I PARTE
- Escribes con mucha facilidad, Miguel, es una lástima que no te dediques a ello plenamente.
- Bueno, así no tengo la responsabilidad de demostrar mi talento con obras geniales. Respondí sonriendo.
- ¿Sabes que mañana es mi cumpleaños?
- ¿Mañana? Perdona, lo había olvidado. ¿Cuantos... veinticuatro, veinticinco...?
- !Tonto!, sabes que solo veinte. Es un poco tarde ¿vamos a la cama?
- No, no, ve tú. Voy a escribir un poco más. Me excusé.
- Ya lo harás mañana, estás de vacaciones. Además...
- Te he dicho que no Andrea. Por favor no insistas... Contesté enojado.
Ella me miró enfadada y apunto estuve de sonreir al ver su boca desconsolada a punto de hacer pucheros. Después se encaminó descalza hacia el dormitorio. Hasta malhumorada resultaba encantadora, pensé.
El aroma que se había puesto, extraño y persistente, me acompañó durante bastante rato después de haberse ido.
Me serví una buena ración de whisky escocés observando el liquido como si fuese la respuesta a todos los misterios.
- Veinte años... ¿que debo hacer? Andrea cumple veinte años...
No sé cuanto tiempo permanecí solo, sumido en mis pensamientos. Había bebido más de la cuenta y sin embargo no sentía ningún efecto, el dolor súbito suele volver sobrios y lúcidos a los tipos más borrachos.
Había un reloj, probablemente el de una iglesia cercana que marcaba las horas, la una... las dos... las tres.
La noche se hizo interminable. De vez en cuando se me cerraban los ojos, los sentía llenos de arena, como cuando de niño me pasaba las horas en vela fantaseando e imaginando las situaciones más disparatadas, hasta que por fín con las primeras luces del amanecer me quedaba dormido.
- Creo que tú, Andrea, comienzas a pertenecer al arsenal de mis pesadillas...

II PARTE
El olor a café recien hecho invadía el ambiente. Ella, seria y ausente untaba mermelada de fresa en el pan aún caliente.
- Felicidades...
- Dime Miguel... ¿Que te pasa?
Su voz era entre angustiada y temblorosa, y su semblante crispado me hizo sentir mas culpable que nunca. No puede mirarla a los ojos cuando me lo pidió, si ella supiese mi sufrimiento...
- ¿Es que no te das cuenta Miguel? Estoy tratando inutílmente de arreglar nuestro matrimonio, has cambiado tanto...
- Esta bien Andrea, te lo diré. Debes dejarme, buscar otro hombre. Añadí casi no reconociendo mi propia voz.
- ¿Que estás diciendo...? ¿Otra vez con eso ? Hemos hablado hasta la saciedad...
No recuerdo exactamente las palabras que utilizé en ese momento..., le hablé que lo hacía por respeto hacia su persona, que la quería más que a nada en el mundo, que ese día había cumplido veinte años y no tenía por que sacrificar su vida conmigo y que por favor me dejara solo y no lo hiciera mas difícil...
Andrea se secó las lágrimas y sus últimas palabras fueron:
- ¿Sabes lo que pienso de ti? que eres frágil e inmaduro..., aunque juegues a hombre fuerte a mí no me convences.
No sé cuanto tiempo después la ví salir llorando de "nuestra casa.

III PARTE
Mientras escribía y relleanba folios sin cesar en la soledad de mi habitación, el timbre del teléfono me devolvió a la realidad.
- ¿Dígame?. Hablé cansadamente
- Papá soy tu hijo Alberto, tus nietos se han empeñado en visitaros mañana ¿Os importa si vamos?.

Málaga 28 Nov. 2003