En casa de la pequeña Elena reinaba un gran bullicio. La familia entera se había reunido para realizar una fotografía de grupo. Cuando llegó el señor Euclides, el mejor fotógrafo de la ciudad, la familia al completo estaba en el jardín preparándose para la fotografía.

Elena arreglaba con cuidado sus dorados cabellos para salir impecable en la fotografía. Luisín, el hermano pequeño de Elena no paraba de llorar porque la enorme barba blanca del señor Euclides le daba un miedo terrible.

El señor Euclides, que era un anciano simpático y bonachón, se puso enseguida a dar órdenes.

-El abuelo que se siente y la abuela que se ponga de pie junto al abuelo. ¡No tan lejos! Un poco más a la derecha... ¡Así, perfecto! El papá que no esté tan serio. ¡Luisín deja de llorar! ¡Elena, tú saluda! Venga, venga que el papá piense algo divertido, a ver si se ríe. Y la mamá  que se arregle el vestido.. Todos preparados, listos, ¡quietos!

-¡Clack! -resonó la cámara del señor Euclides.

Han pasado muchos años y Elena ya tiene un biznieto, Pedrito, y una biznieta, Elenita. Por supuesto, Elena todavía conserva la fotografía que el señor Euclides hizo a su familia cuando ella tenía cinco años. Siente un gran cariño por esa fotografía. Recuerda perfectamente aquel día y los lloros de su hermano Luisín aterrorizado con la barba blanca del señor Euclides.

Hoy Elena está muy contenta porque toda la familia se ha reunido para celebrar el bautizo de Elenita. Germán, un fotógrafo amigo de la familia que luce  con satisfacción un extravagante bigote, ha acudido a la fiesta para realizar la fotografía de grupo.

-Si no se juntan, no salen todos, insiste Germán-. ¡Venga, venga, más apiñados! ¡Los abuelos más a la derecha! Los bisabuelos en el centro, sosteniendo a Elenita. El papá y la mamá que sonrían. ¡Pedrito deja de carcajearte! No me gusta que se rían de mi bigote... ¡Preparados... quietos, quietos, quietos...! -¡Click!

-¡Listos! En unos breves minutos vemos cómo ha quedado -explica satisfecho Germán.