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ALICIAL LA YARARA

Eran los últimos días del año 1999. Gran parte de los llamados humanos se preparaban a lo grande con bacanales, shows, viajes a lugares sofisticados y un montón de estupideces más para recibir al nuevo milenio. Sólo eso, un cambio de cifras en el calendario cristiano, el año 2000. El Dragón y todas sus catástrofes anunciadas por los grandes iluminados, caería sobre la tierra.
Nada de eso ocurrió, muchos quedaron con un gran vacio y llenos de malestares debido a la gula y la locura colectiva.
En cambio, dos aventureros planearon, como regularmente lo hacen, retirarse al monte, en este caso al Monte Santiagueño, para ser más precisos a la Serranía de Guasayán. En aquel bello sitio gozarían de la paz ansiada, donde se deleitaban con la vegetación, animales y las antiguas rocas del lugar.
Estos muchachos debían recorrer unos kilómetros, atravesando un bosque chaqueño para alcanzar su lugar preferido: “Rumi -Huasi” que en quechua quiere decir Casa de Piedra. Este refugio se encontraba en el medio de la Quebrada de Conzo o Tala-Arroyo, frente al ojo o surgente homónimo, del cual brotaba desde las profundidades de la Madre Tierra, agua fresca y cristalina.
Allí se instalaron; uno se ocupó de juntar leña, limpiar el refugio cuidando de que no haya visitantes venenosos, etc. El otro se dedicó a cortar algún tronco que sirviese de tirante principal para sostener el plástico que usaban como cubierta en casos de lluvia y a limpiar el curso de agua que manaba del manantial.
Terminadas esas tareas, se aprestaron para matear con el “poleo” -Lippia turbinata Griseb.- que recolectaron para tal finalidad en los terrenos pedregosos vecinos a la entrada de la quebrada, ya que el mismo no crecía más arriba.
Así de a poco, entre mate y mate, sentados sobres sus queridas rocas que hacen de sillas y mesas, se iban hidratando con la mezcla dulzona de la yerba, poleo y el agua de la vertiente. Comentaban además de lo bien que les estaba resultado todo aquello; de lo crecido que estaba el arroyo, del frescor del lugar y de la abundante vegetación que cubría todo de un manto verde. Era evidente que ese año las lluvias habían sido tempraneras. Además en las quebradas se disfrutaba como una especie de microclima; eran algo más húmedas y con otras especies de plantas como : “higuerón”, “cebil”, “orcko quebracho”, etc.
Finalizado ese alto; uno de ellos, se bañó en el arroyo y se alistó para reposar definitivamente o dormir, quedando de cara al cielo. Venía bien ese descanso después del ascenso agotador a lo largo de la quebrada. Mientras tanto el otro compañero seguia recorriendo los alrededores.
Pasados unos minutos, éste último, justo en el momento en que se decidió acondiconar su mochila para ser usada de almohada, zás!, pega un salto de susto y alegría, gritándole a su compañero: cuidado, saltá rápido la pirca!
Ese día 24 y aproximadamente a las 20 hs. se les había aparecido una “Yarará chica” -Bothrops neuwiedi-, por lo que dijeron, esto es regalo del Divino Niño!.
Inmediatamente le dieron caza y en la “bolsa viborera” pasó colgada toda la noche de un “Guayacán” -Caesalpinia paraguariensis (D. Parodi) Burkart.
Luego se vino una tormenta fenomenal y como habían decidido dormir fuera del refugio, tuvieron que regresar al mismo y usar el plástico de techo. El refugio había pasado a llamarse: “Rumi-Yarará-Huasi”. Bravo les resultó el dormir alli por el temor de que les aparezca otro familiar de la “Yarará”, pero el cansancio pudo más y se quedaron dormidos.
Datos del Cuento
  • Categoría: Tradicionales
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