Nítido se escuchaba el grito desgarrador, como si viniese canalizado por un sistema de parlantes ubicado muy cerca de los que pasaban por ahí. A esa hora no eran muchos los oyentes de la proclama, y mucho menos los interesados en prestarle atención. Ni dos minutos pasaron, y otra vez la voz :
¡ Viva la revolución !
Esta vez un señor que parecía bastante anciano se interesó en la arenga solitaria. Se detuvo, e intentó localizar con la vista al que la había anunciado. Demoró en hallarlo : el de la revolución terminó que estaba metido en un pozo cuadrado de cemento, usado como ducto de ventilación para el tren subterráneo. Se preguntó cómo pudo haber llegado hasta ese lugar sin haberse lastimado en la caída, y más todavía sin quebrar la botella de ron que sostenía en su mano derecha. Estaba sentado en un rincón del cuadrado. El que miraba vio entonces la escala para mantención que había usado el que gritaba para descender. Ahí fue que encontró la explicación, y sin decir nada se marchó. Nadie más se asomó para mirarlo.
Y yo que pensé que se trataba de una propaganda política...