...Tengo mucho frío, mis piernas me hormiguean, y mi cuerpo tiembla...
Entre abro los ojos, todo está oscuro, de hecho, no sé si aún no los he abierto; mi nariz roza con algo... un olor a madera húmeda, a tierra mojada, trato de enderezarme, y levanto mi cabeza para querer reconocer dónde estoy, pero apenas me inclino y mi frente es detenida.
Abro los ojos por completo y me doy cuenta que estoy dentro de un cajón, con olores fétidos, irreconocibles, no puedo ver más allá de unos cuantos centímetros...
El aire me falta, el corazón me late a mil por hora y el temor, la angustia y la desesperación se hacen presentes.
La necesidad de respirar, de estar consciente que puedo morir, y no puedo moverme, el frío me inmoviliza, y mi vida es recorrida en segundos.
Giro mi cabeza...y presiento algo... presiento a alguien... ella está conmigo, sonriendo, y dándome la bienvenida al decirme : “vine por ti”.
Abrí con toda la impresión los ojos, no podía ni parpadear, quedé asombrado de verla junto a mi...acaso estaba muerto ya??
Alguna luz que se filtraba, la de la luna quizá, se reflejaba en la hoz, su silueta a contraluz me avisaba que era el final, que venían por mi, que era el final.
Estiró el brazo, invitándome a ir con ella, estaba como hipnotizado al verla... estiré el mío también y alcancé a tomarme de su vestimenta...y en ese momento me desperté, eran las sábanas las que estaba tomando, y vi el tirol planchado de mi recámara, el corazón no me dejó en paz ... de hecho, se detuvo cuando escuché una voz muy dulce y tierna que me decía: “¿Estás bien?, vine por ti”.