Ay, ay, ay, vamos a sufrir otro ratito más.
El espíritu alcalino del despertador ha dado a luz un nuevo dia.
El cuerpo humano reiste mucho. Hay gente que llega a padecer más de noventa años.
Cuando el amor, por decir algo, deviene en una mera aceptación, en una triste condescendencia, aunque parezca mentira, y lo parece, se puede seguir vivo.
Como se puede continuar viendo una y otra vez el mismo concurso, la misma película, teniendo la misma conversación, el mismo horario, la misma respuesta a la misma pregunta, el mismo dolor para la misma aspirina, la misma risa para el mismo chiste, y la misma identidad.
!Que se vayan a la mierda las flores de los cerezos, cuando lo único que quiere uno es que le acaricien la cabeza y lo compadezcan un poquito.!
Puede entonces uno, como un alfarero que no consigue la forma pretendida en la vasija, dar un violento manotazo al barro y joderlo todo.
Así se pasa de tener una pieza defectuosa a destrozarla y no tener nada.
Pero lo entiendo: A veces se sufre más viviendo un casi, casi, que una total imposibilidad.
Eso abre, al menos, una ventana al sueño o a la melancolía. Y tal vez sea preferible, que no mejor, a la frustración de estar siempre cerca pero no llegar nunca.
Se puede sufrir un poco más.
Dile, si no, algo al cactus que pervive plantado en el centro de la muerte, contra el sol y el polvo, respirando por respirar, armado de punzantes blasfemias.
Dile que hay cosas insoportables, dile que maldiga su puta semilla, y dile que mañana más.
Las personas resisten todo el castigo del mundo y algunas hasta cien veces. Ay, ay, ay.
El mundo es malo.
El mundo es malo, y cuando no lo es, va y me coge borracho.