Tu sabías el secreto de aquél amor proscrito de los cielos, niña mía, nacida de mis manos. En tu abrazo de barro hicimos nido Umma, ciudad primera de los hombres.
Mi amor se ha ido Umma, se ha marchado al desierto en busca de su alma, de mi alma, aquella que en un beso le he robado. Pero yo no sabía que mi amor no era puro, no lo sabía entonces y no lo entiendo ahora.
Hace calor, los cabellos se me pegan al cuello traspirado como serpientes, sofocándome, y el sueño que no llega, pequeña y anhelada imitación de la muerte que se me niega y ríe a mis espaldas.
Afuera oigo el sonido de las armas naciendo de tus fraguas, las voces de tu pueblo que despierta. Luces que no recuerdo. Colores que no he visto.
Mis hijas calientan sus calderos y perfuman sus pócimas. Van a bailar desnudas ésta noche mientras bebo la sangre que alimenta mi vida.
Vago por las habitaciones desiertas del palacio, no quiero recordar como el Edom vibraba envuelto en nuestra risa, en la alegría del amor primero nacido de la noche de los tiempos, ni quiero recordar lo que vendrá mañana, porque lo he visto y no me importa ¿sabes?
El Hiddequel rugiendo a mis espaldas, nacido de mis lágrimas, seguirá acariciándote cuando yo ya no esté, Umma... mi niña consentida, semilla de los pueblos.
Hace calor, mis alas están húmedas, pesadas. Lo que ayer fue nostalgia por mi ángel caído, hoy es odio que se esparce en las sombras y recorre mi cuerpo como un día sus manos y en mi piel se deleita, como hizo su mirada.
Gudea entona cánticos pidiendo mis favores. No le bastan el bronce y los telares ni este pequeño juego peligroso que he llamado escritura. En el desierto esperan los altares, él va a darme tus hijos a cambio de ilusiones, los llevaré en mi vuelo al lecho de mi amado y ahí, por una noche, volveré entre sus brazos a llorar porque en sus ojos mi reflejo es bello, vuelvo a ser la que fui y ya no importa el precio que se me exige a cambio.
Samael está cerca, lo siento en los latidos de mi vientre, mi ángel perfecto, caído por un sueño que me estaba prohibido y no debí soñar. Iré a su encuentro llevando entre mis brazos las almas inocentes que me atan al destierro, a esta eternidad de oscuridad, de muerte que se niega riendo a mis espaldas.
Cierra tus puertas Umma, no oigas mi llamado ni el llanto de tus hijos, que esta será la noche más triste de tus noches. Será mi noche, noche de luna negra, ante los ojos del Señor de Alción voy a danzar, bañada por mis lágrimas.