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~Ese día era tarde, el tráfico vehicular muy lento para su prisa y demasiada desesperación para sus nervios desgastados por el trabajo agobiante de la oficina. Se le acercó a la ventana un viejo extraño, que caminaba con movimientos torpes y cansados, traía un puñado de tarjetas en la mano, ni siquiera dijo palabra alguna, estiró la mano con dos tarjetas, “¿Esperas que lea dos veces lo mismo?”, pensó ella y quiso devolverlas. Muy tarde, el viejo dio vuelta y caminó hacia otros automóviles como para terminar el trabajo que no se quiere hacer, pero unas monedas por entregar nada, son de gran ayuda en este tiempo.
Sin que usted diga nada, yo le diré todo en la primera consulta, para cada pregunta tengo la respuesta y para cada problema una solución rápida, sencilla y definitiva. Hago todo tipo de trabajos… “Perfecto, es lo que necesito”, Pensó y sintió la emoción recorrer por todo su cuerpo; por fin le dirían todo lo que quería escuchar, aquello que no sabía y que por fin podría encontrar la solución a su problema. Otra vez había esperanza en su vida, esa que perdió el día en que el amor de su vida se había alejado a ser feliz con otra persona. La ilusión se la había devuelto una simple leyenda en una tarjeta para anunciar el poder del Tarot, la Astrología y la videncia. Decidió que iría a la tarde siguiente.
Lucía llegó al sitio indicado. Tocó la puerta y esperó mientras observaba. El lugar tenía arriba de la puerta el logo, el mismo que aparecía en la tarjeta promocional que recibió el día anterior: una niña con un vestido azul oscuro, traía puesto un sombrero elegante con un moño extraño de color blanco; el sombrero daba la impresión de ser de un gusto de adulto y contrastaba con el inocente rostro infantil, la niña sostenía en su mano derecha un báculo y una canasta vacía en la mano izquierda; al fondo se apreciaba un cielo nublado pero con el resplandor del astro rey enviando sus rayos directamente a la cabeza de la infante, para dar la impresión de santidad; además para completar el cuadro, había dos serafines pequeños por encima y a los lados de la niña. Semejante imagen convencía a los incautos curiosos de que no había siquiera una pizca de maldad, “Que bueno” dijo tratando de convencerse.
¡Maldita sea! ¡Otra vez no! Esta estúpida pócima no queda lista. ¿Pero por qué? ¿Qué he hecho mal? No entiendo nada. He seguido al pie de la letra cada paso del hechizo. Conseguí todos los ingredientes hasta el más difícil. Mis maestros han sido unos buenos para nada. Según ellos la magia era infalible según sus métodos. Al principio me deslumbraron los resultados que ellos tenían. Con extrema facilidad conseguían hechizar a cuanta persona, animal, objeto o cosa que estuviera a su alcance y lograr tenerlos bajo su poder y control.
Eran las palabras de la anciana. Maldecía todo y a todos. Lloraba amargamente la pérdida de sus poderes. ¡Pobre! Si tan sólo supiera que el tiempo no pasa sin dejar estragos en el cuerpo y que la maldad siempre se vuelve contra sí. Pero aún así se aferraba a esa manera de ganarse la vida. “Están llamando a la puerta, ¡qué bien! Otra persona incauta. Esa sí que es una buena noticia”.
—Pase, pase señorita, siéntese en la silla.
—Gracias, pero creo que no me quedaré mucho tiempo sólo vine a…
—Claro, claro, ya sé por qué viene usted, pero siéntese no tardaremos mucho. Es fácil lo que usted pide aunque le parezca casi imposible de conseguir, ¿no es así?
—Sí, así es pero…
—Nada, nada, no diga nada. Sé que busca la felicidad, que siente que ya no podrá ser feliz con otra persona y que está muy alejada, no tiene por qué preocuparse las cartas lo dirán todo y veremos qué hacer.
—No es que desconfié en usted ni en las cartas, pero me parece tan fácil, tan sencillo, que pienso por qué no lo hice desde hace mucho tiempo atrás.
—Mire, una persona que nunca ha tenido contacto con este mundo del tarot, la videncia y el horóscopo, podrá preguntarse cómo una cartas pueden predecir su futuro.
—Sí, así es pero…
—Comprendo su incertidumbre y asombro. Pero también es cierto que no son nada más las cartas, los arcanos o el horóscopo en sí quien nos dicen el pasado, el presente y el futuro, si no la videncia de la persona que las mira y los símbolos de las cartas hacen que podamos predecir y ver todo de la vida de quien consulta.
—Sí, es eso tal vez.
— ¡Ah, las cartas me lo han dicho todo! ¡Usted tendrá a su hombre a sus dominios! Nada más va a tener que darle a beber una pócima que precisamente estaba preparando antes de que llegara. Esa es una bebida mágica y he conseguido prepararla a la perfección como los antiguos maestros. Espere mientras voy a traérsela.
Lucía esperaba inquieta a la anciana, mientras leía sobre la mesa una desgastada hoja amarillenta: “Hay garantía en atraer y amarrar el amor imposible, infiel o alejado”. Perfecto. Tanto tiempo esperó el momento de estar junto a él, de ser su amor y su todo, de ser la dueña de sus miradas y quien ilusiona su vida. Recordó las infinitas tardes que pasó pensando sólo en él y que esperaba el sueño de la noche para seguir viéndolo. No hubiera necesitado recurrir a esto a no ser por la intrusa ladrona; esa que con su sonrisita encantadora y sus ojos brillantes cautivó a su hombre. “No sé a qué magia o artimañas ocultas recurría porque en tampoco tiempo consiguió lo que no pude hacer en años de trabajar juntos. ¡Me decía que estaba enamorado! Eso es una estupidez porque alguien como él no podría fijarse en esa. Yo soy mucho más bonita y con mejor cuerpo, soy la envidia de mis compañeras de trabajo no esa… Pero en fin, por fin tendré lo que quiero. Esto no puede fallar”, pensaba Lucía. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la presencia de la anciana que le entregó un frasco de cristal que contenía una sustancia oscura y de un olor desagradable.
— ¿Con esto mi hombre al instante estará a mi dominio?
—Por su puesto, este es un amarre poderoso. Este endulzamiento para el amor y la buena suerte nunca ha fallado. Muchos de mis clientes han tenido lo que querían. Sólo tiene que beberla usted y el hombre que desee. Bébala justo antes de dársela a beber a él
Se retiró feliz con el brebaje extraño. La mujer ingenua cree con fe ciega en el encantamiento. Nada hay que perder sino todo que ganar, ¿acaso perdió lo que nunca tuvo? Imposible. “Es hora de que por fin consiga la felicidad con que tanto soñé”, pensaba mientras cerraba sus ojos y esbozaba una sonrisa de satisfacción, como quien espera incansable el máximo de sus éxitos y lo consigue de manera súbita.
Lucía viaja toda la noche. No puede pegar los párpados. Mantiene los ojos al volante, conduciendo en busca de su hombre. El sueño no la vence, su deseo de lograr su cometido es más fuerte. Llega al fin a casa de su hombre. Toca la puerta, y antes de que alguien salga bebe el amargo brebaje, al instante se abre la puerta, es él, el hombre de su vida, estira su brazo pero no alcanza a detener a la mujer que se desploma ante sus ojos, cae muerta a sus pies.
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