Más allá de las estrellas
Me enamoré de su blanca palidez, de ese rostro cuyos ojos era imposible pasar desapercibidos, grandes, expresivos, llenos de luz y verdes cual par de bellas esmeraldas.
Aun recuerdo cuando lo conocí en aquella fiesta a la que asistí sin saber porqué… ¡Si realmente yo no conocía a nadie y tampoco recibí invitación!…
Pero allí estaba aquel extraño caballero sentado en ese sofá blanco…parecía un ángel descansando en una nube. Y mientras todos bailaban, bebían y los perfumes de sus cuerpos se mezclaban con el olor del sudor, el alcohol y el aroma del cigarrillo, Él, como una hermosa estatua marmórea solo observaba sin participar, ni cruzar palabra con persona alguna….
Quizás fue ese halo de misterio lo que de su personalidad me cautivó… ¡Cuánto me atraía! y rápido percibí que era recíproca…como dos cargas opuestas, hierro e imán… Juego travieso de un cupido irresponsable a mí corazón.
Comenzó entonces una lucha interna, batalla sin tregua entre el deseo de acercarme y la timidez que siempre me ha limitado a actuar oportunamente…Pero al final, no sé si darle gracias a Dios me acerqué a él.
Sentí su mirada sobre mí escudriñándome, estudiándome y me sentí como un protozoo bajo la mirada atenta de un científico a través del lente de un microscopio electrónico….Las piernas parecían perder fuerza, desfallecer, y un incontrolable tremor dominaba todo mi cuerpo, pero vencí aquel temor y me dije: “Quien no arriesga, ni gana, ni pierde”….Cortésmente el hombre se levantó de su asiento, con una caballerosidad poco usual en los hombres de hoy… Me saludó amablemente e invitó a sentarme junto a él.
Nuestra conversación era fluida como si nos conociéramos de toda una vida…Cuando inesperadamente sentí sobre mi muslo derecho su cálida mano. Sorprendida por aquella osada acción, pensé en decirle unas cuantas cosas…Pero reconozco que me agradó y guardé silencio, pues sin saber porqué sentía placer el contacto de esos dedos suaves y largos en mi piel.
No sé como, cuando y porqué pasó…pero ya nos besábamos y acariciábamos con hambre voraz de uno por el otro…Algo me decía ¡Reacciona! y lo separé de mí. Entonces le dije-“No soy exhibicionista y todos nos miran” - Entonces el sonrió respondiendo – “Sigámonos amando que nadie nos ve. Cada quien está concentrado en lo suyo”…Y sin mucho insistir me dejé sin pudor alguno convencer. Entonces nos arrancamos la ropa con el desespero de dos animales en celo y nos colmamos de besos, escudriñando con ávidas manos cada rincón de nuestros cuerpos… Y en aquél sofá nos entregamos sin reservas consumidos en una hoguera de incontrolable deseo….Era cierto, nadie nos miraba, cada quién con cada cual seguía con sus bailes y tertulias.
Pero lo más insólito fue no haber sentido en mí ninguna vergüenza de haber realizado tales actos con aquel extraño desconocido. Una vez vestidos de nuevo, sin despedirnos de nadie salimos de la fiesta y al llegar al umbral de la puerta, prometimos volvernos a ver.
Dos días después sonaba mi celular…Era su voz al otro lado del teléfono y concertamos una extraña cita en el Cementerio, lugar poco usual para un encuentro amoroso…Más sin embargo sin ningún tipo de pretextos acepté.
A eso de la una del mediodía ya me encontraba puntualmente en aquel lugar donde detalladamente me había indicado sería el encuentro…
Media hora después lo divisé venir a lo lejos, caminando apaciblemente sobre la verde hierba…Se acercó y me estrechó entre sus brazos besándome con mucha pasión. Asustada lo rechacé, y le dije – “Por favor aquí no”…Entonces respondió – “¿Cuál es el problema?...Nadie nos ve…tampoco pueden oírnos” – “Espera” le dije…”No sé quien eres…como te llamas, tampoco me has preguntado quien soy” – Él respondió – “Está bien…te diré quienes somos”… Señaló dos lápidas cercanas una de la otra me acotó –“Lee allí” – Habían dos tumbas con sus respectivos epitafios.
La primera decía: Aquí descansa Uriel, un hombre que pisó el polvo de las constelaciones y ahora…disuelto en polvo es una estrella mohosa. Nacido en el 2052, y fallecido treinta años después, nunca pudo conocer este cementerio…porque sus restos aún flotan en la cápsula del heroísmo.
Se apoderó de mí el terror y comencé a temblar dominando mis ojos el llanto, entonces Uriel se dirigió con dulzura a mí y dijo – “¡No temas mujer! porque tu también eres un fantasma…mira aquella lápida”
Atónita comencé a leerla: Aquí descansan los restos de Wanda R-P22, primer artefacto robótico creado por el hombre con figura de mujer, que se volvió loca atribuyéndose un origen divino…Paz a sus restos….
Entonces fue que descubrí, que si bien Uriel era un fantasma, yo tan solo la energía de unos restos en forma de chatarra, producto de la tecnología astronáutica, que sin saber aún porqué tuve el don de haber amado alguna vez.