, pues ella no vivía; ella simplemente moría día a día.
Padre dijo al fin luego de rezar unos 20 Padrenuestros y Aves maría, castigos impuestos por ella mismo para no caer en las tentaciones terrenales, hace un mes que falleció mi madre, y en realidad me siento tan sola. Si mi querida hija, es normal tu madre fue una santa, viuda desde hace 10 años y dedicada íntegramente a tu educación a cuidarte de la maldad de la tierra, realmente doña Socorro merece estar en el cielo. Alfonsina movió sus labios en un gesto que más que una sonrisa pareció una mueca, y se retiró de la iglesia con la misma desolación con la que llegó.

Buenos días Alfonsina, como está doña Carlota, bien hija mía, a donde vas tu tan temprano regreso a mi casa pues vengo de confesarme, que pecados podrás tener hijita, el único pecado que yo te conozco es el de no haber vivido como te correspondía. Alfonsina nerviosa por estas palabras se despidió de doña Carlota, aunque en su interior sabía que la metida señora tenía razón. Y es que su madre nunca había dejado que ella tome una decisión ni siquiera sabía escoger su ropa, por supuesto sin un poco de gusto con vestidos tan largos y negros que hacen que su blanco rostro se vea más pálido de lo que realmente era.

Los días transcurrían con una lentitud tal, que cada día parecía un año, y en esa noche fría , pero que raro quien tocará la puerta a estas horas?. Niña Alfonsina corra hay un hombre herido en la puerta, Dios santo está sangrando, éntrenlo a la casa. Por Dios santo señor quién es usted?, que le ha pasado, ayúdeme señora, unos ladrones me quisieron asaltar, pero diciendo esto el hombre herido cayó en un profundo sueño.
Alfonsina hizo que lo limpiaran y llamó al médico, y este le sanó sus heridas, le mandó unas inyecciones, pero lo raro del caso era que nadie conocía la identidad de aquel extraño que por sus ropas, se sabía que no era ningún pordiosero.
El bendito intruso cayó en una especie de coma, pues no podía despertarse, pasaban los días pero el no despertaba, Alfonsina cuidaba personalmente de él pero el misterio persistía.
A partir de la llegada de aquel intruso, sucedieron en la casa una serie de acontecimientos que preocupó a todos los que la habitaban pues comenzaron a decir que doña Socorro estaba penando, que se escuchaban ruidos, que las puertas se cerraban solas, es por el viento les decía Alfonsina, pero no sin sentir un poco de temor, pues el solo hecho de imaginarse que su madre regresaba de ultratumba le hacía que la piel se le ponga de gallina, sobre todo por la forma como murió Socorro, siempre tan soberbia tan orgullosa, un orgullo que la llegó a hacer perder el amor de su vida, un orgullo que hizo que consumiera la vida de Alfonsina, si porque el padre de Alfonsina prefirió irse a trabajar en el extranjero a vivir ese infierno de soportar la vida de ridiculeces que llevaba su esposa, es que Socorro estaba acostumbrada un ritmo de vida tan gastadora, tan fina, sus ropas tan caras, sus joyas, mientras su esposo trabajaba en la capital ella en su pueblo hacía alardes de riqueza y gastaba lo que el buen hombre ganaba. Pero era una fortuna muy grande, por la que Alfonsina podía vivir tranquila sin tener que preocuparse, aparte que ella no tenía el temperamento de su madre y más bien rayaba en la sencillez.

Alfonsina siempre se ponía a pensar el porqué su madre no disfrutó la compañía de su padre si bien este era un hombre de bueno de una noble familia, era muy callado y parco, muy inteligente financista que manejaba uno de los bancos más grande de la capital, porqué su madre no le permitió a ella estudiar en la capital?. Es que ella era el único motivo que tenía Rafael para ir al pueblo, pues la vida con su mujer era un infierno.
Pero porqué su madre se volvió tan amargada, era algo que ella tenía que saber, y debe haber sido el motivo para que los empleados adujeran que Socorro penaba por la casa, después de muerta, que infierno habrá vivido esta mujer para regresar del más allá.

Una tarde cuando Alfonsina estaba con su mente en los recuerdos vino una de las sirvientas a llamarla, señorita el forastero a despertado, Alfonsina se dirigió de inmediato al cuarto de huéspedes y en realidad don Diego Cisneros que así se llamaba el señor había vuelto en sí, aunque estaba muy fatigado, pudo agradecer la hospitalidad de Alfonsina, quien en ese momento se turbó por completa por el halago del señor y sintió que la sangre se le subía a la cara, y es que la timidez de Alfonsina era tal que temblaba ante la presencia de algún extraño y este personalmente la turbó mucho.

Don Diego si bien es cierto había despertado de un largo sueño, fue visitado por el médico quien le pidió que estuviese una semana en observación, semana que Alfonsina gustosa aceptó que pase en su casa, pues este señor, apenas pudo envió una misiva a su familia comunicando de su paradero.

Don Diego Cisneros un hombre de 54 años viudo y bien educado, no era el hombre más guapo del mundo, ni daba susto mirarlo , más bien resultaba una persona agradable de una bonita sonrisa y tenía una conversación de un hombre culto.
Por su parte Alfonsina que también era una mujer muy inteligente, creó una empatía tal con el ilustre visitante que pasaban horas de horas charlando, y que contrario a sus otros días, los días en la compañía de Diego más bien parecía que los acortaban. El en poco tiempo contó a Alfonsina su vida, tuvo un hogar muy bonito al lado de su esposa una buena mujer que murió de un cáncer fulminante del pulmón, con un hijo único de 21 años que estudiaba arquitectura en Italia, un hombre de negocios don Diego, que al parecer el día del asalto estos malhechores lo andaban siguiendo y lo dejaron abandonado creyendo que estaba muerto, este con las pocas fuerzas que le quedaban logró arrastrarse hasta la casa de Alfonsina donde ocurrió los acontecimientos hasta el día de hoy, que estaba con vida y preparándose para partir a la capital. Señorita Alfonsina, le dijo Don Diego, puedo hacerle un pregunta indiscreta; Porqué siendo tan bonita usted nunca se ha casado, Alfonsina casi se desmaya, en primer lugar ella nunca se había creído bonita y menos escuchar esas palabras de un hombre, sobre todo de un caballero tan serio como don Diego, nunca lo supe contestó ella, es más nunca me imagine que el matrimonio se hiciera para personas como yo.

A Diego le encantaba la sencillez de Alfonsina, y a esta la calidez de Diego, sin embargo llegó el día de la despedida, pues el sabía que su hijo debía estar muy preocupado al no tener noticias de él pues deberían estarle buscando. Alfonsina sentía una tristeza en su corazón que no podía explicarse, sin embargo esto era algo inevitable, aunque Diego la invitó a venir a la capital con él esto era imposible una señorita sola viajando con un hombre que era un extraño para los ojos de la gente, no esto no podía ser, aunque su corazón le decía que si podría ser, ella pensaba que el diablo se le había metido y le estaba jugando una mala pasada, pronto comprendería que este no tendría nada que ver en el asunto. Los amigos se despidieron con promesas de escribirse y Diego de regresar algún día, si bien no fue una despedida de novios, cierta calidez y aire de amor se sintió en el ambiente.

Alfonsina quedó en un ambiente más triste del que ya vivía, puesto que había empezado a encariñarse de la compañía de Diego, sin embargo ella se había puesto la misión de investigar el misterio entre sus padres, aunque tuviera que ir a la capital ella tendría que saber porqué su padre venía tan poco al pueblo.
Una tarde Alfonsina llena de curiosidad y de miedo entró a la habitación de su madre, y empezó a buscar en sus cajones y encontró una caja envuelta en un papel muy bonito donde contenía una serie de documentos. Comenzó a revisar y comprobó que había una cantidad de cartas y las fue poniendo por orden de llegada para leerlas con sumo cuidado, ella sabía que en esas cartas iba a encontrar la verdad de su familia y sabría porqué Socorro murió tan amargada y tuvo una agonía tan larga.

Tan ensimismada en sus cosas se encontraba Alfonsina cuando llegó doña Carlota, pero que quería esta señora en su casa. Alfonsina de mala gana dejó lo que estaba haciendo y se dirigió a la sala para recibirla, le ofreció una taza de té y se dispuso a escucharla, la buena señora quería que Alfonsina la ayude en su labor de beneficencia y se encargue de educar a un grupo de niños de escasos recursos, su tarea consistiría en darles todas las tardes clases con el fin de ayudarlos a salir del analfabetismos. Alfonsina de muy mala gana aceptó con la condición de que cuando ella no pudiera o simplemente quisiera dejar esta tarea lo haría. Y así cerraron un pacto, Alfonsina contaba con una labor que le ocuparían parte de su aburrido y triste día.

Llegó la noche y Alfonsina dejo la misión de las cartas para el día siguiente, pues no soportaba la idea de estar en la noche sola en el cuarto de su madre, pues este aún tenía el olor de las medicinas y del alcanfor por todas partes; pero muy temprano en la mañana en cuanto esta se había levantado y se disponía a seguir en la tarea de las cartas, llegó nuevamente Doña Carlota, quien la obligó a ir con ella a conocer a sus alumnos y a asistir a una reunión de padres de familia donde conocerían a la nueva maestra voluntaria quien gratuitamente los iba a sacar de la ignorancia. Y se iba postergando el propósito de las cartas, pero Alfonsina sintió que esta tarea le iba a resultar agradable, pues enseguida se conmovió de los rostros de estas criaturas que tenían desde 5 años hasta 12 , y a partir de este momento su vida empezaría a tomar un nuevo giro. Pues tenía menos tiempo para estar triste.

Los días pasaron y Alfonsina se había olvidado casi por completo del asunto de las cartas si no es porque la sirvienta dijo que misteriosamente se había roto un jarrón con rosas en el cuarto de Socorro. Nuevamente la curiosidad se hizo dueña de Alfonsina quien se justificó esa tarde para no ir a sus clases y se quedó revisando estas cartas.

Los primeros documentos eran sencillamente cartas de su padre a su madre en donde le contaba los acontecimientos de la capital y la invitaba a ella con su hija a ser parte de esto, con la supuesta negativa dada por Socorro las cartas se iban convirtiendo cada vez en notas más frías, hasta que llegó un momento en donde eran simples misivas del esposo preguntando por su hija.
Pero había una carta más, una carta arrugada que afectó mucho a Alfonsina, pues se notaba que había sido mojada, seguramente por lágrimas. Está carta decía lo siguiente:



Querida Socorro:

Por mucho tiempo desee tu compañía, pues el día que te escogí como esposa, supe que quería pasar mi vida contigo, durante estos años solo en la capital me he dado cuenta que tú nunca me quisiste, pues con todas tus negativas de venirte a vivir conmigo y nuestra hija, me lo demostraste. Durante todo este tiempo quise ser leal contigo, y aún ahora lo deseo, debo con mucha tristeza decirte que he encontrado una mujer que me ama de verdad una señora con quien deseo pasar el resto de mi vida, pero si aún me amas ven y esto se termina inmediatamente pero si no lo deseas, podemos divorciarnos, de lo contrario no tengo ningún apuro, pues somos adultos y lo único que deseo es ser feliz, la decisión está en ti si deseas salvar nuestro matrimonio, ven por favor pero no aguanto más esta soledad.

Por lo material no te preocupes pues creo que tu y Alfonsina tienen el futuro asegurado, en todo caso mi testamento está a favor de mi hija quien es la única heredera. Mi cariño hacia Alfonsina sigue intacto, más bien te suplico que en algún momento la dejes acercarse más a mí, pues siento que es una prisionera de tu enfermedad.
Me da pena no poder salvar a mi hija de ti, ella debería estudiar en la capital, talvez ese sea el único pecado que me lleve a la tumba, pero todos los días le pido al señor que no sea tarde para mi niña y algún día pueda respirar lejos de ti. Ojalá Alfonsina pudiera decidir sola y estoy seguro, ella escogería estar conmigo.
Te deseo la mejor suerte del mundo.

Besos a mi Hija.
Rafael.

Ese era el secreto que Socorro guardaba secretamente, y no lo decía por vergüenza, que Rafael, la había abandonado por otra mujer, pero en el fondo Alfonsina se alegro pues sabía que su madre había sido una egoísta y nunca había querido a su padre.

Alfonsina quiso tomar nuevo rumbo a su vida y se dedico por completo a educar a los niños, labor que le había devuelto las ganas de vivir, pues ocupaba todo su tiempo en preparar las tareas, escribir cuentos infantiles y preparar sus discursos para estos niños.
Alfonsina sin embargo comenzó a cambiar varias cosas en su vida, en primer lugar cambió toda su ropa vieja por ropa más juvenil y elegante, el típico moño de vieja y sus lentes gruesos los cambió completamente, compró un perfume de Channel para no oler a alcanfor y hasta aprendió a maquillarse.

Realmente el cambio que dio Alfonsina fue muy favorable aunque siempre tenía la tristeza de no haber disfrutado más de su padre por la incomprensión de su madre. Se propuso buscar a la señora que fue su compañera pues Socorro nunca le dio a Rafael el divorcio.
Alfonsina era muy tímida y nunca se hubiera atrevido a viajar sola a la capital, pero su buena amiga Doña Carlota se encargó de todo localizó por intermedio de unos amigos a la viuda, y con la dirección en mano llegó. ¿ Cuando viajamos Alfonsina?....... La pregunta tuvo como respuesta un pronto muy silencioso.

Una tarde mientras Alfonsina y doña Carlota tomaban el té, el timbre sonó y la sirvienta entró con la novedad de que en la puerta buscaba a la Señorita Alfonsina el Arquitecto Carlos Esteban Cisneros, que por cierto dijo la criada es un joven muy guapo.

Mientras Alfonsina se dirigía a la puerta mucho pensamientos pasaban por su cabeza, será que se había muerto Diego, o le habría pasado algo, o en realidad no era su hijo, oh Dios que incertidumbre. Buenas tardes señor le dijo Alfonsina, le puedo ayudar en algo, busco a la Señorita Alfonsina, si señor soy yo, mire Alfonsina soy el hijo de Diego Cisneros y vengo a pedir su mano. Alfonsina sintió que se le movía la tierra, y estuvo a punto de caer desmayada al suelo, sino es por que la chismosa de Doña Carlota había estado oyendo detrás de la puerta.

Luego de la impresión y el desmayo, Carlos Esteban se sentó a conversar con Alfonsina quien inmediatamente le pareció la mujer ideal para su padre, este le indicó que Diego estaba impresionado por su sencillez y que deseaba pasar el resto de su vida con ella . Yo pienso que mi padre debe tener la oportunidad de ser feliz puesto que con mi madre se casaron muy jóvenes y el se dedicó a trabajar para sacar a su familia adelante, pero ahora era un hombre rico que podía disfrutar su fortuna con una mujer buena y que lo ame realmente.
Alfonsina le dijo que ella aunque estaba feliz tenía que pensar mucho su decisión pues ella ya tenía una tarea en el pueblo y había decidido remodelar su casa, esos son pretextos dijo la metida de Doña Carlota, usted debe y merece ser feliz Alfonsina, así que contéstele al Señor pues su padre debe estar esperando una respuesta y resulta de mala educación tratar así a los forasteros. Carlos Esteban sonrió al ver la aptitud de Doña Carlota, quien no tenía nada que ver en la charla.

Sin embargo Carlos aceptó dejar que Alfonsina medite la decisión y se quedó unos días en el pueblo, aprovechando así conocer a su futura madre.


Carlos invitó a Alfonsina y Doña Carlota que se había hecho inseparable a ir a la capital invitación que aceptaron pues Alfonsina debía arreglar todo lo concerniente a su pasado, hasta su vieja casa del pueblo puso en venta, y su monótona vida se convirtió en actividad total

Los preparativos fueron muy rápidos al llegar a la capital Alfonsina se hospedo con Carlota en una pensión de prestigio en la ciudad y empezó la búsqueda de Ma. Del Mar Salvatierra, que era el nombre de la compañera de los últimos días de Rafael.
Era una casa pequeña pero bonita, Alfonsina con mucho temor tocó la puerta y una señora mayor de gesto agradable abrió la puerta.
Ma. Del Mar en cuanto vio a Alfonsina la reconoció, pues Rafael guardaba fotos de su hija, ella con temor pues no sabía la intención de la visita de la hija de Rafael la invitó a pasar. Al recorrer con la mirada la habitación Alfonsina no pudo contener sus lágrimas esta casa había sido el hogar de su padre y por las fotos y la cara de Ma. Del Mar había sido un hombre feliz, Lloró de felicidad explicó Alfonsina y de agradecimiento, por haber permitido que mi padre viva en paz los últimos días. No mi hijita dijo Ma. Del Mar no murió del todo en paz, pues siempre estaba triste pensando en ti, siempre le hiciste falta, y el a mí respondió Alfonsina. Ma. Del Mar invitó a Carlota y Alfonsina a quedarse en su casa estas aceptaron gustosas, asi Alfonsina se enteró que Ma. Del Mar, quien no tenía hijos se había quedado con una pequeña pensión de Rafael, la misma que Alfonsina aumentó, para que esta buena mujer pueda vivir sin necesidades los años que le hicieran falta.

Una tarde en la que Alfonsina conversaba con Ma. Del Mar, apareció Diego en la puerta, con un hermoso anillo de brillante a pedir a Alfonsina que sea su esposa, sucedió, tan rápido todo que ahora la señora Alfonsina de Cisneros madre de un hermoso niño, no puede creer que ella haya sido la chica pálida y sombría que recuerdan en su pueblo.
Datos del Cuento
  • Categoría: Tradicionales
  • Media: 6.32
  • Votos: 66
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