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Sin Nada

Aunque cada uno de nosotros habíamos continuado con nuestras vidas, los recuerdos de la infancia aún brillaban con deslumbrante resplandor en lo más alto de mis recuerdos.

Realmente crecimos junto y aunque nuestros caracteres eran totalmente diferentes, siempre que se nos presentaba la oportunidad estábamos juntos.

Nuestra infancia transcurrió sin sobresaltos, bueno, recuerdo cuando por la televisión vimos que unos aviones se estrellaban contra las Torres Gemelas y poco tiempo después se derrumbaban. También mediante la pantalla electrónica nos enteramos de muchas guerras, explosiones de autos-bomba, vimos miles de inundaciones, derrumbes, incendios pero lo que más me impresionaba eran las noticias acerca de los secuestros de personas grandes y de niños, eso si que nos hacía llorar.

Nos hacía llorar a Luz, a Sebastián (al que llamábamos “Sebas”) y en ocasiones a Katia que aunque no vivía en la misma cuadra, su mamá era de la edad de mi mamá y ellas si que habían jugado en el tiempo que tenían nuestra edad.

El tiempo pasó vertiginosamente y los juegos infantiles quedaron atrás en el recuerdo, de pronto me vi estudiando la Preparatoria.

La verdad es que en ese tiempo no tenía ni idea de que era lo que me atraía, me gustaba o me convenía estudiar, condición que se veía alimentada por la particularidad de que las carreras universitarias se definían hasta después del segundo semestre del área que hubieses seleccionado.

En principio no era muy difícil de decidir ya que solo había, y creo sigue siendo igual, seis áreas para el desarrollo profesional. Ni siquiera se me hubiera ocurrido que acuerdo a mis tendencias, facilidades y gustos yo me inclinaría algún día, ya fuera por el área de Administración o por la de las Bellas Artes.

La verdad es que eso de las matemáticas no era precisamente de mi agrado y en cuanto a lo de la Danza, el Canto, la Pintura pues no pasaba por mi mente, la danza solo en bailes con mis amigos y con los movimientos de los bailes modernos pues cualquier cosa que hagas ya estas bailando, para el canto ni en la regadera ya que como decía Papo cuando cantaba se iba el agua y la pintura con decirles que hasta los gatos me salían chuecos y me refiero a gatos de esos de dos rayitas en un sentido y otras dos en otro formando una cruz.

La verdad es que eso de la Medicina, la Ingeniería en cualquiera de sus ramas, la Filosofía o Leyes no entraban en mis tendencias ya que la sangre si no me causaba repugnancia, no era de mi agrado, verme diseñando o construyendo maquinas, presas, puentes o cualquier otro tipo de obra pues no me imaginaba en botas, pantalones de mezclilla y casco, pues no es que fuera muy delicada, ya que Luz y Sebas bien pueden dar razón de los juegos verdaderamente rudos que practicábamos en la cuadra o en el Jardín de la Paz que estaba enfrente de mi casa, pero para nada. Había visto tantas cochinadas con los políticos que la carrera de Leyes nunca me llamó.

Y no es que me la pasara con mis amigos en la calle. En primera mi infancia transcurrió muy feliz ya que siempre tuve atenciones por parte de toda mi familia, mamita, mi papo, mis tíos y sobre todo de mis abuelitos, No puedo olvidar las ocasiones en que me dieron toda su atención que en realidad eran casi todas las ocasiones.

Cuando se trataba de ir a la Feria, no descansaba hasta que materialmente nos corrían o cuando íbamos al Mc Donalds no se diga aunque a Papo (como le decía a mi abuelito)) nunca fue de su agrado la “comida” que ahí vendían y solo entrábamos a jugar en los aparatos que ahí estaban instalados, también recuerdo cuando solo íbamos a caminar a algún Centro Comercial.

Final y casualmente me vi estudiando administración ya que veía a mi Papo que se embebía en sus libros y en sus problemas y aunque Él era ingeniero yo me incliné hacía las ciencias de los números.

Fue cuando estaba cursando Preparatoria que conocí al que posteriormente sería mi pareja y padre de mis tres hijos.

Mi carácter se vio influenciado por el episodio que me tocó vivir en uno de mis viajes cuando visité a Luz que se había ido a radicar al Puerto de Manzanillo después de los acontecimientos del ochenta y cinco. Ya para ese entonces me encontraba separada de mi esposo y creo que mi viaje fue un mero pretexto para poner tierra de por medio.

Nunca antes lo había comentado, pero sucede que cuando llegamos hace unos veinte años con Luz no quise causar molestias ya que los tiempos habían cambiado y al cabo de un mes encontramos una casita de buen tamaño que sin ser digamos ¡Uf! Si cubría nuestras expectativas por el momento, había estado abandonada por varios años.

Antes, según me contaron los vecinos, vivía una pareja de gente grande que había adoptado a una niña pequeña, se dedicaban a matar chivos y a hacer su barbacoa al más puro estilo de Tulancingo de donde eran oriundos pero que había tratado de probar suerte la cual les sonrió desde que empezaron a ofrecer su especialidad misma que amenizaban con una sabrosísima salsa de chile pasilla de la señora aderezaba con yerbas que solo ella conocía su procedencia.

Cuando yo vine a conocer la casa, la estaban remodelando para entregármela lo mejorcito posible y apenas le iban a hacer el piso en la mitad de terreno, así es que alcancé a ver el hoyo en el suelo donde cocinaban la carne. Las paredes me las entregaron sin retoque un tanto cuanto rusticas pero eso le daba un cierto toque que desde el principio nos gusto y así se quedó por mucho tiempo.

Pues bien. Mi hijo y yo fuimos testigos de la serie de anormalidades y que posteriormente supe que se denominan como “Fenómenos Paranormales” y que ocurrían por toda la casa pero en particular cerca del hoyo que sirvió de horno. Si lo platico, es posible que no se crea ya que hay que vivirlo y ser testigo para aceptar que lo sobre natural existe.

Recordé que en la Ciudad de México está el famosísimo Mercado de Sonora donde se encuentran toda clase de materiales para conjuros tanto de los buenos como de los no tan buenos.

Hice traer todo lo necesario para invocar las malas vibras que de ese lugar manaban y en cosa de dos semanas recibí por paquetería un envoltorio que constaba de cuatro veladora, una roja, otra amarilla, otra azul y una blanca y un instructivo con una amplia explicación de cómo, dónde y cuándo debería de hacer el rito de sanación del sitio.

Dentro de los preparativos debería de conseguir regalada una cebolla morada y una amarilla pero no de la misma persona, inclusive no de la misma casa o familia. Rebanarlas finamente, lo más fino que pudiera y ponerlas en dos recipientes en agua y sacarlas alternadamente por ocho días a serenarse a partir de la fase lunar de Luna Nueva, es decir, cuando no vemos ningún reflejo del sol sobre la luna y ya que estábamos en un puerto no me fue difícil hacerme de una Carta de Mareas misma que está íntimamente ligada al calendario lunar.

Transcurridos los días necesarios y completados los preparativos puse las veladoras orientadas según la Rosa de los Vientos e inscritas en un circulo que pinté con cal revuelta con sal de roca, o sea tal como la obtienen de las salinas e invoqué a las malas energías, las que en realidad eran bravas ya que me costaba mucho trabajo mantener encendidas las cuatro veladoras inclusive llegaba el caso de que sin mediar ninguna fuerza externa se caían.

La liga con mi lugar de origen no fue fácil romperla ya que inclusive nunca lo he tratado de hacer y las ligas que me unen a mí añorada Ciudad son muy fuertes y creo que resistirán por mucho tiempo por no decir por toda la vida, casualmente sintonicé unja estación de radió en el que transmitían un programa nocturno en la frecuencia de amplitud modulada y escuché tópicos interesantes. Aprendí a ayudar a los espíritus que vagaban por la casa.

Les recé y les prometí ayudarles a seguir la luz que los elevaría a otro plano y por fin descansarían. Todas las noches me dediqué a orar por ellos y con la mente les creaba una columna dorada y con todas mis fuerzas les pedía que la siguieran hacia arriba para llegar al Señor. Vi con agrado que se empezar a ir pues ya no me jalaban las colchas durante la noche, como sucedía desde que nos apersonamos en la casa, ni se paseaban con pasos fuertes hacia la recámara de mi hijo.

Los ruidos de algo que caía con gran estrépito como si toda la vajilla se rompiera también cesaron.

Así como el efecto de abrir y cerrar las ventanas de la planta en la que no estuviéramos reunidos, es decir, cuando estábamos comiendo los ruidos provenían de la planta superior y cuando estábamos viendo algún programa en la televisión, los ruidos se sucedían en la planta baja. En otras ocasiones las lámparas o los aparatos se encendían sin motivo alguno o la radio cambiaba de estación y por lo general sintonizaba alguna estación de música calmada y en la mejor de las ocasiones de música clásica.

Transcurrieron tres meses de continuos exorcismos y llegue a pensar que por fin el fenómeno estaba erradicado, pero llegó mi hijo, que es algo especial desde pequeño se le hizo fácil tomar un de los folletos que habían llegado con el envío que había recibido de con las demás cosas, era un librito que por medio de las mismas veladoras de colores era posible invocar a los Ángeles.

Se reunió con varios de sus amigos de la escuela y se fue sin avisarme, eran varios jovencillos de secundaria cuando se fueron a hacer una ceremonia a "La Playa del Naufragio", un popular lugar que se encuentra frene al Farallón y que según las crónicas de los más viejos del lugar sus abuelos les habían contado que en ese lugar, precisamente en ese lugar había ocurrido un naufragio siendo que no apareció ningún cuerpo algo demasiado extraño ya que por esas latitudes nunca se ha sabido de la vista de escualos o de algún otro habitante marino que hubiese dado cuenta de los pasajeros o de la tripulación.

Ahí dicen que siguiendo las indicaciones al píe de la letra, invocaron a los Ángeles y Arcángeles a los Tronos y las Dominaciones e inclusive a los mismos Querubines para lo cual se hicieron de un mantel blanco circular y encendidas las velas de color especial para la ceremonia.

De pronto y si mediar motivo alguno el viento empezó a soplar y lo más extraño, según me lo platicó después que llegó a casa con una cara entre asombro e incredulidad, las ramas de las palmeras empezaron a caer y en escasos minutos tapizaron todo el claro de la playa que habían seleccionado para “su” ceremonia, lo más extraño fue que nada cayó sobre el mantel que mantuvo su macula y las veladoras permanecieron encendidas inclusive cuando el viento provocó una especia de brisa que empapó materialmente toda la playa. Jacobo y sus amigos tampoco se mojaron, sin embargo, su cara quedó empapada de sudor o tal vez solo de agua pero sus ropas quedaron secas por completo.

La primera reacción fue de miedo pero inmediatamente se calmaron al notar que cuando se alejaron por delante de sus pasos se abría un camino seco que terminaba en la carretera junto al lugar en el cual habían dejado sus bicicletas.

Después de eso, empezaron otra vez los ruidos fuertes a toda hora, y se desaparecían objetos, volviendo a aparecer después de haberlas buscado en ese mismo lugar. Una muy buena amiga mía, que por cierto, es clarividente, me consta, me aconsejó buscar al Padre Miguel, muy amado y reconocido en Manzanillo al que volví a encontrar casualmente en Michoacán y que ahora radica en Guanajuato, pues el tal Padre Miguel Inmediatamente acudió a la casa ya de noche, oramos en círculo con las manos entrelazadas todos los miembros de la familia mi amiga y el Padre Miguel y fuimos en procesión tras los espíritus en pena. El Padre Miguel por delante dando bendiciones a diestra y siniestra y esparciendo agua bendita con un ramo de albahaca ex profeso atado para la ocasión. El Padre Miguel les ordenaba que se fueran de esta casa con sus herramientas eclesiásticas, arrojando agua Bendita que había llevado para los fines de la ocasión y que mi hijo sostenía, recorrió todos los rincones y las dos plantas de la casa.

A partir de esa noche nuevamente estamos en paz, pero sin comentarle nada de mi hijo él mismo se dio cuenta que por Jacobo había sucedido esto, le platicó en pocas palabras lo sucedido en la playa y entonces cambio su rito de exorcismo a alabanzas.

Solo quedó el espíritu de un niño como de 6 años, que una vez Luz casualmente según después supimos a la misma hora en que había ocurrido el naufragio. Un niño con características de otra época vestido a la usanza de marinerito. Y eso que mi Luz siempre se mostró reacia a creer en ese tipo de experiencias, para ella siempre han sido casualidades, sin embargo, admitía haberlo visto.

Lo más curioso es que cuando Luz va al baño, alguien le va a tocar la puerta, la abre y . . . nada ni nadie y cuando duerme, alguien la despierta . . . jalándole las cobijas. Ella dice siempre que nosotros tratamos de hacerle alguna maldad y mejor ni lo discutimos

De mis recuerdos infantiles siempre tengo en mi cama un muñeco de esos que parecen reales, los famosos “Nenucos”, pues sucede que pasó otro detalle con el nenuco precioso: Luz le dijo al muñeco que como ya no tenía tiempo de atenderlo se lo iba a llevar a su casa.

Durante la noche, Luz oyó a alguien haciendo algo cerca del muñeco, pero pensó que éramos una de nosotras buscando algo.

A la mañana siguiente, me di cuenta que los dos cuadros que estaban en la pared atrás de Pepito (el Nenuco), estaban puestos frente a él, como queriéndolo ocultar. Cuando comprendimos el mensaje nos llenamos de ternura y le dijimos a Luz que no se llevarían a Pepito.

Esa noche compramos un pastel, nos sentamos todos a la mesa y le hablamos al pequeño ofreciéndole el pastel y dándole un lugar con sus cubiertos. Desde entonces ya no se ha puesto a jugar con una pelotita en la sala, el comedor, la cocina y la zotehuela que da a la recámara del fondo, como una noche en que su puso a hacer una fiesta tremenda, corriendo, jugando con la pelota, haciendo mucho escándalo y que nadie se atrevió a pararse a callarlo.

Juro que lo que digo es verdad, nos consta a todos.

A mí no me da miedo, al contrario, siempre les he dicho que esta casa es de todos y que podemos vivir en armonía, que sólo les pido que no me espanten

Ya no mecen las cosas, ya no hacen ruidos como si se cayera algo fuerte. Ya estamos en paz.

Desde el año en que me separé del que fue mi primer y único esposo, circunstancialmente se ha separado de mi vida siendo que hemos tomado rumbos diferentes. Las habilidades naturales en él lo han encaminado hacía la política siendo este un mundo en el que yo no tengo cabida y es que mi carácter no se acopla a las diferentes circunstancias que se presentan durante el desarrollo de la vida de mi comunidad, de mi estado, de mi país y es que el vuelo del que fue mi pareja por casi nueve años, es de un alcance tal que considero que su limitante será el que él mismo se fije y yo no estoy para jugar el papel de primera dama a cualquier nivel. Y es que sus ideas y su comportamiento son tales que encuadran en los más altos pensamientos de los idealistas preclaros del siglo que acaba de pasar.

Sin embargo el episodio más fuerte en mi existencia no ha sido el que acabo de relatar sino que el correspondiente al amor de mi vida. Aclaro que a mi esposo lo amé tanto, que durante el proceso del divorcio y después de él, lo seguía respetando y reconociendo como mi esposo, aún estando consciente de su traición.

Pues bien, cuando tuve que dejar la UNAM y poner tierra de por medio para que me dejara en paz el padre de mis hijos. Llegando a Manzanillo busqué suerte en una empresa Paraestatal que apenas se había puesto en marcha sobre la base de entregarme totalmente en mi cometido obtuve la base a la vuelta de un par de años. Después de obtener la base solicité mi traslado al Bajío, lo que no logré en varios años.

En esa época conocí a Estuardo, cuando me inicié como asistente de la Coordinadora Ejecutiva del Occidente, era un enorme sol que aunque de casi dos metros de estatura no era el ejemplar propicio para engalanar cualquier portada de esas especializadas en especimenes sacados del Olimpo pero que con su presencia, personalidad y carisma, sobresalía a todos. Desde un principio la química fue mutua y a pesar que cuando acudía a él para consultarle o preguntarle sobre cualquier tópico a lo que invariablemente siempre me contestó con un “B-U-S-C-A-L-O”, sin embargo como nuestro Coordinador y como la gran mayoría del personal lo reconocía, “Guía Espiritual”, acudí a él para que me ayudara a trasladarme de Manzanillo a Morelia.

Él tenía mucho poder y no vaciló en ayudarme. Tardó un poco, pero valió la pena, estoy en un puesto independiente, lejos de toda mala vibra política y laboral. Quiero confesarte que fui la mujer más feliz de la tierra estando a su lado. Aún lo conocí muy bien parecido, me llevaba 20 años y fue un flechazo de corto circuito, de esos que te hacen vibrar y perder el control, yo cumplía 30 y él acaba a de cumplir los 50 cuando tuvimos nuestro primer encuentro a solas. Estuardo hubo de regresar a la Ciudad de México y dejó su auto estacionado en los patios de la empresa, tuve la osadía de escribir en un post-it, . . . “Cuídese Ingeniero que aquí lo esperamos quien de verás lo quiere”. Solo me atreví a firmarlo con mis iniciales. El viaje duro casi una semana y cuando regresó la verdad es que casi ni me acordaba.

Regresó porque teníamos que asistir a un curso de Capacitación que versaba sobre “Liderazgo Situacional”, durante la exposición estuvo, contra su costumbre, muy callado y pensativo lo vi preocupado casi podría decir que no estaba ahí. Mis actividades como Asistente me llevó a en un determinado momento a repartir el material para la dinámica grupal, cuando llegué a su lugar y me incliné por su espalda para depositar la papelería casi me murmuró . . . “Ayúdame”. Por primera vez lo vi fumar cigarro tras cigarro siendo que era enemigo de “Los Taquitos de Cáncer”, como Él mismo los denominaba ya que cada vez que veía algún compañero le decía muy sutilmente . . . “Te estas matando”.

La sesión terminó y por preparar el material para el siguiente día no me di cuanta cuando se retiró. Sin embargo, conocía la ubicación de su departamento o su “Penthouse” como se refería a su refugio y que habitaba solo. Estaba situado en el tercer piso de un edificio construido en una especie de barranco de manera que por la entrada principal solo mostraba tres pisos pero por la parte trasera era un edificio de seis niveles. Las vistas de las que gozaba eran inmejorables ya que desde la sala podía contemplar a lo lejos el mar, desde su recámara el paisaje era de montañas cubiertas de árboles. El departamento estaba amueblado con muy buen gusto y aunque sobrio el ambiente era propicio para el descanso.

Tardé al rededor de una hora en estar frente a la puerta de su departamento y como diez minutos en animarme a pulsar el timbre hasta que por fin lo hice. Estuardo abrió la puerta como sí me estuviera esperando, pasé sin mediar palabra alguna, me ofreció un vaso de agua al cual tomé ya que no sabía ni que hacer, dejó el vaso sobre la mesa de centro y me senté en la alfombra de la sala, Él encendió el modular y activó un disco compacto con música de Sonidos del Mar, no hubo necesidad de articular palabra, solo nos vimos, y comprendimos lo que cada u no de nosotros necesitaba en ese momento, todo lo dijimos con la mirada, afuera el sol se ocultaba en el horizonte y el ambiente se tornó violáceo, tornasol, rojo encendido como mi pasión encendida en ese momento. Nuestra entrega fue total, sin preámbulos, sin esperar respuestas a las preguntas no hechas, sin remordimientos, sin esperar nada, sin compromisos, sin pasado, sin futuro, solo el presente, con nuestras virtudes y nuestras debilidades, nuestras perfecciones y nuestros defectos, todo transcurrió en silencio con la comunicación que no necesita de palabras, ni de vista, ni de olores, solo de nuestra presencia en la más pura, real y verdadera comunión. Yo dentro de Él y Él dentro de mi.

Tuvo varios puestos muy importantes en empresa, en varias ocasiones hubo necesidad de buscarlo en plena sesión del Consejo Administrativo del cual formaba parte como cabeza del grupo. Estuardo lo dejaba todo por salir a atender cualquiera que fuera la razón que me hubiera orillado a tomar tal decisión, después de que siempre había cuidado su imagen de todo un señor prudente y respetable, ahora me abrazaba y me besaba la mejilla delante de cualquier persona que estuviera presente sin importar el rango dentro del organigrama de la empresa.

Estando en el mismo piso del Presidente de la Compañía, me veía llegar a las oficinas del Corporativo y dejaba a todos por salir conmigo muy contento de verme. Era un cambio total en su forma de ser y de comportarse normalmente en la oficina, cambio que todos notaban y comentaban en voz alta y directamente conmigo ya fuera en los momentos que nos encontrábamos para saborear a sorbos el delicioso café que desde Coatepec nunca faltó en la oficina. Por cierto que Estuardo me comentó una vez que el café debería tomarse como se lo había enseñado su abuelo, Norberto por nombre a quien solo conocí en fotografías ya que habían pasado varios años desde que se adelantara y se elevara a otro plano y donde según Estuardo lo estaría esperando con un jarro de café para tomarlo “Como A las mujeres . . . sin nada y bien caliente”.

No estaba yo enamorada de su poder, del que nunca lo vi abusar, estaba enamorada de su personalidad, de su don de mando, de su seguridad para tomar decisiones sin consultarlo con su jefe. Nunca vi que alguien le ganara alguna discusión, siempre razonaba y los convencía de manera que siempre se aplicaba su razón.
Yo lo hubiera querido para mí sólita y más aún cuando se encontraba encabezando alguna junta de Consejo, sin embargo, sus responsabilidades lo mantenían alejado de las oficinas y en ese entonces sufría mucho al saberlo tan lejos y ocupado.
El tiempo transcurrió con la velocidad que imprime el avance de los años, duramos unos diez años frecuentándonos, aprendí que con el verdadero amor, una aprende a vivir sola, esperando con respeto el regreso del ser amado. Aprende una a ser discreta y a hacerse respetar con diplomacia.

Nuestra relación era un secreto a voces, mis compañeros, mi familia nunca me preguntaron aunque se imaginaban, por el cambio de mi forma de ser y por las constantes visitas de él a mi casa bajo cualquier pretexto ya fuera porque se había olvidado de dictarme algunos asuntos de suma importancia, aunque esos asuntos importantes nunca supe de que se trataban ya que al encontrarnos en casa todo el tiempo se nos iba en escuchar música, platicar, ver fotos, deleitarnos con alguna película de antaño, de esas en blanco y negro donde la heroína invariablemente era la chica inocente que llegaba a la Capital y era abusada por el rufián que la obligaba a trabajar, léase “fichar” en un cabaretucho de cuarta categoría en los más recónditos tugurios en los más alejados barrios, no fallaba el argumento ni la actuación pero nos divertíamos bastante ya fuera preparando las palomitas, viendo la película o hasta lavando los trastes después de la sesión peliculésca.

El tiempo y los años inexorablemente dejaron su huella en su fortaleza física y fue cuando comprendí que ya no debía verlo a solas por lo que pudiera suceder en cuestión de su edad y salud, empecé a alejarme con mucho dolor.

Ese alejamiento involuntario causó que un par de años después, cayera en cama por malestares intestinales complicados con variaciones en los niveles de azúcar y agudizados con hipertensión, por fin el destino presentaba su factura a la actividad y tensión a la que había estado sometido durante tantos años, parecía un sueño, yo no podía ni siquiera pensar en lo que vendría después.

Comprendí que no era adecuado seguir con esa relación que quedó grabada en lo más profundo de mi ser. No lo busqué, estaba conciente que su familia pudo haberme hecho mucho daño sí lo hubieran querido... Su hijo mayor era miembro del ejercito con muy alto rango, tan solo unos cuantos años menor que yo, en general, toda su familia, se mueve tanto en los círculos políticos como en la Procuraduría General de la República.

Sus compañeros me comentaban acerca de su estado de salud.

Cada día de mi cumpleaños recibía invariablemente un arreglo floral muy discreto pero el trece de enero de este año pasé todo el día esperándolo.

Cumplía cuarenta años por la tarde salí a dar un paseo, caminé por la Avenida Camelinas cuando de pronto el aroma inconfundible de café de grano me hizo recordarlo. Llegaron a mi mente sus comentarios, su mirada, su ceño adusto, sus canas prematuras, su pelo corto, el libro que invariablemente cargaba ya que siempre había sido un ávido lector de todo genero de escrituras pero sobre todo lo concerniente a aspectos de Calidad tema que literalmente devoraba así como los temas de suspenso. Me ruboricé cuando recordé su comentario de cómo debería de tomarse el café.

En mis adentros pensé; Estuardo, dónde quiera que te encuentres espero te recuerdes de mi como yo me recuerdo de ti.

El siguiente domingo asistí a Misa a la Catedral, el rito se llevó al cabo con parcimonia ceremonial propia de evento singular pues sucede que ese día se celebraba la Acción de Gracias por la designación del un Cardenal representante de la Arquidiócesis de Morelia. Pasaron al menos dos horas sin que persona alguna mostrara síntomas de fatiga o distracción. Cuando salí de la ceremonia di un breve paseo por el jardín adjunto a la Catedral, leí la placa que daba a Morelia el Honor de ser considerada como Patrimonio de la Humanidad, honor concedido por la UNESCO. No soporté el antojo de deleitarme con un “Chicharrón” de harina con su buena dosis de salsa Valentina, su limón bien exprimido y sus cuantos granos de sal. Al pasar cerca del quiosco nos topamos Sergio y yo al que no veía desde hacía un par de años.

Sergio era uno de los pocos amigos de Estuardo por no decir el único, era su confidente, era su hermano, juntos llevaron a cabo muchos proyectos que al correr de los años tuvieron alcance y reconocimiento no solo nacional sino allende las fronteras hubieron merecido de la admiración y aplauso de propios y extraños como fue el caso de varias hidroeléctricas así como varios Puentes que por su diseño fueron galardonados por Universidades e Institutos en Europa y en el Lejano Oriente.

Platicamos un buen rato, sin embargo lo noté un cuanto tanto extraño hasta que al fin "se armó de valor" y de la manera más delicada y sutil me comunicó que Estuardo había fallecido el trece de enero, paso que dio con la firmeza que lo caracterizo. No hubo reacción alguna de mi parte, solo cruzaron por mi mente con la velocidad del pensamiento todos los gratos momentos que pasé con Él.

Estuardo siempre me comentaba que, nadie es indispensable de manera que debemos de actuar y de ser de tal manera que, como no la tenemos comprada, estemos o no estemos los proyectos deben de seguir adelante hasta su terminación.

La depresión se presentó un mes después. Al estar sola en casa y encender el televisor. En ese momento estaba una secuencia donde Los Panchos, su trío favorito interpretaba uno de su más característico Bolero.

Me quería morir, todos los días lloraba, en la oficina, en el jardín, en el templo, en la casa a solas... sin poder hablar con nadie, sin comentarle a nadie, sin confesarle a nadie el amor que aún emanaba de mis adentros por Esturado.

Afortunadamente recibí un apoyo desmedido por parte del Coordinador que había quedado en su lugar y hasta la fecha sigue pendiente de mí. Después supe que Estuardo me encargó con él y que a la fecha a cumplido su cometido con creces.

Por ahora en mi loca e inquieta cabecita hurga la idea de regresar a Manzanillo que aunque lo veo un cuanto tanto difícil por el hecho de haber pedido y logrado mi traslado de esa plaza a Morelia, tal vez deba de esperar un par de años en que el proyecto de una nueva Sub-área se confirme y realice y aunque es dependiente de la Coordinadota Ejecutiva del Noroeste, confío en que se logre mi propósito.

Siempre he sentido que Estuardo está a mi lado, yo sé que no habrá nadie más ya que en Él encontré el verdadero amor, sin compromisos ni condiciones pero que a la vez fue algo así como un amor imposible, mi amor imposible. Lo recuerdo a toda hora a la llegada del aroma de café recién tostado, en este momento que estoy escuchando El Huapango de Moncayo.

Mis compañeros me siguen apoyando y respetando. Me consultan cuando tienen algún problema, lo menos que puedo hacer es escucharlos ya que cómo decía Estuardo; . . . “En un alto porcentaje tu mismo tienes a solución a tus problemas pero es muy importante que alguien te escuche”, pareciera que lo estoy oyendo y solo me limito a repetir alguna de sus muy interesantes charlas, de aquellas que transcurrieron en el parque, en la sala, en la cocina, en la oficina. Creo que la mayoría de mis compañeros toman muy en cuenta mis consejos que procuro expresarlos con la prudencia que se merecen en ese momento.

A pesar de que Estuardo era muy recio en su carácter siempre se basaba en la prudencia, el respeto, el convencimiento. Nunca se impuso, nunca intimidó, nunca hizo gala de su posición.

Su avidez por la lectura lo mantuvo actualizado en muchos temas de manera que según Él mismo me decía; “Nunca dejes a nadie con la duda, tienes que responderle algo e inmediatamente sin importar que no sea verdad, solo evita las mentiras”.

Su poder de retentiva era indiscutible además de partidario de que, “Más sabe el Diablo por viejo que por Diablo” y como autentico Viejo Lobo de Mar, aunque al mar siempre lo respetó ya que en su vida aceptó meterse a nadar siquiera a la orilla de cualquier playa.

Lo que no lo sabía lo inventaba pero nunca te dejaba con la duda. En ocasiones llegue a creer que tenía poderes de clarividencia ya que antes de que le expusieras algún problema se adelantaba y de pronto te soltaba la solución y en muchas ocasiones hasta dos o tres alternativas dejándote la decisión final a tu criterio.

Nunca lo tomaron desprevenido. Urdían un plan a sus espaldas y al creer sorprenderlo, parecía que ya los estaba esperando con la respuesta certera.

Ahora disfruto mi vida nuevamente, pero también espero mi feliz partida porque le he pedido a mi Dios que me reencuentre con él en el plano que nos toque vivir nuevamente.

Es la verdad que me mantiene enamorada de un recuerdo con el que quiero reencontrarme, aunque de hecho, está siempre conmigo

Ahora ya estoy en paz conmigo misma, ya el niño vestido de marinerito no se ha vuelto aparecer, ya no escuchamos ruidos, ni lamentos, las ventanas no se abren sola ni los aparatos se encienden sin razón. Ahora recuerdo a Estuardo saboreando mi taza de café recién tostado y lo tomo como se debe de tomar; . . . “Sin nada y bien caliente”.
Datos del Cuento
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