-¡Mamá, mamá! ¿Por qué estas tan triste? ¿Tú también lo echas de menos?
Por un momento apartó la vista de la ventana y la miró. Se fijó en su hija, todavía muy pequeña para comprender que la vida es muy injusta, y no pudo evitarlo. Las lágrimas afloraron en sus ojos y empezaron a recorrer sus mejillas. Se preguntó como se le podía explicar, a una niña tan pequeñita como ella, que su hermanito estaba muerto, que la vida había sido tan cruel, que la muerte se lo había llevado tan pronto, sin haberle dejado, al menos, disfrutar la poca vida que había tenido.
¿Como explicarselo a una niñita si tampoco ella era capaz de entender el motivo por el que Dios se había llevado a su bebe?
-¿Por qué lloras, mamá? ¿Es que no sabes donde está?
Otra difícil pregunta para contestar. Por supuesto que sabía donde estaba su hijo y, tambien sabía, donde estaría siempre.
-Sí, se donde está cariño. Está en el cielo y allí está rodeado de mucha gente que lo quiere y lo cuida.
-¿Y cuando va a volver con nosotros?- La esperanza bailoteaba en los ojos de la niña, mientras esperaba que su madre le contestara que su hermanito iba a volver pronto.
-Él no puede volver, cielo.
-¿Por qué no puede? ¿Se ha perdido? Si quieres, yo puedo ir a buscarlo al cielo y traerlo otra vez a casa para que dejes de llorar y estar triste.
-No puede volver. Mira cariño,ahora él es un angelito que te mira y te cuida desde el cielo. Va a estar allí siempre y no te va a olvidar nunca. Cuando quieras verlo, mira al cielo que él estará allí.
-Y, si es un ángel ¿tiene alas? Los ángeles de mis libros tienen alas.
-Pues claro que tiene alas. Es un angelito con unas alas tan chiqititas como él.
-Mamá, y ahora ¿donde vive? En el cielo hay muchas estrellas. A lo mejor vive en una de ellas.
-Seguro que sí, cielo. Vive en una estrella y vive en nuestro corazón. Es aquí donde va a estar siempre- le dijo, poniéndose de rodillas junto a ella y acercándole su manita al corazón.
La niña la miró unos instantes y después cogíó a su madre de la mano y la acercó a la ventana.
-Ya no llores más, mamá. Vamos a buscar la estrella donde vive para decirle adiós.
Se asomaron juntas y contemplaron el cielo estrellado, y la enorme luna que lo adornaba.
En silencio envió al cielo una plegaria a su hijo para pedirle que siempre velara por ellos.
-Mamá, ¿nos verá si le decimos adiós?
-Claro que si. Él te verá siempre.
Cuando la miró, vió que también había lágrimas en los ojos de la niña. Las dos alzaron las manos y le dijeron adiós a ls estrellas que vestían el cielo. La niña se giró hacia su madre y le dió un beso en la mejilla.
-No te preocupes mamá. Yo voy a cuidarte- volvió la vista al cielo y le envió un beso a su hermano, a su ángel de la guarda particular, aquel al que rezaría todas las noches.

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Quiero dedicar este pequeño relato a mis dos primitos pequeños (porque realmente estoy convencida de que son como pequeños angelitos allí donde están) y a todos mis seres queridos que están cuidando de ellos allí en el cielo y que, día a día, velan por nosotros (sobre todo a mi padre al que echo mucho de menos)
Tambien quiero dedicarselo a mi amiga Nathalie con mucho cariño porque, además de que puede comprender todo lo que digo, quiero agradecerle su comentario en el que me animaba a volver a escribir algo.
Un beso para todos ellos y para todos los que lean cualquiera de mis relatos.