Y le dije te amo...
no pude improvisar un “te quiero,
porque no era eso lo que sentía,
ambos sabíamos lo que pasaba,
fuimos inteligentes,
nos callamos las explicaciones.

Él tenía un compromiso con la vida
y yo estaba comprometida con el otro bando,
“hasta los huevos”, como decía un amigo en común.

Bailaban casi todos en el salón, le veía negarse a algunas amigas que le invitaban, sabiendo que le fascinaba hacerlo. Yo había tomado lo suficiente como para relajarme, y la música comenzó a trabajar en mi cerebro a tal punto que por dentro mi alma danzaba al compás. A veces lo miraba al descuido y se chocaban nuestros silencios a mitad de las miradas, disimulando que nada pasaba, que no nos quemaba.

Otros hombres venía de vez en cuando invitándome a bailar, yo daba mis excusa de cansancio y otras simplemente me negaba, pero cada vez me resultaba mas difícil dejar de buscarle entre los invitados, le miraba leyendo en sus ojos que había una bomba de tiempo entre ambos, yo deseaba que lo hiciera, él sabía que ya era el momento, alguien atenuó la luz y las parejas se acercaron mas, en la penumbra del salón. Dos ocasiones intenté dejar mi vista fija al coincidir con la suya, pero me faltaba el valor.

Me paseé por la mesa de los licores y servía una copa, entre los que se reunían para servirse, algunos chocábamos sin querer. Pero yo presentí que quien estaba detrás de mi, era él. No pensé que fuera tan osado, su cuerpo despedía un calor genuino, y yo demoré mas el trabajo de la liga de los licores y muy sutil rocé aquel cuerpo, que pegado a mi, me respiraba.

Se me fue olvidando el escenario y bebí de mi copa, sin abandonar el espacio que ocupaba, más osada retrocedí unos centímetros y su voz me preguntó muy cerca en mi oído, que si yo bebería esa bomba de ligas, a lo que giré mi rostro hacia ese costado, su boca quedó a un suspiro de la mia, mis ojos buscaron los suyos, sentía que la gloria no podía detener otro semblante, repasé sus labios seductores y respiré su aliento divino, su boca... ay, su boca que se entreabría al compás de la mia.

Allí quedamos devorando el ansía de un beso, al mismo tiempo el morbo crecía al sentir sus manos deslizarse en mi talle ajustado por el vestido. Despacio me giró hacia él y comenzó a moverse al ritmo de la música, ya bailábamos, su pecho olía a hombre, un aroma de Vegueros invadía mi espíritu de mujer integra, pegaba mi cuerpo al suyo y la danza se hacía mas suave, su virilidad crecía entre sus piernas, la humedad me asediaba los entre muslos entre tanto sus manos paseaban mi espalda a tramos, sus dedos se aferraban a mi. Al terminar la copa mis labios humedecidos los acerqué a los suyos, su lengua recibió mi entusiasmo con un fuego de volcanes, ardían los perfiles y un sudor de siglos resbalaba nuestros rostros...

El deseo y las fantasías explotaba en su vientre y el mío. Al cabo de un rato nos habíamos alejado un metro o mas de la mesa en penumbras, abarrotada de personas. Estorbaba la copa en mi mano y entre sus brazos me giré para dejarla en la mesa, casi sus brazos me impedían alejarme y mi espalda en su pecho, eran una sinfonía , agarré sus manos que me abrazaban desde atrás, me respiraba en el cuello, acercándose me rozaba, mordía ligeramente mi nuca... y en ese vuelo de locura que estallar ya anunciaba, busqué su boca mientras le decía “te amo”.

Quedamos en medio de una multitud que nos rodeaba, con mil interrogantes o malas caras. Todo se silenció, porque las luces encendidas nos delataron.