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Categoría: Historias Pasadas

Tres segundos antes del amanecer

Me encontré con la figura agónica de una esencia imperfecta; se hallaba sentada justamente tres segundoa antes de que amaneciera; en su rostro se iluminaba una nostalgia adelantada por la noche que aun no moría; por sus ojos irritados desfallecían siluetas de esferas pequeñas con alma de lágrima, y sollozos asfixiados se emanaban desde su pecho, como el sonido acartonado, de un feto negado a ser parido.

En forma de ecos perpetuos llegaron hasta mis oidos deformaciones sonoras que se espetaban desde sus labios resecos. creí que mi deber era huir, pero cual vil humano, fui forzado por el morbo ha seguir espiando la extraña escena que con mi vista había tropezado, y no hice mas que guarecerme del oscuro abajo de la rama de un roble que, aunque adisgusto, me recibio en su seno

La silueta indiferente a mi presencia, continuó seduciéndome por el dolor que la acogía, y con sus dedos de tallos secos continuaba removieno la tierra que a sus pies se posaba; al parecer intentaba cosechar la hojarasca para renovar su nido, y con detalle apartaba las hojas mas secas; aunque sus movimientos eran finos, sus manos de palma lograron turbar al polvo, y de súbito se levantó en su entorno una nube gris y difuminada, por un momento se perdió dentro de uns suspiro de arena, lo único que la indicaba era la forma de sus piernas enraizadas en el suelo, obsesionadas en seguir absorviendo hasta la última gota de agua, como queriendo erosionar la piel sobre la que descansaba. Convencida por las manos y el rostro, la espalda se involucró al ritual, y mutando su columna a la forma de una serpiente, comenzó a danzar acorde un ritmo austero que de pronto se fue creando, de un trueno silencioso se valieron sus cabellos para integrarse al fúnebre festín, y llegué a pensar que la vida era quien posaba frente a mí, mas me percaté que ni la vida podría ser tan bella como el ser que me compartía, en aquel momento, su intimidad.

La silueta se fue rodeando lntamente por diminutas flamas que ruborizaban candentes a su dermis, e iluminaban cada rincón que dentro de mi venas crepitaba; me quedé entonces como un recién nacido, asustado por lo desconocido, y comencé a llorar hacia mi interior sin saber por qué, y la sensación de que me estaba ahogando con mi propio cuerpo, fue avanzando hasta lograr en mi una inconciencia tal que, de pronto, ya me me percibía; solo la ausencia de aire en mis pulmones me indicaba la ubicación de mi averno destruido.

Confieso que no soporté mas y me acerqué a pocos metros de ella; al sentirme próximo, escapó de su boca una carcageada contagiosa que hasta sentí la necesidad de unirme al júbilo, pero me dí cuenta de que no sabía de que se trataba, asi que permanecí en silencioso, pero siempre atento a lo que sucedía.

Al instante siguiente, sus uñas de arpía labraron la tierra, y de su matriz de madre se apoderaba de un líquido negro matizado, con aroma a zándalo seco; exquisitamente lo fue cultvando en el nido trabajado. No cesaba en observarme con miradas clandestinas e insitantes, y de lo terso de sus senos destiló una fragancia que nhizo mas que cautivarme, sugiriéndome sentarme frente a ella, a lo que de inmediato me mostrenuente por temor,, pero su fina y senasual manera de convidarme esa magia pudo mas que mi cobardia, y como si fuese despertando de un muy longevo letrago, me fui levantando, y hasta ahora recuerdo cada movimiento que mi cuerpo - en aquel momento mortal- realizó para fundirme en su presencia:

Mis piernas entumidas se levantaron con agrado y un listón de plata apareció en mi cintira, y se conectaba dirctamente con el centro de su frente; mi cadáver se incorporó en perfecto equilibro, y sin que mis pies rozaran apenas el piso me fui aproximado, sintiendo como trozos de mi historia iban quedando atrás , como despojos inservibles se hundían el en suelo que a mi espalda se iba perdiendo. Sus párpados se levantaron como brisa, y su iris se enclavo hasta lo mas profundo de mis huesos; con sus cejas de seda me indicaba en dónde sentarme, y cuando al fin frente a ella quedé, mi cuerpo se desplomó ante sus pies, pero mi mirada no pudo romper el el puente que con sus ojos encendidos existía; con su respiración entonaba un canto sacro que con placer me arrullaba, mis músculos fueron liberando su contenido coordinándose en un tremor perfecto; dejó que como bestia la pudiera olfatear, cada una de sus partículas fue inoculándose en mi cerebro; moléculas que cautelosamente se fueron depositando en cada hemisfeio, tocando sitios en donde absolutamente nada había podido llegar, y descubrieron fuerzas que hasta para mi eran desconocidas. Intenté frotar mis manos por sus cabellos , pero cada vez que lo intentaba me lo impedía, parecía que su deseo era excitarme sin que yo hiciera algo, me dejé guiar por la fantasia y sin notarlo, sus manos estaban ya por todo mi cuerpo, sus labios resecos succionaron cada poro que me revestía y sus cabellos me acariciaban el resto de mi cuello y de mi rostro; sus piernas enraizadas se desarticularon del suelo, y como plumas de cisne corrían por mi cadera, su espalda de serpente frotaba su lengua biperina sobre mis hombros; su intensidad era tal, que me sugería una urgencia por culminar pronto; mas el deseo descartó de mi cabeza cualquier posibilidad de análisis, y cuando ya todo fue oscuro en mi mirada extraviada, la orquídea que me cobijaba se convirtió en todo aquello quer había quedado a mi espalda, en aquella historia formada por eslabones de despojos inservibles que, abominables, habían edificado la impureza de mi ser malsano, y como una infame regresión todo se turbó en mi presencia:

Los cabellos de seda ahora fueron lianas que estrangulaban mi cuello, las piernas de pluma de cisne eran millones de langostas que insaciables me devoraban, las manos de palma flagelaban mi dorso, li bípeda columna irónica enterraba una y otra vez sus mortíferos colmillos en mis hombros sin sentido, y salieron de sorpresa sus uñas de arpía que con gusto destabzan cada aparte a la que acariciaban, y cuando su encantó terminó, el listón de plata se transformó para atarme a él en forma de grilletes eslabonados al suelo desértico en donde abandonado me enterró, y lo último que ví, fue aquella estrella encandecida que se perfilaba flotando hacia donde el monstruoso solar iba renaciendo para fundirse con él, y maldita musa, idilio de ensueño, alma encarnecida de mi llanto enamorado, me dejaste en tu lugar, y tendré que esperar a que llegue otra eterna noche, y cuando tres segundo falten para amanecer, intentaré seducir a alguien para que ocupe mi sitio; aunque en realidad, turbada mi sien, percibo la atrofia de mi esperanza, y con ello se descarta la mas leve ilusión de que otro sol renazca en este horizonte sombrío, y perpetuo seguiré... sabiendo que inútil será consumarme al vacío.
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