Al parecer fue Francisco de Asís, fundador de la orden franciscana el iniciador de los nacimientos, entre 1200 y 1226.
Se cuenta que siendo apóstol, recorría la campiña cercana a la pequeña población de Rieti en el invierno de 1223.
La Navidad de ese año lo sorpendió en la ermita de Greccio y fue allí donde tuvo la inspiración de reproduciren vivo el misterio del nacimiento de Jesús. Construyó una casita de paja a modo de portal puso un pesebre en su interior, trajo un buey y un asno de los vecinos del lugar e invitó a un pequeño grupo de gente a reproducir la escena de la adoración de los pastores.
La idea de reproducir el nacimiento, se popularizó rápidamente en todo el mundo cristiano. De los seres vivos se pasó a la utilización de figuras. También se cree que el primer nacimiento se contruyó en Nápoles a fines del siglo XV y que estuvo hecho de figuras de barro. Carlos III ordenó que los "Belenes" se extendieran y popularizaran en todo el reino itálico y español.
En América, los frailes introdujeron las costumbres navideñas cristianas utilizándolas para la evangelización de los naturales. Entre ellos, los nacimientos toman un papel importante. En el Códice Franciscano, Fray Pedro de Gante describe cómo preparaba cantos y rezos para los mexicanos: "...hizo venir a los indios de toda la comarca y en un patio que se llenó a reventar, se cantó el himno "Ha nacido el redentor". Las iglesias contaban con capillas "posas" que utilizaban los religiosos y los vecinos para sus solemnes precesiones de Navidad. Fray Pedro, en la escuela que fundó en Texcoco, adiestró a los indígenas en la elaboración de las figuras y los detalles de los nacimientos para estas procesiones. Como escribiera Salvador Novo, "el gusto indígena por el espectáculo: la riqueza poética de su imaginación y su destreza manual para las artes suntuarias..." fueron elementos que la iglesia logró acrisolar en su labor catequizante.
Posiblemente, la celebración de las fiestas navideñas en México no es la más importante, pero sin duda es la más popular. Antes, no había familia, por humilde que fuera que no gozara al "poner el nacimiento". El misterio de la natividad representado en el pesebre, era indispensable en todas las casas.
Esta tradición ha pasado de padres a hijos, como la labor que realizan los artesanos que, empleando los materiales más sencillos crean una magia que no se pierde a pesar de los años ¿Qué material más humilde que la paja? Pero, qué maravillosa estilización de líneas, qué elegancia en el diseño de esos ángeles de los nacimientos de Tzintzuntzan, Mich., muestra y prueba de una refinada sensibilidad artística ancestral.
No menos humilde y aún más simbólico es que San Antonio pequeña población vecina a Ocotlán, Oax., tomenpara hacer sus adornos navideños pequeñas florecitas secas de siempre vivas, formando con ellas una media luna sobre la que con trazos toscos dibujan los personajes tradicionales. Asimismo, los nacimientos o "misterios" que Alberto Jiménez, de Arrasola, Oax., elabora en madera, enmarcados por un nicho como escenario de una pastorela antigua, cuyas imágenes recuerdan, dado el hieratismo de sus rostros severos, a las primeras tallas en madera de vírgenes sentadas del medievo europeo.
Frente a su sobriedad, el estallido del barroquismo indígena en el barro de Metepec, estado de México, verdadera fiesta de formas y colores surgidos de los estratos más profundos de nuestra nacionalidad, con sus rubicundos arcángeles, vírgenes de mantos bordados reyes que cabalgan en elefantes y camellos de color magenta, y donde hasta los animales del tradicional pesebre están plagados de flores y estrellas multicolores.
Entre las figuras relacionadas con este tema sobresalen por su originalidad unos seres misteriosos creados por los artífices del barro en Ameyaltepec, San Agustín de la Flores Xalitla y Tolimán, Gro. En tonos cremas y ocres encontramos estilizadas a estas etéreas creaturas aladas, altísimas y delgadas con rostros orientales de rasgados ojos que se antojan semejantes a figurillas etruscas, con sus cabezas adornadas por estéticos tocados.
La discreción en el color, la elegancia de sus esbeltas figuras y los enigmáticos rasgos de sus rostros, les confieren un incomparable atractivo a estas creaciones tan especiales en la producción artesanal del país. Pero quizá los nacimientos que cuentan con más fama y popularidad sean los de miniaturas, modelados a mano y policromados en Tlaquepaque, Jal. Además de los personajes tradicionales, diminutas figurillas adoptan la de tipos populares, como el globero, la taquera, vendedores de escobas, aguadores, carteros, gente comiendo, asando carne en una fogata, pastores alrederor del fuegos y todos aquellos seres cotidianos con los que el pueblo esta familiarizado.