La negra tierra humedecida se abre de improviso
para dar paso a dos raíces implorantes que
se agarrotan buscando un asidero, son las manos
del resucitado, que no conforme con la dulce muerte
ahora abandona el útero mustio de su sarcófago
y desafiando las leyes impertérritas, se declara
vengador de todos los hechos que airaron por demás
su amarga y desgarradora existencia. Helo allí
cadavérico y elegantemente ataviado como si
hubiese contraído nupcias con la parca desoladora y
su risa eterna y desdentada de Fantasma de la Opera
detrás de sus mejillas agusanadas. Un acre olor le persigue
y los perros aúllan a la distancia percibiendo su espectro.
Ya ha salido del cementerio en esa negra noche y marcha
con sus pasos sonámbulos por las calles desiertas,
sus ojos vacíos atisban la nada, sólo él sabe a donde va
y camina y camina con sus zapatos destrozados
rozando apenas el pavimento resbaladizo, el tiempo
nada significa para él, sólo una brisa helada que
le persigue como la cola de un fenecido cometa.
Está a pasos de su primera víctima, un pobre hombre
que le teme hasta a su propia sombra y que duerme
con la luz de su lámpara encendida, está desvelado
y siente los latidos de su corazón lacerando sus oídos
anhela el amanecer que lo liberará de sus espectros
ni se imagina que a través del muro una negra sombra
se desdobla y se materializa en el horror absoluto
la máscara cadavérica parece sonreírle y el, acometido
por el pánico, embala sus latidos hasta el límite soportable
luego su rostro se amorata hasta convertirse
en una betarraga con ojos saltones, allí queda tendido
e iluminado por los sesenta watts de su mortecina ampolleta
primera tarea cumplida, el espectro pareciera gozar
con aquella venganza de ultratumba, ahora sabe que
debe acudir donde su esposa, aquella que sin piedad
coqueteaba y hacía el amor con el médico, mientras él,
pobre cuadriplégico, ni lágrimas podía fabricar que
lubricaran su silente vergüenza y su asco profundo.
Ella duerme abrazada con el galeno que ahora es su pareja
y ni sueña que unas manos de uñas ennegrecidas
apretarán su cuello de cisne hasta que le falte el oxígeno
brincará y moverá sus extremidades tal como lo hacía
sobre ese desconocido que mancilló su honra pero
nada la salvará de la sagrada condena, pacto de muertos,
sentencia de ultratumba, desagravio de un alma en pena.
La mujer duerme feliz después de haberse saciado con
ese hombre de cuerpo fornido que ronca a su lado, cruje
un mueble, o es la tabla del piso, vaya a saber una, se da vuelta
para encontrarse con esas cuencas vacías que la horadan
un grito espeluznante sale de su garganta antes de sentir
que una gélida garra aprisiona su albo cuello, cruje la carne
y todo comienza a dar vueltas y más vueltas hasta que
la mujer termina de manotear y patear para desplomarse
sobre las sábanas húmedas como una patética muñeca gigante.
El doctor también cae luego de proferir agudos gritos y
sucumbe a esa sentencia implacable que lo envía al infierno
de una tumba impía y extemporánea, las dos de la madrugada
suena una alarma en la noche vacía, el vengador comienza
a deshacerse sobre el piso de tablas hasta quedar convertido
en una argamasa fétida que después de esa noche justiciera
será barrida al alba por los ayudantes de la policía y será todo
un puzzle indescifrable que llenará páginas especulativas
mientras en las sombras de la eternidad, una difusa sonrisa
hará murmurar a los árboles y ladrar a los lejanos perros…
ME ENCANTO TU ESTILO DE NARRACIóN. FELICIDADES SIGUE MANDANDO MAS CUENTOS.