El gong del reloj en la madrugada me hiere como si fuesen dos bofetadas. A cada movimiento de la calle yo regreso ansiosa a la ventana con la esperanza de que seas tú . Para tan sólo volver a mi lugar en la mecedora de Viena, y acompañar desde ahí el embalo nervioso del tic tac del reloj, cuyas manecillas, como escalpelos, a cada movimiento van rompiendo más y más mi corazón.
Ya no pienso donde estarás, ni con quién. Querría sólo que tú regresaras. - aún borracho – y vomitaras en el suelo, y me maldigas, y me golpees como es tu hábito, pero, sin embargo, tú no vienes.
Ya son tres bofetadas de la mañana. No consigo dormir ni leer.. La televisión ya olvidada se queja con un zumbido extraño proyectando en la alfombra blanca los colores verticales de rayos incoherentes y sin sentido.¡ Como mi vida.!
Voy y vengo por la sala sombría donde tu olor de cigarrillo y el eco de tus gruñidos permanecen flotando.
Siete son las bofetadas que saludan los primeros rayos del sol del día, que viene llegando antes que ti . Vuelvo nuevamente, muy frustrada a la ventana, y en el camino paso por la mesa de la despensa , y distraídamente recojo la invitación a la Misa del séptimo día de tu muerte, y regreso al lado de mi mecedora.
Donde yo continúo esperando....
Otro cuento que nos revela las contradicciones de la mujer, o de algunas mujeres, para ser más justos. Felicitaciones.