¿Por qué tu panza no es tan grande Mamá?, acaba de preguntar Linda y es que a pesar de contar con más de ocho meses de embarazo la barriga gestante de Esmeralda, madre de Linda, parece no tener muchas intenciones de aumentar más su volumen. Seguro que tu hermanita va a ser delgadita y no gordita como tú mi amor, le dice Esmeralda sólo para desviarle la inquietud.
Como cada mes que ha transcurrido, Esmeralda no le ha dado extrema importancia al poco volumen de su estomago, más bien se ha preocupado en ir comprando enseres y decorando la habitación para el nuevo ser que están a punto de conocer. Distinta, en cambio, es la preocupación de Linda que a sus siete años se hace infinidad de preguntas y no logra entender por que la barriga de la Señora Valentina es inmensa con sólo seis meses de gestación, Linda trata de calmarse pensando que seguramente no hay un solo bebe dentro de esa barriga sino más bien una media docena pero luego recuerda los mil inventos de Mamá y cree estar bien.
Esmeralda pensó que Linda sufriría naturales celos por su pronta hermana menor al enterarse de la noticia pero lejos de la reacción que esperaba, Linda emocionada de felicidad acepto la buena nueva y por mucho tiempo no dejo de presumir en al escuela que en es poco tiempo sería hermana mayor, incluso, empezó a tener en orden los juguetes y separar los grandes de los chicos, los peligrosos de los indefensos y así ha estado sumergida en esa labor por mucho tiempo para que cuando la hermanita menor entre a su habitación los juguetes estén siempre seleccionados para ella. A pesar de leer con cierta dificultad, Linda se ha tomado la molestia de ir apuntado diversos nombres de mujeres que escucha en la calle, en las noticias, por la radio o que ve en anuncios y libros para elegir alguno de ellos. Le voy a decir a Mamá que escoja el nombre que más fácil pueda pronunciar, se ha dicho mientras cree haber encontrado el exacto.
Era una mañana gris con algunas gotas de lluvias que invitaban a sentir cierta nostalgia por no se que en la pequeña ciudad donde le toco vivir a Linda. Sólo que esa mañana triste escondía algo distinto. Linda estaba en la escuela, presurosa por resolver cuanto antes una suma de proporciones enormes cuando una llamada urgente y de la dirección, le informaban que su padre, Felipe, estaba en camino para recogerla. El motivo era incierto. La llamada la libro del fatal ejercicio matemático pero la mantuvo preocupada mientras esperaba en una sala inmensa la llegada de Papá. Cuando el padre de Linda llego ella ya tenía la pregunta en la boca: ¿Qué pasó? ¿Dónde esta Mamá.? Su padre la abrazó fuerte y con palabras entrecortadas le dijo que Mamá estaba en el hospital, le habían dado unos dolores fuerte y con ayuda de los vecinos la habían logrado llevar hasta un centro de salud cercano. Linda parece adivinar el nerviosismo de Papá cuando él se pasa la luz roja una vez más.
Al llegar, Linda se sorprende por el tamaño de aquel edificio gigantesco llamado hospital. Corre por algunas escalera y se desliza por otros pasamanos mientras Felipe sólo la sigue con el rostro turbado y los pasos agigantados. Preguntan en la recepción por la habitación de Esmeralda. Luego que le dan el piso y número del cuarto, padre e hija caminan presurosos por los pasillos hasta encontrar el ascensor pero no suben por que Linda siente un pánico tremendo de sólo pensar que algo se va a descomponer y van a quedar atrapados en ese pequeño lugar para siempre y luego ya no va a poder jugar con su hermanita. Felipe comprende, así que ahora buscan las escalera y se resigna a subir por ellas.
Al llegar a la habitación encuentra un tumulto de gente con uniforme blanco, son los doctores que al decir por sus rostros algo grave comentan. Linda siente temor de esos señores que todo creen saberlo y que por lo general su aliento nunca es bueno. El padre de Linda se acerca a hablar con ellos pero los Médicos le ruegan que por favor debe aguardar afuera. La espera por saber de su esposa se le hace eterna al padre de Linda que se entretiene observando como su hija conversa con algunos enfermos de asma que soportan una especie de válvula de aire seco.
Unos fuertes gritos opacan el silencio que reina en esos inmensos corredores. Es la voz de mi Mamá, también grita Linda. Su Padre le abraza fuerte y le cuenta sólo parte de la noticia que los médicos le han comentado minutos antes. El parto ha comenzando, no te asustes por lo gritos que todo estará bien. Los quejidos de Mamá no podrían hacer sospechar hasta al más persuasivo de las personas que todo esto se trata de un parto. Linda por momentos llora por Mamá pero confía en su padre que ahora habla con unos médicos que hablan además con gestos y palabras raras que Linda logra oír pero no comprender. Papá seca algunas lagrimas que derrama muy pasivamente pero tendrá el corazón intranquilo a partir de ahora
El tiempo pasa y el cansancio vence a Linda que se recuesta en el sofá de cuero envuelta con el abrigo de papá. Mientras, Felipe se entera de una terrible sospecha que tenían los galenos: Su hija nació señor pero con la terrible noticia que padece el Síndrome de Edwards. Mientras le explican detalles que no entiende, el padre de Linda sólo puede extraer una conclusión de aquel mal: Mi hija no va a estar bien. Puedo verla, ruega con la voz entrecortada. Esta bien, pero los médicos le aconsejan que sólo puedo hacerlos por unos minutos pues la recién nacida se encuentra dentro de unos cristales muy finos. Al ver a su hija, pequeñita, delgada y sin fuerzas, Felipe no comprende como hace ella para seguir respirando. El llanto es inevitable, no puede ser más hombre, ahora es un ser inmundo, mira al cielo y sabe que el culpable esta ahí. Más te vale que sea por tu bien, pronuncia sin dejar de mirar hacía arriba. Recuerda todos los planes que tenía para ella, los juegos inventados, millones de cuentos para contar, su segundo orgullo y su nueva amiga. Felipe llosa sin consuelo, sabe que se acerca el final y tampoco culpables toso es una cuestión fortuita, como iba imagina que uno de cada tres mil bebes nacen con ese extraño mal que los líquida en horas. Aquí sólo le han cambiado el nombre a la verdadera enfermedad para que ya no suene tan grave, se dice recordando odiar la fe que tenía en Dios a partir de este momento.
Esmeralda parece haber soportado una guerra nuclear, esta maltrecha y agotada, enterada de la noticia tiño sus ojos de rojos por tanto llorar. Felipe se acerca y la consuela, le dice que vio a la bebita pero que nada parece estar bien. Sólo hay que ser fuertes Chola, le arenga mientras besa su frente. Te puedo pedir un favor Felipe, replica Esmeralda. Bautiza a la Niña, ponle el nombre que quieras y si en el peor de lo casos muere, al menos tendremos un nombré para recordar eternamente. Felipe encuentra sabía esa decisión y se apresura en arreglar los preparativos para que el bautizo sea en el acto, contrata la orden sacerdotal de la iglesia y unos médico fungen de padrinos. Mientras todo va quedando en orden Felipe va en busca de Linda que sigue durmiendo en el Sofá. Es muy inocente para soportar este sufrimiento, se dice Felipe, y mientras acomoda en una mejor posición a Linda nota que hay un bulto en el bolsillo de su uniforme escolar. Al extraerlo nota que se trata de una pequeña agenda repleta de nombres breves, extensos y al final del pequeño cuaderno un nombre sobresale de los demás por estar escrito de forma gigantesca y en letras a todo color. Aquel nombre es Fe, como aquella que Felipe esta a punto de perder.
Luego del bautizo, Felipe recibe la trágica pero esperada información: Fe falleció producto del Síndrome de Edwards. Felipe supo que necesita un hombro para apoyarse y fue en busca de su esposa a quien amará por mucho más tiempo pero la encuentra dormida entonces va al lugar donde Linda dormida se mantiene ajena a todo lo sucedido en tan pocas horas. Felipe se acerca, le dice unas cuantas cosas al oído, con sus manos le hace “pulguita” en su frágil cabeza mientras que tiernamente le mira y resignado, desecho y embargado por la pena le dice: Espero que estés soñando con la hermanita que ya no podrás conocer.
Me encantó el final me encataría más que no sigas escribiendo, pero...Y va a ser mejor que empieces a usar tus viejos anteojos para que notes las faltas ortográficas que hay... !¿cuales?¡ No seas fresco pues,lee el cuento de nuevo y fijaté, Chau!