Tres desconocidos, caminaban en silencio, del monte a la ciudad; iban a poner un reclamo al jefe civil, a la prefectura, o a cualquier persona que tuviera que ver con el asunto. La cuestión según ellos mismos comentan, es el desagrado que les causa el eterno anonimato en que viven. “Yo vuelo, tengo trino y adorno el paisaje, igual que cualquier ave – decía la avecilla del monte- y nadie sabe cual es mi nombre, ni siquiera yo misma lo sé”. “Yo por mi parte – decía la fruta silvestre – tengo dulzor como cualquier fruta, pero nadie me conoce”. “A mí me ocurre igual – increpó la florecilla del campo – tengo color, mi propia fragancia y creo que tengo derecho a tener un nombre”.
Según la psicología moderna no hay nada más agradable que ser llamado por nuestro propio nombre, y seguramente estas tres especies silvestres, de alguna manera se enteraron de esta información, y en consecuencia han decidido reclamar lo que por ley les corresponde.
Aquí termino de relatar la historia de una flor, un ave y una fruta sin nombres, que salieron del monte a efectuar un justo reclamo; ojalá encuentren a la persona que pueda resolverles su problema, para que nosotros dentro de algunos días podamos mencionarlos como Dios manda.
Jajaja, muy buena la metáfora de Diaz Valero. Corto y preciso. Saludos.